Ana Cofiño / laCuerda
Entendemos la Vida Buena como el conjunto de relaciones armoniosas entre personas y naturaleza, regidas por el respeto, el apoyo mutuo, la satisfacción de necesidades básicas como el afecto, la salud, vivienda, conocimientos, seguridad y placer. Vidas Dignas decimos, pensando en formas de vida libres, conscientes, seguras.
Aunque preferimos no jerarquizar los problemas, vemos como urgente atender a las niñas, las más vulnerables del actual sistema, a quienes debe garantizárseles seguridad con justicia, es decir condiciones adecuadas para desarrollar sus capacidades en entornos libres. Ello requiere invertir recursos del Estado y/o de la comunidad para cubrir sus necesidades básicas: alimentación, ambiente y vivienda saludables, alimentación sana, acceso a formación, desarrollo de destrezas, y adquisición de conocimientos en un entorno seguro. Todo ello lo podríamos resumir en el paradigma del cuidado integral.
El Estado, la comunidad y la sociedad en conjunto debemos ponerle fin a la violación sexual, a los embarazos forzosos, a la ignorancia impuesta y a la dominación para la reproducción. Al priorizar este grave problema asumimos que las soluciones deberán implementarse en la lógica de la imbricación, no como problemas aislados, sino cubriendo todos sus aspectos. Atender a la población infantil es ir a la raíz, en el sentido de alentar el crecimiento de criaturas sanas y contentas que desarrollen su capacidad de aportar al bien común.
Los mínimos vitales
Para poder vivir con dignidad y en armonía verdadera, cada municipio o comunidad tendría que contar sí o sí, con los mínimos servicios públicos básicos:
• Centro de organización comunitario para la administración, toma de decisiones, resolución de problemas
• Agua potable, alcantarillado, sistema de protección de las fuentes de agua
• Disposición de desechos, centro de reciclaje, cuidado ambiental
• Escuelas desde nivel infantil hasta vocacional, según las necesidades de la población
• Servicio de atención primaria en salud, casa de partos, atención de urgencias, cementerio
• Área de producción común de alimentos, centro de intercambio comercial o mercado
• Medios para la comunicación, alumbrado público, vías de acceso y transporte intra e intercomunitario con terminales de buses adecuadas
• Espacios de desarrollo cultural con biblioteca, auditorio y espacios de formación
• Áreas verdes y deportivas
• Centros ceremoniales, lugares de memoria
Las alcaldías que no cumplan con estos servicios o que los presten deficientemente, tendrán que rendir cuentas y proveerlos sin excusa.
Estos mínimos que planteamos son la base sobre la cual podría crecer una forma de vida cuyo centro sea el cuidado, que va más allá de la mera protección de lo existente, sino también de lo que deseamos para el futuro. El cuidado como norma de convivencia para hoy y para garantizar un futuro seguro. Un cuidado que toda persona asumiría para sí misma y para su entorno. Ello implica establecer un equilibrio para que el peso de la convivencia se distribuya y no recaiga sobre nadie.
Asumirnos como integrantes del cosmos nos permite sentir el entramado en el que estamos inmersas. Somos partes infinitesimales de un inacabable todo en constante movimiento. Desde esa perspectiva hablamos de las Redes de la Vida en las que se conectan todos los elementos: materiales, espirituales, tangibles e intangibles. La interdependencia en la que somos y estamos.
Comunidades armónicas
Concebimos a las comunidades como agrupaciones con intereses comunes, unidas por su identidad cultural o política, por la ocupación de territorios geográficos o virtuales. Lo que aglutina a una comunidad es su voluntad compartida en torno a un proyecto. Las comunidades armónicas tienen como fin construir espacios sin violencia, donde las personas y los seres vivientes pueden desarrollar sus habilidades y ponerlas a disposición del común para su sobrevivencia en plenitud.
Para construir dichas comunidades también precisamos llegar a acuerdos claros y explícitos donde las responsabilidades, obligaciones, derechos y atributos se discuten y consensúan de forma que los conflictos se puedan resolver con base en principios establecidos, y las necesidades se puedan satisfacer equitativamente y se garantice la sostenibilidad.
La armonía se entiende como un equilibrio activo que tiene sus dinámicas y movimientos, que respeta los ritmos y los cambios, que asume las diferencias y resuelve las desigualdades. La construcción de la armonía se basa en la justicia entendida como los términos en los que todas las personas gozamos de los mismos derechos. En referencia al entorno, la armonía es la que procura una convivencia que no destruya ni deteriore la naturaleza, que propicie la continuidad de la vida. Lo anterior implica necesariamente, una condena al uso de todas las formas de violencia, la eliminación de ejércitos, la erradicación de prácticas discriminatorias, el establecimiento de políticas de convivencia democrática verdadera.
La organización de las comunidades armónicas se constituye sobre un poder colectivo cuya autoridad es reconocida y respetada por quienes la integran. Esta forma de organización circular, no verticalista, procura que todas las personas contribuyan a la toma de decisiones y al desarrollo de los proyectos comunes. La administración es un medio para que la convivencia sea fluida y placentera, y para que se cumplan los objetivos planteados.
Cultura emancipatoria
Aunque nuestras aspiraciones y sueños van hacia un mundo ideal donde podamos convivir en auténtica armonía, estamos conscientes que es necesario alimentar una cultura que nos permita creer en nuestras propias fuerzas y capacidades como motores para la construcción de sociedades donde la belleza y el bienestar no sean privilegios, donde la energía se dirija a potenciar la capacidad creadora para el bien común.
En este sentido, consideramos fundamental la inversión de recursos de todo tipo en la sanación colectiva, como punto necesario para curar las heridas heredadas del patriarcado y fortalecer los cuerpos golpeados por el sistema capitalista. El racismo, la homofobia, y otras formas de abuso deberán tratarse como males sociales a erradicar. Se propiciará la creación de políticas y prácticas de fortalecimiento mental y corporal, para que las personas puedan dedicar sus energías a su sobrevivencia y al bien común.
Se contará con las condiciones óptimas para que todas las personas puedan cuidar de sus cuerpos, considerados en su complejidad e interdependencia. Las personas contarán con los conocimientos y los medios para cuidar el funcionamiento de sus cuerpos.
Las artes serán consideradas prioridad, no como la producción de objetos de lujo o de exhibición, sino como expresiones que nos permitan cuestionarnos, pensar, crecer, convivir. La cultura, entendida como el conjunto de expresiones humanas producidas por la interrelación con el entorno, será cuidada para la posteridad como referentes para la construcción de identidad.
En las actuales circunstancias es difícil pensar que podamos alcanzar estos mínimos básicos, tal es el grado de deterioro en que vivimos y que hemos llegado a aceptar como normal. Estamos convencidas que construir comunidades de bienestar no es imposible, que con voluntad y esfuerzo podemos desechar las malas prácticas e implementar las que nos conduzcan a concretar esos sueños.