Maya Alvarado Chávez / laCuerda

Las múltiples expresiones amorosas entre seres humanos que son motivo de celebración, luchas y construcción de otros horizontes, en Guatemala no sólo se enfrentan al rechazo social que se torna violento en extremo, sino que son invisibilizadas, silenciadas, reprimidas y criminalizadas a través de estructuras paraestatales de control social como las religiones, la familia, el sistema educativo, las autoridades comunitarias, para mencionar algunas.

La heterosexualidad como base de la norma jurídica, es la piedra angular sobre la que se erigen la mayoría de estados, incluido el de Guatemala. Los cimientos “legales” normalizan el rechazo a la pluralidad sexual. La Constitución Política, explicita las garantías para mujeres y hombres, estableciendo la heterosexualidad como “régimen político” que asegura la dominación de los cuerpos para la reproducción y generación de riquezas.

Los instrumentos legales nacionales que rigen nuestro devenir, permiten el reclamo de derechos a quienes socialmente se declaran heterosexuales, independientemente de la multiplicidad de experiencias y deseos que puedan habitarles muchas veces soterrados 􀇹no sin contradicciones, conflictos y violencias) en obediencia de mandatos impuestos desde la heteronormatividad, imbricada con el racismo y el capitalismo neoliberal. 

La existencia de derechos no es necesariamente el reconocimiento de sujetos sociales.

Como señala María Galindo, el reclamo de estos “a veces” llega a funcionar, si se habla desde la victimización, lo cual ha permitido el impulso de leyes y políticas que, a pesar de haber sido gestionadas desde un intenso y poco reconocido trabajo de los movimientos feministas y de mujeres, no han podido frenar la misoginia y lesbofobia.

Precisamente la trampa de la “Democracia” es la aparente posibilidad de reivindicar derechos básicos. Y es que lo político no es etéreo, no sucede en el aire, se concreta en los cuerpos y es por ello que los sistemas de dominación requieren legislar sobre ellos, concederles condiciones mínimas que les hagan funcionales a las dominaciones.

Sexualidades libres: Un horizonte político

Intervenir el espacio desde la alegría, hacer visible lo que somos en plenitud, dignificar la pluralidad de las sexualidades es el contenido de las propuestas políticas que durante años hemos trabajado con quienes en primera persona y con su voz han nombrado sus sueños: lesbianas, feministas, mujeres de pueblos originarios, mujeres de barrios precarizados. Esa dignidad también es el contenido de las movilizaciones que en junio suceden en varios países, aunque en muchos otros aún permanecen silenciadas y reprimidas. 

En estas letras reconocemos los aportes teóricos, creativos, lúdicos e interpeladores de las lesbianas feministas a las luchas políticas y sociales de los diferentes territorios. La ruptura que ellas han hecho con los contenidos esencialistas de ser “mujer”, han abonado a nuestros análisis y han profundizado la comprensión de las opresiones que se imbrican en nuestros cuerpos, lo cual ha radicalizado nuestras miradas y propuestas.

Lo lésbico en la vida de todas

La mayoría tenemos la sensación adormecida de la cercanía del cuerpo nutricio que nos amamantó, un recuerdo, una primera toma de conciencia, en la cual nos sentimos cobijadas y amadas por otra mujer. La socialización nos obliga a alejarnos de esa sensación.

Más allá del vínculo materno hay experiencias a lo largo de la vida que hemos silenciado y que constituyen fuente de afecto entre amigas, cómplices, compañeras por quienes sentimos no sólo cariño sino verdadera admiración, gusto, cuando no, directamente atracción.

Ese mundo de sensaciones es denigrado por la doble moral, conservadora, religiosa y fundamentalista que alerta “sospechas” sobre la amistad y el vínculo entre mujeres de todas las edades desde la infancia. Condena al infierno a las disidencias sexuales, incluidas no sólo las lesbianas, sino la multiplicidad de sexualidades que palpitan en el mundo y lo interpelan con su sola existencia. Ello incluye a las heterosexuales que se han negado a los mandatos reproductores del sistema.

Por eso nos unimos a la celebración del Orgullo sin perder de vista nuestras diferencias y los “privilegios” adquiridos según nuestro apego a la “norma establecida”. Sospechamos cuando se resume a siglas la vida de millones de personas en el mundo sin cuestionar la base de las violencias que viven. No nos conformamos con definiciones elaboradas desde organismos internacionales que, sin cuestionar las lógicas que viabilizan el racismo y la acumulación, con “buenas intenciones” llaman “Derecho” a lo que en realidad es una propuesta radical de reexistencia.

Celebramos el orgullo de ser lo que somos y de soñar para quienes vienen, la Libertad sin adjetivos. En esta celebración nos abrazamos ¡Porque nos gusta y nos da la gana!

 

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1. Concepto utilizado por la lesbiana feminista Ochy Curiel en su texto La Nación Heterosexual.

2. María Galindo, No hay Libertad Política sino hay Libertad Sexual, Mujeres Creando, La Paz, Bolivia, 2018.

3. Se fusionan en nuestros cuerpos.