verónica sajbin velásquez[1] / La Cuerda
¿Por qué los tenebrosos de este país quieren que las personas que desempeñan un trabajo destacado en favor de los derechos humanos o que realizan labores que desarrollan el espíritu de la humanidad, como las artes y la docencia, estén fuera de su posibilidad de influencia? ¿Por qué las y los quieren presos, aislados, fuera de este territorio? Parece ser que ellas y ellos saben mucho más de la amenaza que con su voz, palabra y trabajo representan; que el resto de la población, que muchas veces camina de la mano de esos tenebrosos o que prefiere ser indiferente al sufrimiento de quienes han hecho de su vida una lucha de resistencia ante un sistema que cada vez más aboga por silenciar y desaparecer a quienes defienden la vida, porque sí, es tras la vida que van todos y todas ellas.
¿Qué será lo que saben los tenebrosos, a qué le temen para que tengan la necesidad de desprestigiarles, silenciarles, aislarles en las cárceles de este país? ¿Hasta cuándo vamos a seguir permitiendo que esto suceda? ¿Nos van a indignar algún día estos vejámenes? ¿Nos va a doler lo suficiente para que hagamos acciones que paren todas estas injusticias?
Es una ironía o es el mundo al revés, como diría Eduardo Galeano, que sean los lacayos más rastreros quienes se encarguen de dictar todas estas órdenes de captura, ocultando a quienes mueven los hilos. Es una vergüenza para ellos y ellas y sus familias que cumplan al pie de la letra estas tareas que les imponen sus patrones. Esa vergüenza que también a muchas y muchos de nosotros se nos ha olvidado sentir o en el peor de los casos, ya no nos importa sentir y por eso callamos y somos indiferentes.
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Recientemente escuchaba una conferencia del politólogo español Juan Carlos Monedero, sobre su último libro Política para indiferentes, en la cual dice que lo contrario del amor no es el odio sino la indiferencia. ¡Ojalá no nos gane el «no amor»! Siguiendo con este mismo autor, su obra promete mostrar que, cuando cortamos las raíces que nos atan a nuestros principios morales, cercenamos nuestra propia humanidad, y esto me hizo pensar en lo que nos indigna en la actualidad es producto del modelo neoliberal que se nos ha metido hasta en la sopa. Y es así, como lo expresa Monedero que, al no acertar en señalar como enemigos a quienes son responsables del hambre, la pobreza, las enfermedades, la explotación, la opresión la desigualdad, el destrozo ambiental, la guerra y la violencia, señalamos entonces, como enemigos, y nos ensañamos contra quienes promueven la equidad, la igualdad, la libertad, la paz, la sostenibilidad y la esperanza, como antesala de la destrucción de la vida misma.
Con la criminalización y detenciones de personas que luchan por la defensa de la vida, en todo sentido, nos condenan también a nosotros/nosotras y nos quitan nuestros derechos. Es urgente que reflexionemos sobre el sentido profundo de todas las causas que estas personas reivindican y las hagamos nuestras. No puede ser que la trayectoria de sus luchas sea más patente para los que están en contra de la vida (por eso los encarcelan, aíslan o asesinan) que para nosotras/os mismas/os que somos sus «aliados» y su gente. ¿Resistiremos con ellas y ellos?
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[1] La autora escribe su nombre en minúsculas.