Por: Claudia Rosales
11:02 Texto: – vos Clau, dice la Fuli que si sabés a dónde puede ir porque está sangrando mucho
Yo: -¿dónde está?
Texto: – En la U anda, tenían exposición hoy y habían quedado de juntarse desde temprano con su grupo, pero sí dice que tiene mucho sangrado
Yo: – ¿será que alguien la puede llevar al Roosevelt?
Texto: – no le quiere decir a nadie vos, y dice que en el Roosevelt trabaja un su conocido.
Yo: – ¿Y al San Juan?
Texto: – no anda pisto, y no aguanta ir a donde los buses, yo le puedo poner Uber desde mi teléfono, pero no tiene pisto ella ni yo, y salen como Q65.00.
Yo: – ¿y si te transfiero ahorita y después vemos? Texto: – va le digo…
21:38 Enfermera:- la paciente que trajeron acaba de fallecer, llamamos al número que nos proporcionó. Su madre y hermano vienen en camino.
Una joven que no llegaba a los 30, estudiante, soltera, pilísimas y activista de la marea verde, falleció de una hemorragia en la emergencia de un hospital. Creemos las que andábamos allí que no sabía que estaba embarazada, porque no nos lo había chambreado. No sabemos a qué hora de ese día había comenzado a sangrar, ni sabemos por qué no nos habló desde más temprano.
La primera en llegar al hospital y que la vio antes de entrar, -nos contó que ella le contó-, que no quiso decirle a sus compas de la clase de U que estaba sangrando mucho por temor a que fueran a pensar que ella se estaba provocando un aborto con medicamentos, porque ya de por sí tenía fama de abortera. Que se afligió cuando ya había empapado una toalla nocturna y sintió dolor y por eso comenzó a escribirnos para ver si alguna podía ir por ella.
Las que estábamos allí escuchando nos miramos y enmudecimos un rato. Vimos las horas en nuestros celulares, como para calcular dónde andábamos cada quien a la hora en que ella comenzó a buscar apoyo, ninguna estábamos cerca, la verdad…
Y después de los primeros abrazos y llantos, entramos al ¿qué pasó aquí muchá? ¿Qué nos está pasando? ¿Cómo es que a nosotras que cuidamos y acompañamos nos pasen estas cosas?
La penalización social y moral pesa aún sobre quienes creen en el derecho de las mujeres a abortar o las que abortan, sea cual sea la forma o la causa; más el miedo nos paraliza.
Nos duele la Fuli, nos duele en lo profundo de nuestro ser que no contemos con lugares cercanos en esta ciudad donde atender una emergencia obstétrica. Porque del punto A (la U) al punto B (el hospital) no es que haya 50 kilómetros de distancia, sino que a las 11 y media de la mañana, de un día de lluvia, hay un tráfico de la chingada que tarda en llegar un pinche Uber y tarda en llegar a su destino.
Nos duele la Fuli, que no tenía a la mano 70 míseros quetzales para disponer de agarrar un carro que la llevara a la emergencia, sino que tuvo que esperar hasta que entre las cuatas le pudiéramos juntar para pagarle un transporte, porque ninguna de nosotras peladas llegamos ni a moto.
Nos duele la Fuli, que tenía miedo de que la gente se enterara de que estaba embarazada y que tenía un aborto en curso inevitable y que había que atenderla de emergencia y no esperar a que se muriera.
Este 28 de septiembre en Guatemala, me doy cuenta que la marea verde aún está muy pachita…