Rosario Orellana / laCuerda

Foto: El Comercio

 

En estos días de la vigésima segunda edición de la Copa del Mundo de fútbol masculino en Qatar, se vuelve indispensable retomar una conversación que muchos han querido dejar debajo de la mesa: el fútbol femenino. Y es que, a pesar de tener más de un siglo de vigencia, el balompié sigue siendo atravesado por el machismo que condiciona la participación de las mujeres que lo juegan, a las directoras técnicas, dirigentes, aficionadas e incluso a periodistas, limitando sus oportunidades de pleno desarrollo en todas las esferas. Cualquier acción que desafíe la figura de la masculinidad hegemónica o rete al sistema que pretende relegar a las mujeres al plano privado, se convierte en objeto de acoso y amenazas. Sin duda los medios de comunicación han sido el aliado idóneo para reproducir ideas que sexualizan a las mujeres, demeritan sus competencias y participaciones, promueven porras que vitorean la violencia sexual y cuestionan con frecuencia y sin fundamentos las aptitudes de las mujeres que se involucran en la disciplina. 

Por su lado, Guadalupe López García, comunicóloga y especialista en estudios de la mujer de México, retrata en su ensayo Mujeres en el fútbol: una mirada feminista, cómo es que la disciplina ha cobrado un papel trascendental en la emancipación de las mujeres durante toda la historia, constituyéndose en una “dimensión social más fuerte que el [fútbol] masculino”, debido a las luchas que han sostenido las mujeres para que su participación sea reconocida y amplificada, no solo como jugadoras, sino también en espacios de toma de decisiones. 

No fue hasta en la última década que la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA) sugirió a los clubes masculinos crear y respaldar sus propios equipos femeninos; pareciera una batalla ganada, pero el camino sigue siendo laberíntico. En 2019, la visibilidad que alcanzó la Selección Nacional de Estados Unidos al ganar el Mundial Femenino de Francia se convirtió en una bisagra para que las exigencias por equidad tengan hoy un eco más profundo. Un ejemplo de ello es que al menos diez combinados nacionales femeninos han acortado o derribado la brecha salarial con respecto a los de los hombres específicamente en participaciones mundialistas: Estados Unidos, Noruega, Nueva Zelanda, Finlandia, Australia, Inglaterra, Irlanda, Países Bajos y Brasil.

A partir de estos avances cortos pero certeros, el marketing deportivo cobró relevancia. Las marcas comenzaron a acercarse primero a las jugadoras y luego a los equipos con contratos que les permiten percibir ingresos y en algunos casos, vivir del fútbol, considerando que la mayoría de ellas juegan en ligas semiprofesionales y se ven obligadas a trabajar en otros ámbitos, a diferencia de los hombres. Aún existen pocos equipos en el mundo que pueden costear plantillas femeninas porque sus estructuras fueron fundadas para el sostenimiento de un equipo principal masculino y sus divisiones inferiores. “El FC Barcelona trabaja este aspecto con sus patrocinadores. Sus futbolistas mujeres ganan más por sus patrocinios que por el mismo club, eso sí, las ayudan a conseguir marcas para que reciban aportes económicos, utilizan las redes sociales para promocionarlas y para que la gente se identifique con ellas como con Alexia Putellas”, comparte Vanessa Ovando, jugadora de Liga Nacional e integrante del Sindicato de Futbolistas Profesionales de Guatemala (SIFUPGUA). 

Resultado de este gesto mercadológico es que los medios tradicionales y digitales ya representan un impacto económico para los afiliados según el estudio de Evaluación comparativa del fútbol femenino en todo el mundo que realizó la FIFA en 2019, evidenciando que los eventos televisados o retransmitidos por internet suponen “el 6 por ciento de las ganancias de los clubes y el 18 por ciento de los ingresos de las ligas”. 

A su vez, ha provocado que las aficiones se acerquen de a poco a los estadios, generando también ingresos económicos por la venta de boletos y artículos oficiales. El Barcelona rompió el récord de afición en el Camp Nou en abril de 2022, con alrededor de 91 mil 600 personas durante el partido que sostuvo contra Wolfsburgo en las semifinales de la Liga de Campeones femenil, superando por casi 30 mil personas un juego entre el Atlético de Madrid y el mismo Barça en la categoría masculina. Con la final femenina entre Tigres y América de México pasó algo similar; la llave rompió el récord de audiencia con más de 5.3 millones de personas por televisión abierta, el mejor registro del circuito. Además, rompieron la marca de asistencia en los partidos de ida y vuelta con 94 mil 269 personas espectadoras. Aun así, la inversión para el desarrollo integral del deporte femenil a nivel mundial es muy baja, sobre todo para los procesos formativos desde la niñez y adolescencia en donde se sigue repitiendo a las niñas que el fútbol “es un deporte de niños”. 

En contraparte, estos “nuevos” alcances para los proyectos femeniles ha traído consigo otras manifestaciones de violencia que develan, entre muchas más falencias, “la ausencia de políticas públicas y reglamentos para la equidad en el deporte, contraviniendo todos los instrumentos internacionales en materia de derechos humanos de las mujeres y refuerzan los mecanismos de exclusión e inclusión restringida al deporte profesional y amateur”, señala López.

Guatemala, sin boleto al mundial de la dignidad

Ovando afirma que el caso de las jugadoras de Xelajú Femenino que denunciaron acoso por parte de su entrenador es reflejo de la falta de mecanismos de respuesta frente a las violencias contra las mujeres en Guatemala. “Nos topamos con que no hay nada que respalde a las jugadoras y sancione a quienes cometen la falta, aun teniendo pruebas de lo que pasó. Tenemos que ir rompiendo con el miedo que nos han instalado…muchos directivos nos quieren callar”, menciona… “Ana Lucía Martínez lo ha dicho y la sacaron de Selección”, agrega.  

Asimismo, Vanessa reclama la falta de voluntad política que ha encontrado en la Federación Nacional de Fútbol de Guatemala para resolver temas de inequidad. “Estamos en una sociedad muy machista, las jugadoras nos vemos obligadas a luchar por lo que merecemos, pero solas no lo vamos a lograr, tenemos que unirnos”, argumenta. 

Cita también la gran cantidad de partidos amistosos que ha programado la Selección Nacional masculina y la nula actividad del combinado femenino. “Cuando vamos a torneos internacionales nos quedamos cortas por la falta de preparación, necesitamos subir el nivel desde nuestra liga”, puntualiza. 

La entrevistada hace hincapié en la necesidad de que las mujeres involucradas en el mundo deportivo estén unidas para hacer un solo frente, coincidiendo con López cuando la mexicana asegura que “hay que perder los prejuicios, no somos equipos contrarios. Existen muchos puntos de confluencia entre nuestras luchas”.  

Todo este contexto nos invita a cuestionarnos si el desarrollo integral del balompié femenino ¿debe reproducir el modelo del fútbol masculino para alcanzar la visibilidad que de desea y desde la mirada que se espera?

Fútbol femenino ¿o feminista? 

Manne Stoller, fotógrafa y directora del documental Decanas sobre la lucha de las futbolistas jóvenes en Valparaíso, Chile, plantea que el fútbol femenino exclusivamente responde a una “estructura masculina y patriarcal” repitiendo patrones violentos y estigmatizados que no permitirán el desarrollo integral del deporte, mientras que el fútbol feminista “tiene una visión revolucionaria sobre cómo se mueve el mundo…tiene que ver con la identificación y una creación desde la base y la raíz de cómo las mujeres nos relacionamos” y por eso se convierte en un requisito indispensable la creación de espacios donde las mujeres que cohabitamos en el fútbol, podamos encontrar la fórmula para el crecimiento de una disciplina equilibrada y armoniosa para todas y todes.