Rosalinda Hernández Alarcón / La Cuerda

El triunfo electoral de Claudia Sheinbaum que la lleva a la Presidencia en México ha generado expectativas, simplemente por el hecho de ser mujer y porque ella se autodefine feminista. Siempre es oportuno recordar experiencias similares ocurridas en otros países latinoamericanos, cuyas mandatarias estuvieron distantes de las demandas de las mujeres y actuaron conforme a las directrices del sistema capitalista y patriarcal.

Ganar las elecciones, como sucesora de Andrés Manuel López Obrador, genera igual interrogantes en el sentido de que si ella dará continuidad a la llamada 4.ª Transformación, o si su gestión mostrará cambios importantes en la forma de gobernar, ajenos a la retórica moralista y al pragmatismo del actual presidente de la República, igualmente contrarias a los intereses de grandes empresarios.

Entre las reacciones dentro del movimiento feminista mexicano, está recordar a la recién elegida mandataria una serie de demandas aún sin resolver, ya que poco hizo cuando ella fue jefa de Gobierno de la Ciudad de México y su antecesor realizó cambios mínimos de carácter asistencialista. De ahí, que una de las consignas sobresalientes en este momento sea: ¡Gobierne quien gobierne, las demandas se defienden!

Del casi 60 % de votantes que eligió a Claudia Sheinbaum fueron principalmente amas de casa, personas jubiladas, trabajadoras por cuenta propia y del sector privado, personas campesinas y jornaleras, profesorado y estudiantes. Empleadores y profesionistas independientes son quienes menos la votaron.

Entre las organizaciones feministas sostienen que está por verse si el resultado electoral significa mejores condiciones para las mujeres trabajadoras, pobres, jóvenes, indígenas, afrodescendientes y las disidencias sexuales, no le tienen plena confianza a Claudia, ya que en sus discursos proselitistas estuvieron ausentes soluciones de fondo para las problemáticas que viven estos conglomerados.

Al analizar la violencia contra las mujeres, hay agrupaciones que afirman que la tipificación del delito de feminicidio es insuficiente; reclaman cambiar la estrategia de seguridad centrada en la militarización del país; destinar recursos a programas de prevención y de atención a víctimas de violencia y sus familias; asimismo, atender los reclamos que se desprenden de las 100 mil personas desaparecidas que el actual gobierno desconoce.

Cabe resaltar que organizaciones feministas reivindican una verdadera igualdad laboral, que signifique acabar con la brecha salarial de género del 17 %; ampliar la licencia de maternidad (actualmente es de sólo por 45 días); asegurar la calidad de servicios en los centros de desarrollo de las infancias, entre otras cosas.

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Representantes del movimiento de mujeres y feminista muestran su preocupación por la falta de un posicionamiento claro de Claudia Sheinbaum sobre el derecho al aborto, si bien existe una resolución de la Suprema Corte de Justicia que lo despenaliza, hace falta comprometerse con establecer un procedimiento para que el Estado lo garantice de manera pública, segura y gratuita. Otra de sus preocupaciones es si la nueva mandataria seguirá privilegiando las relaciones con sectores católicos y evangélicos contrarios a este derecho.

El acceso a la educación sexual integral sin estereotipos sexistas desde la educación básica y que se brinden anticonceptivos gratuitos para las personas que lo soliciten también son tareas pendientes. Además demandan mayor presupuesto para educación y salud, mediante la reducción de recursos asignados para el Ejército y la Guardia Nacional; esto último es contrario a los postulados de López Obrador.

Las demandas de las mujeres en México y Guatemala son similares, así que independientemente de quién gobierne, las demandas se defienden…