En marzo de este año, Verónica Molina denunció haber sido agredida sexualmente por Diego Ariel Stella, extranjero y dueño del restaurante Ni Fu Ni Fa, ubicado en Antigua Guatemala. Verónica optó por llevar su caso ante la justicia guatemalteca. Sin embargo, tras cinco meses de batalla legal, su agresor sigue libre, mientras ella exige que no haya impunidad.  “Esto es una pesadilla”, narra Verónica, decepcionada por el sistema de justicia.

Kimberly López /laCuerda

“Fui violada el 10 de marzo en Antigua Guatemala”. Articular estas palabras no es fácil para Verónica Molina, de 41 años. Hace cinco meses, fue víctima de una agresión sexual. A inicios de este año denunció a Diego Ariel Stella de haberla inmovilizado para violarla.

En Guatemala, el nivel de impunidad en denuncias por agresiones sexuales y violaciones alcanza el 99 por ciento, según estimaciones del Ministerio Público (MP). Solamente este año, más de 8 mil 700 mujeres han sido víctimas de violaciones y agresiones sexuales. Verónica se resiste a pensar que su caso conformará una cifra más en las estadísticas de impunidad.

«Después de lo que pasó me enfrenté a la decisión de qué era lo que debía hacer. No sabía si guardar silencio o buscar justicia. Pero pensé en buscar auxilio con la idea de que el sistema iba a responder», dice Verónica, ahora mucho más tranquila que aquel día.

Tras la agresión, añade, se sometió a las numerosas pruebas físicas y psicológicas necesarias para sustentar su testimonio. A pesar de que los exámenes son procesos incómodos, revictimizantes y humillantes, era el procedimiento necesario para recabar las pruebas de lo ocurrido. En controles médicos, se ha dado cuenta de que el procedimiento podría ser menos incómodo para las mujeres. Sin embargo, se requiere que el personal asignado tenga cierto nivel de sensibilidad al tratar a mujeres sobrevivientes de violencia sexual. Algo que no ocurre en la práctica.

Después de soportar ese proceso, Verónica esperaba que el MP hiciera su parte. Sin embargo, eso no ocurrió.

Ilustración: Diego Orellana

A partir de ese momento empezó todo un infierno, dice. Según narra, para sustentar su caso el papel del MP se quedó corto. «Te das cuenta que no hay diligencias adicionales, que no se hizo un peritaje apropiado de la escena del crimen, que no se llevó la evidencia correspondiente de la escena del crimen, que prácticamente lo que se ha logrado se ha hecho porque hemos estado encima del proceso», explica.

Un supuesto violador en libertad

«Ni bien yo había salido del hospital de Antigua Guatemala (donde fue examinada luego de la violación), cuando él ya estaba en un vuelo hacia el exterior”, recuerda Verónica Molina. La primera audiencia se realizó el 1 de julio.

«Nos enfrentamos a una audiencia donde se desestiman todas mis pruebas. Ni las revisaron. Mis perfiles psicológicos indican veracidad, consistencia, congruencia de los hechos. Mis rasgaduras por la violación también eran parte de la evidencia. Pero toda la agresión se justificó de una forma vulgar por parte de la contraparte», recuerda Molina.

Diego Ariel Stella fue acompañado por la abogada y ahora magistrada suplente de la Corte de Constitucionalidad, Claudia Paniagua cuyo bufete se encuentra en Antigua Guatemala.

«En la audiencia se ignora mi testimonio. Mi testimonio es claro, yo estoy durmiendo cuando él me ataca. Pero se justifica en la audiencia con argumentos que parecieran del siglo pasado. La ahora magistrada dijo: ‘¿Qué mujer que se pone en cuatro no está pidiendo ser penetrada?’», narra Verónica.

Ella cree que fue su temple fuerte el que la hizo soportar esa serie de cuestionamientos y humillaciones. «Fue algo grotesco, vulgar, la jueza Esmeralda Vásquez de Orellana, del Juzgado de Narcoactividad y Delitos contra el Ambiente de Antigua Guatemala, felicitó al agresor porque: ‘Qué hombre acusado de violación se presenta al frente del juzgado’», recuerda.

En resumen, la jueza se inclinó por los argumentos del acusado y calificó lo sucedido como un acto pasional y de despecho. «Como si una mujer por despecho va a inventar algo tan grotesco y se va a exponer a algo tan terrible a nivel psicológico», reclama Verónica.

El abogado defensor, Paolo Similox, explicó que en la audiencia Stella quedó ligado a proceso por delitos sexuales. Se estableció un plazo de tres meses para investigar lo ocurrido.

No obstante, en agosto, el equipo legal de Verónica solicitó que sea modificado el delito y sea ligado por violación agravada.

«Nosotros queremos reafirmar que en este caso lo que sucedió fue una violación porque ella fue violentada, estrangulada y forzada. Solicitamos una audiencia donde se analice y se discuta que el delito corresponde a violación agravada», explicó el abogado.

Durante la primera audiencia, Stella confesó haber abusado de Verónica mientras ella gritaba por ayuda y pedía que se detuviera.

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«Lo confesó. Dijo que yo gritaba que no, que estaba histérica pero eso se ignoró en la audiencia», relata la sobreviviente. Sumado a eso, Stella intentó persuadir a Verónica para que no denunciara lo sucedido. Luego, la denunció por amenazas.

En este proceso, dice Verónica, ha sido difícil sentir que la justicia le da la espalda.

«La justicia no te cree, o tiene un precio. Mi verdad tiene un precio, aparentemente . Pero  a mí todo esto me genera más furia. El haber estado en esa audiencia, lejos de intimidarme, me provoca no querer detener la lucha porque no me quiero imaginar qué vivirá una mujer en el área rural o las mujeres que están atrapadas por sus maridos», añade.

Tras hacer pública su denuncia, Verónica ha tenido contacto con otras víctimas de Stella, pero tienen miedo de denunciar pues han sido intimidadas. «Quiero dejar claro que afuera hay un hombre libre que está violando mujeres de manera sistemática y nadie dice nada», comenta.

A partir de la agresión, Verónica no ha vuelto a poner un pie en Antigua Guatemala porque el sistema judicial no ordenó medidas de restricción contra Stella. Fue ella quien tuvo que abandonar su casa y nunca más regresar para evitar encontrarse con su agresor. Todavía tiene la esperanza de lograr justicia.

«No voy a parar hasta lograrlo, no me voy a rendir. Tendría que matarme», dice, con determinación.