Maya Alvarado Chávez/La Cuerda

 El mundo con dificultad ofrece imágenes o relatos de esperanza. Aunque esta afirmación no constituye novedad alguna, y cualquiera replicaría que no es un asunto exclusivo de estos tiempos, tomamos este momento como referencia del registro puntual de sucesos que confrontan nuestra humanidad, a la vez que intentamos recuperar el aire celebrando la llegada de la Feria Internacional del Libro en Guatemala ‒Filgua‒, que permanecerá abierta del 4 al 14 de julio en la ciudad de Guatemala, en Fórum Majadas. 

Los libros han sido, en varios momentos de nuestras vidas, ocasión de toma de conciencia, escape o, sencillamente< la constatación de nuestra existencia. Eslabones para asirnos a la continuidad de la vida. 

Hubo páginas con las que aprehendimos a permanecer vivas, un aprendizaje incorporado en nuestro subconsciente, según haya sido nuestra experiencia al recibir cuidados, alimentos, abrigo, ternura, palabras, lecturas, incluso si las condiciones de quienes nos cuidaron o han cuidado han sido adversas y/o limitadas.

Si hemos tenido la inmensa fortuna de que nos leyeran en la niñez, esas voces con sus timbres amorosos vuelven recurrentemente a nuestros sueños acompañados de la lluvia. Cuando aprendimos nosotras a leer los libros, o el mundo y sus señales, aunque nos haya tocado vivir a «salto de mata», nos apropiamos de la herramienta más poderosa, no sólo para construir imágenes, sino la propia esperanza a la que buscamos aferrarnos desde el primer día de nuestra llegada al mundo.

Hacer de la lectura un impulso de vida abre posibilidades de pensar desde otra esquina, con nuevas miradas, hacer nuestros los afanes y las derrotas de las experiencias humanas, y tomar aliento de sus enseñanzas. Interpretar las realidades que vivimos desde ideas y sentimientos que nos mueven y no mandatos que nos anulan. 

Leer un libro, no en el teléfono o el dispositivo electrónico que se tenga a mano, es una acción profundamente comprometida con la búsqueda y resguardo del significado de «humanidad», debajo de los escombros que va dejando la muerte a su paso en todo el globo terráqueo, aunque en algunos territorios con más intensidad. Una acción comprometida con honrar memorias a través de palabras y relatos claves para abrir la comprensión y los sentires; una interpelación al despojo y un compromiso con la vida, con el llamado a asumir las responsabilidades que tomamos.

Leer también es un compromiso para desmontar y desentrañar el significado en estos momentos del mundo, de categorías que se nos van quedando vacías, tales como: democracia, ley, justicia, compromiso, «Estado», derechas, izquierdas. 

Te invitamos a ingresar: Leer como gesto de rebeldía

Los libros nos demandan que toquemos sus hojas con nuestras manos, los abramos, los interroguemos, sintamos su olor y los cuidemos de la humedad, la polilla y otros peligros. En lo personal, fueron los libros los que dieron continuidad a las múltiples y repentinas mudanzas de espacios, debido a la persecución constante que vivió la familia.   

Libros cuidados, regalados o no, abandonados, perseguidos, polvorientos, vitales, peligrosos para los poderes opresivos; encontrados de manera fortuita o buscados afanosamente. Son aliados del pensamiento y sus páginas nos ratifican la capacidad de sentir e imaginar otras posibilidades de interrelación y convivencia entre seres vivos, incluidos las y los humanos. Libros, amigos que dialogan con nosotras y que, como nosotras, han sido condenados al exilio, cuando no a la hoguera. Ellos han inspirado amores, búsquedas, nos han dado la posibilidad de aproximarnos a nuestra propia historia y nos retan a interpelar los tiempos actuales, el atasco y el lodo en el que estamos, no sólo en las carreteras y caminos de este país, sino en este despropósito al que llamamos «Estado».

Sigue lloviendo y tocará mojarse para no estancarnos, ojalá así lo entiendan quienes no han querido asumirlo. Bajo la lluvia recordaremos los caminos recorridos en nuestras resistencias y los libros que nos han acompañado. De todas formas, no buscamos permanecer intactas, estamos dolidas por el mundo, pero tenemos sueños y por ellos vamos.