Rosalinda Hernández Alarcón / La Cuerda

El panorama en Centroamérica, siempre convulso, da muestras de cómo las reglas democráticas se violan de manera evidente y reiterada. Pero cuando un movimiento social independiente se moviliza masivamente, puede revertir ese tipo de arbitrariedades.

Hace unos años, ocurrieron golpes de Estado con la intervención represiva de las fuerzas armadas, en años más recientes se avala la reelección de presidentes de la República a pesar de que lo prohíban ordenamientos jurídicos locales (Nicaragua, El Salvador); se apaña a gobernantes represivos y ladrones (Jimmy Morales, Alejandro Giammattei); se controla o amenaza a gobiernos etiquetados de «izquierda» (Honduras, Guatemala).

El movimiento social independiente en Guatemala, convocado por autoridades ancestrales (ajenas a cualquier entidad política), dio muestras de cómo su exigencia de respeto a la democracia influyó para detener un golpe de Estado de nuevo tipo, sin militares a la cabeza, pero con la imposición de sectores de poder que pretendieron desconocer el resultado de las votaciones, bajo la denuncia de un supuesto fraude electoral.

Está claro que altos funcionarios públicos guatemaltecos con gran poder dentro de los organismos de Justicia y Legislativo persisten en limitar y deslegitimar la actuación del presidente Bernardo Arévalo, así rechazan cualquier iniciativa legislativa del nuevo mandatario o conspiran para favorecer a sus aliados (Pacto de Corruptos), mediante la cooptación de las cortes.

Lo que quizás falta reiterar es que quienes dirigen las cortes y el Congreso cuentan con el respaldo y subvención de grupos empresariales y financieros, así como del crimen organizado, es decir, carecen de independencia. Esta articulación de poderes hace dependientes a unos de otros, en tanto es la garantía para preservar sus intereses, que se traducen en la imposición de políticas derechistas y conservadoras, de prácticas corruptas para acumular capital y de procesos jurídicos para reprimir opositores y darles impunidad.

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Lo antes descrito, forma parte de los debates entre representantes del movimiento social. Hay voces que siguen mostrando su simpatía con el nuevo gobernante y otras en las que sobresale el enojo porque Arévalo no está actuando conforme lo esperaban. Otra línea de las discusiones es la conveniencia o no de solicitar cargos en alguna institución pública en correspondencia a su actuación en el plantón que duró más de 100 días. Otra más se refiere a la necesidad de programar acciones para acuerpar o presionar al gobierno del Movimiento Semilla.

Es importante que en estos debates se valoren los alcances que puede tener la independencia del movimiento social, ya que, en otros tiempos, algunas de sus organizaciones respondían sólo a directrices de partidos políticos y caudillismos. Mantener la independencia es fundamental para acumular fuerzas y para emprender acciones que respondan a las demandas sociales. Hay que evitar la desmovilización, la apatía o cualquier expresión de dependencia, incluso hacia el gobierno de Arévalo.