laCuerda

 

A Rosa Chávez la conocemos por su poesía, publicada en varios libros, por sus actuaciones artísticas en la calle, por su presencia en los medios culturales, por su amistad. Le pedimos una entrevista para esta sección, considerando que es una voz representativa de la generación de posguerra que ha sembrado semillas de esperanza a través del arte, del activismo y de la palabra escrita.

¿Cómo entendés/definís el feminismo?

“Más allá de una descripción académica o un concepto específico, siento y vivo el feminismo como una experiencia que genera autonomía, libertad, placer, conocimiento; formación también, porque definitivamente las pensadoras feministas han recreado un cúmulo de conocimiento que está para retomarlo. Para mí el feminismo también es memoria histórica, desde las mujeres, esa memoria borrada, silenciada, pero que está allí para recuperarla.” Aclara que no existe un solo feminismo y que éste es movimiento, teoría y forma de vida, agregando que también es alegría, gozo.

Uno de mis despertares

Estaba estudiando diversificado en la Escuela de Educación para el Hogar, donde había maestras conscientes, feministas inclusive, y por allí llegaron unas Cuerdas a sus manos: “Me encontré con la palabra feminismo, con mujeres que estaban diciendo cosas que me movieron, pensamientos que me atravesaron; me llamó la atención que estaba llena de arte, dibujo, grabado, poesía, fue para mí de mis primeros encuentros con los feminismos. Mi propio proceso de descolonización y de reencuentro con la cosmovisión de mi pueblo, va ligado con mi encuentro con el feminismo.”

Rosa explica cómo fue su trayectoria personal para llegar hasta hoy. En un momento de su vida, conoció a las compañeras mayas de Kaqla’, a quienes vio como mujeres “cuestionándose fuertemente, que estaban siendo criticadas por sus posturas, por su forma de vivir la cosmovisión, el trabajo con los cuerpos. Encontrarme con ellas ha sido una bisagra dentro de mi propio pensamiento feminista.”

Acercarse al feminismo le permitió darse cuenta “cómo funciona el patriarcado, sistema machista, opresor, heteropatriarcal, y también de todo lo que ya no quería que afectara la vida de los seres que amo, mi entorno, mi conocimiento.” Al preguntarle si se adscribe a alguna corriente feminista, aclara que le atrae el feminismo comunitario, pero que igualmente le interesa lo que hacen las negras, las mestizas, las latinoamericanas, las ecofeministas. “No concibo para mi experiencia un feminismo que no sea antirracista.” Reconoce como referentes fundamentales en su trabajo literario a las escritoras feministas Ana María Rodas, Luz Méndez de la Vega y Margarita Carrera. “El reto es recrear mi propio feminismo a partir del conocimiento de otras feministas con las que me identifico; a partir también de las mujeres de mi pueblo, de mi propia experiencia, retomando del pasado lo que nos fortalece como mujeres originarias, pero también haciendo un análisis crítico histórico de lo que ya no queremos en nuestras vidas, buscando nuestra autonomía, nuestras libertades, reconociendo que somos parte de un pueblo, pero que no se invisibilicen nuestras luchas.”

Coincidimos en que es importante reconocer y estudiar lo que están escribiendo las feministas en Abya Yala, el conocimiento que están produciendo. Afirma que pensadoras como Aura Cumes, Yuderkys Espinoza, Vandana Shiva, Rosalina Tuyuc, han sido fundamentales en su formación. 

Actualmente, Rosa trabaja en “Asociadas por lo Justo”, una organización donde se ha encontrado con feministas y mujeres luchadoras a nivel mesoamericano y global. “Para mi trabajar específicamente con mujeres está siendo una ventana que se abre, me genera retos desde el conocimiento que me llaman a formarme, a aprender mucho más. Poder aportar a la vivencia de nuestros derechos es muy valioso para mí.”

Herencia materna

Aunque su madre no se nombra feminista, ella es uno de los pilares vitales de Rosa: “Nos permitió a mí y a mi hermana ser mujeres pensantes, luchó muchísimo para que tuviéramos educación, para que fuéramos felices, ella siempre respetó nuestras decisiones. Y eso me permitió poder ser quien soy ahora.” La migración a la ciudad, donde enfrentó el racismo urbano, no la arredró, “siempre fui orgullosa de mi raíz indígena, pero no tenía conciencia política de lo que significa ser mujer”.

No estamos solas

“¡Ese lema es cierto!”, afirma, refiriéndose a las redes a nivel mundial de mujeres apoyando a otras mujeres y eso le parece importante. Admira la valentía de las feministas que hacen denuncia, que no invisibilizan a otras. “Para mí, ser feminista es un identidad de resistencia que asumí conscientemente, por eso mismo es importante en este momento histórico nombrarme como tal, con lo que eso conlleva.” Y de nuevo aclara que es una identidad en construcción. Relata que el día que fueron quemadas las 56 niñas, marcó un antes y un después, “para mí ser mujer iba a convertirse en una de mis luchas vitales, una de mis banderas. Estamos luchando porque queremos seguir viviendo. No es una lucha de un grupo, es una lucha por la humanidad.”

¿Qué le recomendás a la juventud?

“Escuchar nuestra voz, nuestra intuición, nuestros deseos, nuestra libertad; buscar la plenitud de nuestra vida, sanar nuestros cuerpos. Puede que no sea fácil en los contextos donde vivamos, pero nos puede otorgar mucho la búsqueda de nuestra autonomía.

También reconocer a las otras, las que vienen desde atrás, los conocimientos de nuestras abuelas, nuestras madres. No estoy hablando de idealizar, pero sí valorar las luchas de las ancestras que hoy nos permiten decir, hablar, cantar, bailar. Que no venimos de ahora, que hay que buscar, investigar; no quedarnos con lo que nos dice la escuela o la universidad, buscar otras fuentes, sobre todo, el conocimiento producido por mujeres, que es el que nos han negado.”

Fotografía: Alejandra Hidalgo