Por: Silvia Trujillo / laCuerda

 

Si es cierto que el arte está en la vida cotidiana igual que lo está la política, entonces la relación entre arte y política pareciera inevitable. El primero, como parte de la producción simbólica de una sociedad, se ve influenciado, constreñido o invitado a posicionarse a partir de los hechos políticos que se suscitan. Sobre esta relación, la función del arte en contextos de crisis política, el rap y los feminismos nos convocamos a dialogar con la artista Rebeca Lane. 

¿Quién es Rebeca Lane? 

Me resulta un poco extraño hablar de mí en tercera persona, Rebeca Lane es un seudónimo con el que empecé a cantar, a hacer rap. Lo hago desde 2012, y desde mis letras hablo de las demandas feministas, de memoria histórica, de anarquismo y otras cosas. También lo hago por medio de mi trabajo con varios colectivos de mujeres dentro del hip hop y estoy en relación con feminismos en distintos países y territorios. 

Yo leí que tu dijiste que el hip hop o el rap es como tu alma y te pregunto ¿por qué el hip hop o el rap?

No es como que haya tenido una carta y haya dicho: ‘tengo todo esto para elegir y voy a escoger éste’, creo que el hip hop en Guatemala es una cuestión bastante generacional y a mi llegó más por eso, que porque yo lo haya elegido. El hip hop era lo que estaba ocurriendo en el centro mientras yo estaba haciendo activismo político a través de HIJOS, a través del Bloque Antiimperialista, entonces, era la forma artística que a mí me llegó más. Estuve como activista del hip hop más o menos diez años antes de decidirme a cantar. 

Foto: Andy Cifuentes

¿Y cómo es hacer política desde el arte? 

Para mí, el arte tiene que ver con interpelarme a mí misma, con poner cosas que a mí me mueven; es entender la estética de una canción, la rima, la melodía, la estructura. El arte apunta a la totalidad de tu ser, a la espiritualidad, a lo corporal, a lo político, desde la alegría, desde lo reivindicativo. El arte es transformación y eso es lo que yo hago, incluso, desde mis talleres, porque la gente entra pensando que no va a poder hacerlo y salen cantado, todos felices y abrazados, porque sí lo hicieron. 

El arte tiene que llegar a la sensibilidad de la gente, recuerdo que en una marcha del Día de la Mujer en Guadalajara, se leyó un comunicado -que nadie escuchó- y luego dijeron que iban a invitar a los familiares de las mujeres que habían sido asesinadas en aquel Estado y el primer chavo que subió dijo: “yo les quiero contar cómo fue mi hermana, porque ustedes no la pudieron conocer”, y a mí esas palabras me conmovieron profundamente, el hecho de conocerla a ella a través de la voz de su hermano. De repente la gente se quedó callada y escuchó, y en ese momento supe que no quería dejar de luchar, que quería aportar mi granito para que esto no siga pasando. Eso es lo que logra el arte, movernos, conmovernos. 

Hablando del tema generacional, ¿creés que hay una actitud distinta del colectivo de artistas hacia lo político?

Creo que también es generacional, a nosotros en estos últimos gobiernos nos ha tocado vivir la pérdida sistemática de derechos. Cuando pensábamos que la democracia era una mierda, pero que estaba medio funcionando, estos dos últimos gobiernos se han encargado de minar absolutamente cualquier atisbo democrático que pudimos tener. 

Y eso ha hecho que los más jóvenes se hagan presentes, se autoconvoquen, participen y luchen. Quienes lo estamos impulsando, además, somos artistas independientes a sabiendas que esa presencia en estas luchas hará que a nosotras/os nunca nos vayan a invitar a eventos donde a los artistas se les paga bien, por ejemplo: a mí no me invitan a esos conciertos porque dicen que yo ‘a pesar de ser de las pocas artistas que tiene reconocimiento internacional y bastante movimiento en Guatemala’, no se me invita porque incomodo a su público. 

Con respecto a esa presencia de las mujeres en los escenarios vinculados a las luchas sociales, ¿por qué creés que, aunque hay un acuerdo político con el contenido de las canciones, igual hay reacciones misóginas?

Porque a los hombres en general no les gusta perder privilegios en ningún espacio y los machos de izquierda son más peligrosos que los de derecha. Ellos conocen nuestro discurso, dónde nos movemos, saben quiénes son nuestras amistades, nuestros círculos, incluso, ya saben cómo “seducir” feministas, entonces para mí es importante subirme a un escenario, sobre todo cuando estoy frente a movimientos sociales, y decir: “en estos espacios también hay machismo”, y eso es lo que a ellos no les llega. Las feministas incomodamos en todos los espacios, incluso, en los progresistas de izquierda. 

Foto: Andy Cifuentes

¿Por qué hay que seguir siendo necias en nombrar el feminismo en estos contextos de crisis y embate de los fundamentalismos? 

Porque yo no quiero vivir en una sociedad como ésta. Estamos en esta sociedad, es necesario observar nuestros propios privilegios, y tenemos una responsabilidad de transformarla justo por eso. El feminismo, a pesar de los duros embates que recibimos, nos devuelve la esperanza. 

A veces me cuesta -en este país y en este contexto- encontrar atisbos de esperanza, pero siempre apelo a ella porque es un buen cierre para esas cosas duras que yo refiero en mis canciones. ¿Qué horizonte voy a tener yo si no tengo esperanza que las cosas pueden cambiar? Yo me niego a perder la esperanza, porque me pongo a pensar en los jóvenes de los ochenta ¿Qué pensarían en ese contexto?, seguramente se sentían desesperanzados, pero aquí estamos, veinte y treinta años después, seguimos luchando, esa es la continuidad de la lucha y así entiendo yo mi rol desde el arte. 

Yo me pienso como parte de la continuidad de las luchas, pero también alguien que está dejando semillas para que otras las recojan. Yo no soy optimista, pero tengo esperanza en que podemos transformar las cosas. Es muy difícil estar involucrada sentimentalmente con este país sin perder la esperanza, pero aquí sigo, luchando.