Carmen Quintela / Periodista de Agencia Ocote

 

El sábado 30 de noviembre miles de mujeres salieron a marchar en varias ciudades de América Latina. En Guatemala, cientos se agruparon frente a la Corte Suprema de Justicia y el Congreso de la República. Fue un grito de liberación, a través de un canto nacido en Chile y adaptado a cada país, que sirvió como catarsis, como denuncia colectiva de las violaciones y agresiones sexuales.

El llamado salió de Chile. Las mujeres de la colectiva LasTesis, que días antes coreaban con los ojos vendados una canción que se quedó  en la cabeza de muchas personas durante toda la semana, pidieron a compañeras de toda América Latina reproducir el performance de “Un violador en tu camino”.

La respuesta se dio en algunos lugares el 29 de noviembre y en otros el 30. En varias ciudades de América Latina y en alguna de Estados Unidos y de Europa, las mujeres salieron a las calles de Ciudad de México, San Salvador, Bogotá, Guayaquil, Quito, Panamá, Lima, Valparaíso, Buenos Aires, Ciudad de Guatemala.

Salieron para protestar. Para desahogarse y hacer catarsis. Para señalar y gritar “¡El violador eres tú!” a todos los agresores sexuales y violadores que el sistema mantiene en la impunidad. Para bailar y recordar que “la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía”.

En Guatemala, la cita empezó a fraguarse el miércoles. Dos amigas —Ana Cristina Alvarado y Débora Chacón— vieron el llamado chileno a manifestar y hablaron de la necesidad de reunirse. Comenzaron a organizarse.

Débora Chacón habla de la protesta: “Es una denuncia muy frontal. Utilizás tu cuerpo para hacer una denuncia y es una forma muy potente de denunciar la violencia del Estado y la falta de justicia”.

El sábado 30 de noviembre, decenas de mujeres pusieron el cuerpo, algo que no es fácil. “En Guatemala hay muy poca organización, muy poco tiempo para crear espacios—cuenta Ana Cristina Alvarado—. La gente espera que alguien más actúe. Muchas personas tienen miedo de hacer las cosas en la calle, de poner el cuerpo. Creo que buscan que alguien diga dónde, cuándo y a qué hora”.

Y así fue. La voz se corrió rápido y el día de la cita, en la Plaza de los Derechos Humanos, frente a la Corte Suprema de Justicia, más de 100 mujeres llegaron, se formaron en filas y se prepararon para corear la canción. Cuando la marcha llegó al Congreso de la República, un par de horas después, el número de mujeres se había duplicado.

La colectiva LasTesis animó a las manifestantes a cambiar la letra y apropiarse de ella. En Guatemala se unieron dos propuestas. La de Ana Cristina Alvarado, y la de Lucía Rosales. Con el llamado de las chilenas, ambas comenzaron a trabajar sus propias adaptaciones, que después unieron.

Uno de los grupos, señalados en la consigna de Guatemala fueron “los progres”. La idea de incluirlos fue de Rosales: “Es importante reconocer que muchas veces estos hombres se adaptan a los discursos feministas y al final son igual de violentos, o solapan otras violencias”, explica.

Uno de los objetivos de performances como “Un violador en tu camino” es “responsabilizar a los agresores, no solo a los violadores, a todos los hombres que ejercen violencia de formas muy cotidianas”, añade Débora Chacón. “Hay hombres que en su discurso público se hacen llamar aliados del feminismo y en su vida personal practican   la violencia. Con sus parejas, sus amigas, sus compañeras de trabajo. Sobre todo, desde los movimientos sociales. Es decirles: ‘Vos también sos un violador. Cuando obligás a tu pareja a tener relaciones sexuales y ella no tiene deseos, cuando acosás a una compañera con tal de conseguir algo, cuando acosás en la calle…’”.

La intervención de Guatemala comenzó con una consigna presente en marchas y concentraciones de mujeres, desde el 8 de marzo de 2017, el día del incendio en el Hogar Virgen de la Asunción, en el que 41 niñas murieron quemadas y 15 sobrevivieron con secuelas graves. “No eran calladitas, eso no les gustó, exigieron sus derechos y el Estado las calló”, retumbó de nuevo frente a la Plaza de los Derechos Humanos.

“Y si denuncias con tus hermanas las violaciones en los hogares, ellos te encierran, te queman viva y la justicia después evaden”, continuó la letra.

Algunas de las vendas con las que las mujeres cubrieron sus ojos también tenían mensaje. Escritos, con pintura blanca, estaban los nombres de las 41 niñas y adolescentes fallecidas en el incendio. “Para mí, lo de las vendas implica denunciar cómo la sociedad ante la violencia contra las mujeres es indolente, indiferente —explica Chacón—. Para muchos es un chiste. Es no querer verlo. Lo tenés en casa, en la calle, y no lo querés ver. Por lo mismo se decidió poner los nombres en las vendas. Porque la vida en este país ha continuado después de que 56 niñas fueran encerradas y quemadas por el Estado”.

“En los últimos meses nos hemos dado cuenta de que cada vez que bajamos la guardia y dejamos de recordarlas, nos dan golpes fuertes, como cuando quitaron las cruces, o ahora que buscaron hacer una denuncia en contra de ellas —completa Ana Cristina Alvarado—. La gente cree que no sirve de nada estarlas recordando, porque es algo que ya pasó. Pero quienes cometieron los crímenes se aprovechan de que la gente pierde la atención. No es solo recordarlas por algo sentimental o emocional, sino porque es necesario hacer justicia”.

Las protestas removieron muchas emociones. La violencia fue la primera respuesta. En redes sociales, varias personas atacaron las acciones con insultos y amenazas. Para Chacón, el performance “ha tenido un impacto muy fuerte. Muchos se han sentido aludidos. Que ellos se sienten interpelados quiere decir que les caló, que fue tan directo y frontal que les hizo pensar en algo. Aunque se burlen, aunque evaden sus responsabilidades, es decirles: miren, nos damos cuenta de lo que hacen”.

Pero también, a partir de las movilizaciones, varias mujeres denunciaron con datos algo más concretos, agresiones y abusos que sufrieron a lo largo de su vida. Con la consigna de “Un violador en tu camino” como base, comenzaron a circular los mensajes. “Y la culpa no era mía (tenía 9 años), ni dónde estaba (en mi casa), ni cómo vestía (licra y playera)”. “Y la culpa no era mía (tenía 13 años), ni dónde estaba (en la casa de un amigo), ni cómo vestía (traje de baño)”. “Y la culpa no era mía (20 años), ni dónde estaba (en el trabajo), ni cómo vestía (mi traje indígena)”.

“Creo que es una consigna con la que todas nos podemos identificar, cada quien con las propias violencias que ha atravesado —concluye Alvarado—. Probablemente no nos enteraremos, pero cada una que estaba ahí parada en los performances, pensaba en situaciones que ha vivido”.

 

#ElVioladorEresTú