Stacy Velásquez / Soy una mujer trans hecha de decisiones, salvadoreña exiliada en Guatemala después del conflicto armado interno en El Salvador. Luego de estar en contexto de prostitución y sufrir violencia sexual, he decidido ser feliz, en medio de tanta violencia normalizada hacia las mujeres trans.

 

 

 

 

 

Las mujeres trans merecemos ser felices y no trabajadoras sexuales o prostitutas Las mujeres trans merecemos ser felices y no asesinadas

Las mujeres trans merecemos ser felices y no despreciadas por la misma familia

Las mujeres trans merecemos ser felices y no drogadictas y alcohólicas

Las mujeres trans merecemos ser felices y no excluidas de la educación y el trabajo

Las mujeres trans merecemos ser felices porque esta sociedad no es justa

Si la pandemia nos impide sobrevivir, entonces nos merecemos ser rebeldes.

 

 

Como directora de una organización, debo decir que es bien difícil poder digerir esta realidad oculta de buenas costumbres y de moralidad intachable, o sea satanizar no ser una mujer con vagina nos cuesta la vida a las mujeres trans. Cuando el Estado y el gobierno no nos protege, debemos buscar los mecanismos que nos ayuden a sobrevivir y ser felices, además de poder ser una mujer diferente, una mujer con pene.

Ser una mujer diferente implica no tener una ciudadanía en un mundo donde migrar es normal, la movilidad humana es un derecho, pero para las mujeres trans no lo es, somos migrantes en nuestras propias tierras de origen ya que no poseemos un documento de identidad que nos identifique tal cual somos.

Si a esto le sumamos el contexto de la COVID-19, podríamos decir que el trabajo sexual o la prostitución ha aumentado en esta situación, es bien fácil darse cuenta que muchas compañeras que antes trabajaban en peluquería ahora se dediquen al trabajo sexual o prostitución para sobrevivir a la pandemia, ya que las están sacando de sus alquileres y de sus casas sus propias familias a las que no les parece productivo que dejen de llevar la misma cuota de siempre.

Han ocurrido siete asesinatos, dos decesos en los hospitales por COVID-19 y una desaparecida

que lleva dos meses sin que el poder judicial de respuesta efectiva, a esto le sumamos que de las más de 15 mil mujeres trans que habitamos Guatemala, sólo le ha llegado ayuda, desde OTRANS-RN, REDTRANS-GT y REDLACTRANS, a 470 compañeras a nivel nacional pues el sistema de salud no nos está atendiendo. Existe la clínica Trans-Vivir de OTRANS-RN y es el único expendio de salud especializado en el país para atender a personas trans.

La violencia institucional es visible, palpable y tangible para las mujeres trans, por ello, debemos hacer acciones concretas encaminadas a la transformación de la lucha y a los indicadores que nos lleven a tener una ley de identidad de género que nos pueda ofrecer servicios esenciales para una población tan vulnerable.

Las niñas y adolescentes trans están siendo prostituidas por el mismo Estado y gobierno, en complicidad con los padres de familia transfóbicos. Hace algunos días se publicó en un artículo el caso de una adolescente trans que está pernoctando en la Plaza, frente al Palacio Nacional, durante el toque de queda, sin alimentación, sin donde ir a dormir. ¿Qué les espera a estas niñas y adolescentes trans en la noche? Con todos los indigentes, abuso sexual, drogas, alcohol y un sinfín de cosas que vivimos a consecuencia de adultizar ser TRANS.

Todo lo anterior lo vengo sufriendo, viendo y condenando desde mi activismo y desde mi propia historia de vida, y todo esto lo hago porque quiero que las niñas y adolescentes trans no sufran en un futuro muy cercano esta violencia machista, patriarcal y normalizada.

NOS MERECEMOS SER FELICES Y TAMBIÉN REBELDES.