Francelia Solano / laCuerda
Violeta Alfaro es periodista, analista, escritora y además, formó parte de la historia del feminismo en los años setenta. Tiene más de 60 años de ser feminista y nos comparte cómo se miraba ser parte de la liberación de las mujeres en años marcados por el conflicto armado, en paralelo con el machismo que ha caracterizado a la sociedad guatemalteca.
¿Cómo era el feminismo?
“En los años setenta nos reunimos algunas compañeras, pocas, en un círculo de estudio y reflexión sobre la condición que vivíamos, en lo que llamaron la segunda oleada del feminismo. Aquí surgen movimientos por la liberación de la mujer en varios países del mundo. En Guatemala el acercamiento al movimiento feminista se produce leyendo a Simone de Beauvoir y de nuestra experiencia en una sociedad machista; eso nos lleva a asumir ciertas posiciones. Era un círculo de reflexión sobre diversos temas, no solamente de la mujer sino de la situación social de Guatemala y no solamente eran las mestizas sino también indígenas”.
Coincidió con la etapa en la que Violeta comenzó a hacer periodismo y un suplemento que se llamaba ELLA, para el diario El Gráfico. La revista presentaba contenido como recetas de cocina, horóscopos, moda y belleza. Alfaro decidió incluir columnas donde las autoras escribieran sobre varios temas desde perspectivas feministas.
“Invité para que escribieran algunas mujeres, entre ellas Ana María Rodas, hace como 50 años. Recuerdo un artículo que escribió que se llamaba ‘¿Sabe usted hacer el amor?’ y es que en ese tiempo surgió una noticia de un lugar que estaba ofreciendo trabajo a mujeres y en la entrevista les preguntaron eso. Ana Maria publica el libro Poemas de la izquierda erótica que causa bastante impacto (por considerarse algo obsceno). También vino Alaíde Foppa con la revista Fem, que significó un acercamiento con el tema. Nosotras a veces distribuimos las revistas”.
Ambos acontecimientos fueron importantes en la difusión del feminismo en Guatemala. En el primero, en 1973, Rodas habla en versos de dos grandes temas tabú: las personas en condiciones de pobreza y la liberación femenina. El libro era considerado obsceno y pornográfico. La segunda sacudida del feminismo en Guatemala se dio en 1976, con la revista Fem, dirigida por Alaide Foppa, donde se difundía información feminista, ensayos y se daba la voz a mujeres en el arte.
¿Cómo fue su acercamiento personal?
Inicia desde el punto de vista teórico en los años sesenta al leer El segundo sexo de Simone de Beauvoir y por ser mujer en esta sociedad. Incluso me sucedió con una institución importante al solicitar trabajo, salió por oposición, gané con el punteo más alto y no me contrataron. Yo fui a reclamarle al director, a pedirle explicaciones y él me dijo claramente: ‘no quiero tener parto cada año’. Así. Esta era la experiencia de ser mujer. También influenciaba lo que nos llegaba sobre lo que pasaba en el mundo. Resalto que así como concepto de feminismo no lo manejamos, sino como liberación de la mujer”.
¿Qué luchas había en ese momento?
“Estaban en discusión temas como planificación familiar y aborto. El de planificación familiar era porque la iglesia siempre se opuso y también corrientes progresistas. Se veía como una política neomalthusiana (la planificación familiar) porque venía de Estados Unidos y se creía que lo que se pretendía era ‘que no hubiera más pobres en el mundo’.
Entre los años sesenta y principios de los setenta fue una etapa muy importante porque se publicó Guatemala: una interpretación histórico social de Carlos Guzmán Böckler y Jean Loup Herbert, que muy bien fundamentado plantea el punto de vista del tema social sobre la contradicción de un indígena en Guatemala y sobre la mujer indígena. Y la otra situación era el conflicto armado en Guatemala”.
Para Violeta Alfaro el ensayo es importante, ya que se hablaba de interseccionalidad y cómo ser mujer y ser indígena es difícil en un país como Guatemala. Este ensayo que se publicó en los setentas, fue el primer paso para el surgimiento del libro más icónico de Severo Martínez en los ochentas: La Patria del Criollo. En ambos se habla de racismo y se define la figura del ladino en la opresión hacia los pueblos mayas.
Alfaro considera necesario resaltar que el conflicto armado era una lucha importante que de cierta manera impidió un mayor crecimiento del movimiento de mujeres liberadas, ya que muchas de las más valientes estaban en armas.
En medio de un conflicto ¿Cómo era ser una mujer liberada?
“En Guatemala no estábamos muy al día sobre el tema, no por falta de mujeres conscientes, sino porque desde los sesenta había iniciado el movimiento revolucionario armado y en ese momento ya había muchas alzadas en armas. Habían adquirido (sic) una lucha reivindicadora en todos los campos y las mujeres estaban incorporadas. Que no sería la primera vez que se unieran a las reivindicaciones. Siempre hemos estado en las luchas reivindicadoras”.
¿Cómo se miraba ser parte de un movimiento como este?
“No llegó a configurarse ningún movimiento, eso se logró después de la firma de la paz. En mi opinión y a mi juicio, tiene que ver con que las más valientes y conscientes y las que sentían más lo que pasaba en la sociedad guatemalteca, estaban comprometidas con una lucha mayor.
Sobre cómo se miraba, recuerdo que el esposo de una amiga en estos grupos de reflexión, se inventó para nosotras, menos de diez compañeras, unas siglas. Organización Guatemalteca… bueno ya no me recuerdo, pero decía ORGASMO, por burlarse de nosotras.
Incluso los hombres o amigos que oían que uno era una mujer liberada, pensaban que estaban liberadas para acostarse cuando un hombre lo pidiera en cualquier momento. Es decir, ellos veían liberación sexual. No se veía con respeto, sino con desconfianza y burla”.
Alfaro, desde el otro lado del teléfono, recuerda las luchas que se ganaron durante su época. De la que se siente más orgullosa, es la de haber formado parte del movimiento que buscó que la vestimenta maya se pudiera utilizar en los diferentes espacios laborales y lograr la penalización para quienes se opusieran a esto. Además de otras luchas que continúan vigentes para esta nueva generación de feministas, como la de lograr que la planificación familiar llegue a todas las mujeres y la despenalización del aborto.