Pia Flores / laCuerda

Margarita Hernández Quixtán es una de las 21 mil 329 comadronas de Guatemala. Vive en Santa Cruz del Quiché, pero su reputación viaja más allá de las montañas que rodean la cabecera, las aldeas y los municipios cercanos, por lo que también atiende pacientes en Huehuetenango, Escuintla y Guatemala.

Mientras la pandemia obligó a la mayoría de la población a suspender sus actividades fuera del hogar y encerrarse para evitar la propagación de la Covid-19, para las comadronas fue todo lo contrario. Igual que el trabajo del personal en los centros de salud, los hospitales y las clínicas privadas, el trabajo de Margarita y las comadronas aumentó. “Ha sido más trabajo porque la gente tiene miedo y no se anima a ir a los centros de salud ni a los hospitales. Entonces me buscan a mí, me tienen esa confianza”, explica Margarita.

En Guatemala las comadronas asumieron muchos de los controles prenatales que los servicios de salud dejaron de hacer cuando las consultas externas cerraron por la pandemia. Algunas también llevaron el control de vacunación de las embarazadas y los recién nacidos, y han atendido más partos domiciliarios.

En el estado de calamidad, el gobierno suspendió el transporte público y trasladarse para llegar a las pacientes en pandemia se convirtió en un desafío para Margarita. Tuvo que pagar más de el triple por transporte privado, en carros, “toritos”, como le dice a los tuc-tucs, o incluso en motos. En muchas ocasiones optó por caminar, aunque se tardaba hasta dos horas. Se coordinaron permisos con la PNC para que ellas pudieran moverse en toque de queda, como cualquier otro miembro del personal de salud. “Me ha costado demasiado llegar a las aldeas. Pero sigo trabajando.

Es eso lo que hago. Traigo bebés y acompaño a las mujeres. Siempre con mi gel, mi mascarilla, mi spray y con mis guantes, cuidándome”, dice Margarita contenta. Desde marzo, cuando comenzó la pandemia, ha atendido a más pacientes de lo normal. Recibió a más de 20 bebés y, como lo suele hacer, atendió a sus madres con baños e infusiones medicinales, masajes y paxtes. Pero también atendió a más niñas, niños y adultos, con todo tipo de síntomas. Asegura que hasta el momento ninguno ha sido por Covid-19.

Foto: Asociación Ixmucané

Una oportunidad perdida

Las comadronas atienden aproximadamente 27 por ciento de los partos en el país, según datos de 2018 del Instituto Nacional de Estadísticas (INE). Para casi un tercio de las mujeres que dan a luz, las comadronas son su fuente de cuidados preferida durante su embarazo y en el tiempo de posparto, y son su principal contacto con el sistema de salud. Son mediadoras que hacen puente entre el conocimiento ancestral, la medicina tradicional y el derecho de las mujeres indígenas a buscar servicios de salud según su pertenencia cultura, por un lado; y por otro, un sistema de salud ineficiente en cobertura, y lejos en distancia y costos para la mayoría de la población indígena.

Gozan de la confianza que muchas personas no tienen en el sistema de salud. Esa brecha incrementó durante la pandemia, donde hubo quienes dejaron de buscar asistencia en los centros de salud. “Tienen miedo que solo a morir van a los hospitales”, dice Margarita.

También se abrió una oportunidad, no solo para que el Estado de Guatemala reconociera el trabajo que realizan, sino para fortalecer el acceso a la salud a través de las comadronas. Tal como lo establece la política aprobada en 2015, según explica Zulma Calderón, doctora y defensora de la salud de la Procuraduría de Derechos Humanos. “Se hizo más relevante la necesidad que existe de integrarlas, con el debilitamiento que ha tenido todo el primer nivel de atención en la pandemia, que es donde ellas deberían de tener la mayor fortaleza de coordinación. A pesar de que tenemos una política, el Estado de Guatemala aún tiene pendiente darles el reconocimiento al trabajo que realizan”, explica.

Especialmente en tiempos de pandemia, aumenta la importancia del acceso a la salud para mujeres embarazadas. La revista British Medical Journal publicó los resultados de una investigación sobre las consecuencias de la Covid-19 en mujeres embarazadas. Concluyeron que ellas tienen mayor riesgo de necesitar atención en cuidados intensivos que otras mujeres contagiadas. Además encontró que es más probable que tengan partos prematuros y que sus bebés necesiten hospitalización. La defensora indica que nunca se implementó una línea estratégica para articular el trabajo importante de las comadronas del país durante la crisis sanitaria, ni para equipar y capacitarlas en el uso del equipo de protección. “Se perdió esa oportunidad que el Ministerio de Salud las hiciera parte del trabajo que hacen los servicios de salud. Por ejemplo que a través de ellas se distribuyeran las vitaminas prenatales y otros servicios durante el embarazo”, dice Zulma.

“El enemigo de las comadronas”

Margarita tiene 52 años, y 25 de ejercer como comadrona. Vive en carne propia cómo la falta de reconocimiento institucional se convierte en ataques y descalificación sistemática de su trabajo cuando se acerca a los servicios de salud pública. Al referir una paciente al hospital público, por ejemplo, en muchos casos el personal no permite que las comadronas entren a acompañar a su paciente, y tampoco les brindan información sobre su desarrollo. “No nos tratan bien. No nos comprenden y son abusivos. Dicen que nosotras malinformamos a las mujeres. En los hospitales privados es menos, y nos dejan entrar con nuestras pacientes”, narra Margarita. Recuerda a un enfermero en particular, a quien describe como “enemigo de las comadronas”. Siempre la maltrataba y la acusaba de malinformar a las mujeres.

Fermina López, de la Asociación Ixmucané, que apoya a los diferentes consejos de abuelas comadronas, explica que la persecución por parte de miembros del personal de salud es común. Hasta han habido casos donde las acusan por la muerte de pacientes o por ejercer abortos clandestinos, y las amenazan con quitarles su carnet. Gracias al acompañamiento de la asociación Margarita ya no se deja. Conoce sus derechos y como dice ella: “ya tengo más voz”.

Los ataques son parte de la misma falta de reconocimiento y visión que predomina en el Ministerio de Salud, asegura Zulma Calderón y lamenta que no se aprovechó el momento para fortalecer los enlaces entre las comadronas y el sistema de salud. “Al final hay que reconocer que toda esta línea de trabajo, se hace en función de esa credibilidad a nivel de comunidad hacia las comadronas”.