Las tormentas Eta e Iota dejaron el territorio guatemalteco hace algunos días. Tras su paso, quedaron miles de personas damnificadas que hoy hacen un llamado para que la ayuda continue llegando.  Estas son las condiciones en las que se encuentran y desde las cuales, solicitan solidaridad y apoyo.

Kimberly López / laCuerda

Según el último reporte de la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (CONRED), 174 mil 951 personas fueron afectadas por la tormenta Iota. De estas, más de 16 mil fueron evacuadas de sus hogares y 3 mil 558 aún se encuentran en albergues.

Semanas antes, 1 millón 198 mil personas fueron impactadas por los estragos de la tormenta Eta. Las tormentas dejaron sin vivienda, sin familia, sin comida y con escasas posibilidades de sobrevivir a miles de personas que piden ayuda, a cientos de kilómetros de la ciudad.

Desde Alta Verapaz: “Necesitamos algo que los haga sonreír” 

Con la llegada de Eta al país, Andy Gollo, residente de la comunidad Santa Elena en San Cristóbal Verapaz, Alta Verapaz, se convirtió en uno de los colaboradores del Consejo Comunitario de Desarrollo (COCODE).

“No habíamos tenido algo similar. Según recuerdo, lo del huracán Mitch sucedió cuando yo tenía como 8 años pero no fue tanto como lo de ahora”, relata.

En las últimas semanas, Andy junto a otros líderes comunitarios han gestionado y recibido ayuda de donantes que envían apoyo a las familias sobrevivientes de los deslaves ocurridos en la aldea Quejá y Saquixim. La primera reportó aproximadamente 100 personas desaparecidas  y la segunda más de 200 familias afectadas.

Ante la catástrofe, la aldea Santa Elena, ubicada a más de 200 kilómetros de la ciudad de Guatemala, se convirtió en un albergue para quienes lo perdieron todo en las comunidades vecinas. Hasta hoy, resguarda en escuelas e iglesias a 5 mil 200 personas, es decir, el 85 por ciento de quienes vivían en la aldea Saquixim y el 70 por ciento de quienes habitaban en Quejá. En los albergues se necesitan colchonetas y ponchos para dormir así como calzado para niños y niñas.

Todos los días, Andy conversa con las personas afectadas,  “lo que predomina es la preocupación. Acá hay niños y mujeres tristes. A veces creo que necesitamos la presencia de payasos o algo que les traiga un poco de alegría, que los haga sonreír”, cuenta.

Aunque poco a poco, las lluvias han cesado, incrementa la preocupación y la incertidumbre de las familias. Desconocen en dónde serán reubicadas, en cuánto tiempo podrán recuperar su vida y todo aquello que la lluvia se llevó.

Desde Izabal: “El gobierno no nos escucha y no nos da la mano” 

La comunidad de Sepur Zarco, está ubicada a 400 kilómetros de la Ciudad de Guatemala rumbo al Caribe. En las últimas semanas, cientos de familias que la habitan se encuentran incomunicadas y recurren a la organización comunitaria para sobrevivir día a día.

Marcos Xoná es uno de los habitantes de la comunidad, también es trabajador de la organización Mujeres Transformando el Mundo (MTM), que acompaña a mujeres sobrevivientes de crímenes ocurridos durante la guerra interna.

Desde la distancia y con muchas dificultades para comunicarse vía telefónica, Marcos relata lo que aún viven las familias ubicadas en Izabal y el Valle del Polochic. Este último está integrado por municipios de El Estor y los municipios de Senahú, Panzós, La Tinta, Tucurú y Tamahú, en el departamento de Alta Verapaz.

En esas comunidades persisten las dificultades para tener acceso a energía eléctrica  y la única manera de salir o entrar es por vía aérea. Ninguna autoridad local o gubernamental ha enviado apoyo para las personas afectadas por los estragos de las tormentas recientes. La alternativa con la que han logrado sobrevivir es mediante organización y solidaridad.

“Las comunidades están haciendo reservas de maíz y frijol y están compartiendo lo que tienen hasta donde alcance, después de eso a ver qué nos depara el futuro y ojalá venga algún tipo de ayuda humanitaria”, dice Marcos.

Con esa esperanza, solicitan apoyo a personas y organismos internacionales que puedan enviar víveres y agua. No lo solicitan al gobierno, pues han entendido que aunque lo intenten “no nos escuchan y no nos dan la mano”.

Las familias afectadas están ubicadas en albergues instalados en escuelas y salones comunales. Duermen en el suelo, sin condiciones dignas y hay niñas y niños que aún permanecen con fiebre, vómitos y diarreas.

Marcos aprovecha los minutos de conexión telefónica para hacer un llamado de ayuda y solidaridad para las familias que han quedado incomunicadas y que perdieron desde sus animales hasta su techo.

Sepur Zarco es una comunidad ubicada al límite de los departamentos de Alta Verapaz e Izabal. En ambos departamentos la mayor parte de la población vive en situación de pobreza rural, según el Instituto Nacional de Estadística.

Desde Chisec: “No sabemos cuándo nos vamos a recuperar”

Alicia Chocoj es madre soltera, vive en la aldea Yalico, ubicada en el municipio de Chisec y hace algunas semanas la lluvia le arrebató todas sus pertenencias. Para conversar algunos minutos con la periodista que escribe esta nota, Alicia se aleja de su parcela y camina en busca de señal.

Desde hace semanas, la comunidad se encuentra inundada y parcialmente incomunicada. Además de Alicia y su hija, unas 45 familias también dejaron sus casas y ahora intentan instalarse en parcelas.

En Chisec,  el 70 por ciento de las viviendas cuenta con piso de tierra y el 90 por ciento con techos de lámina. Casi el 100 por ciento de la población rural vive en condición de pobreza. A pesar de las limitaciones económicas de las familias, Alicia cuenta que antes del paso de las tormentas la vida en la comunidad era muy tranquila.

“Jamás nos esperamos algo como eso. Lo perdimos todo, apenas logramos empacar un poco de cosas porque cuando el agua llegó se lo llevó todo”, recuerda.

Hoy lo que antes fue su casa, se asemeja más a una pequeña laguna que cada día crece un poco más.

Alicia relata que ni las autoridades locales, ni las del gobierno central, se han presentado a su comunidad para brindar orientación y apoyo a las familias que no saben cómo reponerse de lo sucedido. La ayuda que han recibido, explica, eran víveres provenientes de España.

Para ella, es difícil mantener la serenidad cuando teme que todo lo que acumuló hasta ahora, quedó ahogado en medio del agua. “Soy una madre soltera, es triste, pero ni modo hay que buscar la manera de cómo salir adelante, tampoco vamos a esperar ayuda del gobierno porque ya vimos que no hay ningún apoyo”, dice con un tono de desesperanza.

Marcos, Alicia y Andy siguen viviendo las consecuencias de dos tormentas que dejaron estragos y de un gobierno incapaz de responder pronto a las necesidades acuciantes de la ciudadanía. A cientos de kilómetros y luchando contra las barreras que les impiden comunicarse con el exterior, lanzan un recordatorio: los efectos de las tormentas todavía no han sido superados.