Francelia Solano / laCuerda

Honduras ya era uno de los países más peligrosos de toda América, pero con el gobierno de Juan Orlando Hernandez (JOH) todo empeoró.

La violencia organizada aumentó, el desempleo creció y la violencia contra las mujeres está en sus picos más altos. Esto cuenta Jessica Sánchez, directora ejecutiva de la organización Sociedad Civil en Honduras. Desde la primera caravana de migrantes, este grupo ha investigado las razones por las cuales las mujeres migran.

La investigación “Situación de las violencias contra las mujeres y su relación con el desplazamiento forzado y migración”, concluyó que el feminicidio, las amenazas de muerte a ellas o alguien de su núcleo familiar, y la conminación de violación, son la principal razón de la migración.

Sobre esta última se da un fenómeno aterrador: las mujeres que huyen de violación saben que en su camino a EE.UU. serán abusadas sexualmente. Por ello, en muchos casos toman pastillas anticonceptivas para no resultar embarazadas de su agresor. Muchas de ellas deciden salir de sus países porque saben que dos o tres violaciones no van a ser igual que una vida entera llena de intimidaciones y violaciones en su país.

Ana Lizzet Cruz, directora de la asociación Calidad de Vida, asegura que los casos de violencia en el hogar también se suman a la lista. Explica que cuando una mujer denuncia a las autoridades, no obtiene resguardo. Lo anterior, debido a que “no hay ninguna legislación para mujeres denunciantes”.

Otras de las razones que llevan a las hondureñas a migrar, según la investigación, es el reclutamiento forzado de pandillas, extorsión y por último, la crisis económica. “Es decir que las hondureñas migran más por seguridad que por dinero”, explica Sánchez. Cuenta también que esta tendencia, de mujeres migrantes, ha aumentado en los últimos años. Huir significa que la situación ha llegado a niveles insostenibles.

Perfil de la mujer que migra

Según la investigación realizada en 2019, de cada 10 mujeres hondureñas que migran, seis están entre los 20 y 30 años. Es decir que se expulsa a las mujeres de su país en la etapa más productiva de sus vidas, por la violencia en el lugar. Pero el dato más impactante es que una de cada 10, tiene de 10 a 19 años de edad. De ellas, el 54 por ciento le huye al feminicidio y el otro 17 por ciento, a la violencia contra las mujeres. Según un testimonio recolectado, a las mujeres migrantes les toca moverse de ciudad de habitación porque “son ellas las responsables” de lo que les pase a ellas y a sus hijos. En 10 años, en Honduras, la violencia contra las mujeres ha tenido un aumento de 355 por ciento. Es huir o morir.

Otra causa de migración son las amenazas a defensoras de derechos humanos, que defienden la tierra y el territorio. Honduras es un país peligroso para ser mujer activista, para muestra el caso de Berta Cáceres, quizás el más representativo.

Migrar en pandemia

“La pobreza, exclusión y violencia siempre existieron en Honduras. La pandemia agudizó estas problemáticas pero no las originó”, comenta Jessica Sánchez quien dice que la última caravana de migrantes fue solo la explosión, luego de meses de pobreza y situaciones insostenibles para muchas personas en el país. Durante la pandemia el gobierno de JOH promocionó varios programas sociales que han incluido ayuda económica, dinero para emprender o una propuesta para disminuir las altas tasas de desempleo, pero muchos de estos eran programas clientelares que no llegaban a las personas que más lo necesitaban.

Lizzet Cruz explica también que el 54 por ciento de las cabezas de hogar en Honduras son mujeres, pero no existe ningún programa que las priorice. Muchas de las mujeres hondureñas comenzaron su camino junto con sus hijos, con pequeños maletines en la espalda y muy poco dinero. Esto a pesar de un temor generalizado de poder contagiarse de Covid-19.

Muchas decidieron que era mejor “exponerse a ellas y a sus hijos” que a la muerte segura que les esperaba en Honduras. El paso por Guatemala fue difícil, en la población había miedo al contagio del virus, es por ello que la ayuda fue muy poca en comparación a lo que ocurrió con caravanas anteriores. Guatemala no fue un buen vecino, las y los migrantes fueron recibidos con discursos de odio por parte del presidente Giammattei y luego, deportados de manera violenta a su país de origen.

“No permitiremos que algún extranjero que está utilizando métodos ilegales para ingresar a este país crea que tiene derecho de venir a contaminarnos y ponernos en grave riesgo”, dijo Alejandro Giammattei cuando más de mil migrantes hondureños entraron al país a inicios de octubre de este año.

Para Sánchez estas declaraciones causaron asombro y las califica como discurso de odio. Además, remarca que Giammattei fue muy insistente en decir que la entrada fue ilegal, cuando hay tratados que permiten la libre movilidad en países del norte de Centroamérica. Sánchez concluye recordando que, durante el conflicto armado interno, Honduras fue un importante lugar de asilo para muchas personas guatemaltecas y que ahora, cuando toca devolver la moneda, paga con un discurso de odio.