Maya Alvarado Chávez / laCuerda

Ilustración: Mercedes Cabrera

 

La construcción de autonomía implica una decisión política que conlleva reapropiarnos de nuestros cuerpos y emociones; reflexionar, recuperar, resignificar nuestras historias de vida personales y colectivas. Es un ejercicio que requiere a la vez, solitud y diálogo permanente, lo cual es complejo de armonizar. No es una ruta sencilla, pero definitivamente es necesaria.

Habitar nuestro cuerpo plenamente es ubicar el espacio y tiempo de nuestras decisiones y acciones; medir nuestro ritmo y aliento para estar o no en lugares, relaciones. Conocernos palmo a palmo, de arriba y abajo de la piel y el sentimiento, para disfrutar sin manipulaciones externas. Nuestro cuerpo es ese territorio donde todo confluye, por eso, en él se consuma la expropiación de nuestra capacidad de conocer, decidir, hacer elecciones, asumir las consecuencias que todo ello conlleva.

Si existe una ruta para desmontar las opresiones y alejarnos de mandatos impuestos por los sistemas de dominación (heteropatriarcal, colonial, capitalista), esa ruta implica autonombrarnos, definir desde nosotras los horizontes de llegada y las rutas a transitar. Esta posiblemente sea la acción más radical que podamos asumir para constituirnos como sujetas sociales y políticas y colocarnos al centro de nuestras vidas y dignidad.

¿Por qué le interesa al sistema anular nuestra capacidad de decidir y ser autónomas?

La acumulación capitalista reclama la apropiación de nuestros cuerpos para “reproducir” el andamiaje de las múltiples opresiones. Esto quiere decir que el neoliberalismo no reconoce la pluralidad de sexualidades existentes; por ello necesita controlar nuestras sexualidades, nuestra capacidad reproductiva, medicalizarla y mercantilizarla.

Para hacer posible ese control, el capitalismo se articula con el régimen heterosexual, imponiendo la naturalización de sexualidades dicotómicas y jerarquizadas en la relación hombre-mujer. También se articula con el colonialismo, estableciendo la servidumbre, principalmente hacia hombres, blancos, urbanos, heterosexuales y poderosos.

El racismo como dispositivo de poder, naturaliza la opresión de los pueblos originarios y legitima los contenidos, que, en nuestro territorio, hemos dado a reconocernos como ladinas, o alivianarnos las conciencias nombrándonos mestizas, pero sin elaborar la forma como se concretó ese “mestizaje”.    

La sexualización es ese proceso que impone códigos de conducta, para convertirnos en mujeres u hombres. Contravenir la codificación implica la condena y marginalización social, incluso la violencia y la muerte.

Apropiación de los cuerpos

Legitimar la visión dicotómica de las sexualidades, garantiza la apropiación de los cuerpos, principalmente de aquellos sexualizados como “mujeres”, a través de dos instituciones: el matrimonio y la prostitución. Esto lo explican las materialistas francesas, quienes a partir de la utilización del método del materialismo histórico y dialéctico, analizan cómo las condiciones de esclavitud y violencia en las que sobreviven la mayoría de mujeres en el mundo, implica la construcción de una clase social establecida a través del “sexo” (Collete Guillemain).

En este sentido la apropiación del cuerpo de las mujeres, implica no solo la apropiación de su fuerza de trabajo, sino de su fuerza emocional y pensamientos. Esto requiere la manipulación de sus subjetividades para obligarlas a cumplir los mandatos impuestos a través de instituciones sociales como familia, iglesias, Estado.

El control de la capacidad reproductiva

En Guatemala, la insistencia de las estructuras de poder en aprobar leyes que limitan nuestro derecho a decidir, y promueven impunidad para responsables de violencia sexual en contra de niñas, adolescentes, jóvenes, y mujeres, se relaciona con el interés del neoliberalismo de que los cuerpos empobrecidos de mujeres depredadas por todas las formas de despojo, reproduzcan mano de obra a disposición del sistema, con el objetivo de mantener a la mayoría de la población en condiciones tales de subsistencia, que esté dispuesta a ser explotada, aceptando condiciones de “empleo” que garantizan la acumulación a las empresas nacionales y transnacionales que nos venden ese mecanismo como “desarrollo”.

Desde hace algún tiempo, en nuestro territorio se han intensificado los ataques en contra de feministas, colectivas, organizaciones de mujeres y jóvenes que trabajan por el reconocimiento de sexualidades libres y el cumplimiento de los Derechos Sexuales y Reproductivos. La hipocresía y doble moral abundan, cuando es fácil constatar cómo, quienes tienen recursos, se practican abortos fuera del país, pero se desgarran las vestiduras en contra de que niñas y adolescentes violadas puedan interrumpir embarazos que son resultado de violaciones.

Los colectivos y organizaciones antiderechos actúan al amparo del autoritarismo que se ha instalado con diferentes rostros, desde hace varios gobiernos. La criminalización hacia nuestras luchas, intenta limitar nuestra autonomía y va de la mano del auge de las lógicas fascistas. Para viabilizar sus ataques hacia mujeres que ejercen su derecho a decidir, que son disidentes de la sexualidad impuesta o reivindican la apropiación de sus cuerpos, esas organizaciones antiderechos despliegan campañas financiadas por las iglesias y el poder económico, con el fin de alienar a la mayoría de la población, y cuando esto no es suficiente, se dan la mano con sicarios o estructuras criminales que no han sido transformadas a pesar de la firma de la “paz” hace más de 20 años.

¿Cómo construir la autonomía del cuerpo en este contexto?

Lo primero es saber que no hay recetarios y que cada una debemos conocer e interpretar nuestros contextos. Desmontar mandatos de nuestra subjetividad, y hacer acopio de fuerza emocional para conocer a fondo e interpretar nuestros entornos familiares, comunitarios y sociales. Desarrollar nuestra capacidad de pensamiento propio. Construir redes de cuidado y afecto que potencien la fuerza que nos habita y que tanto miedo les causa.

 

#PronunciarnosParaTransformarnos