A quienes viven en La Trinidad les llegó primero una pandemia que una respuesta del gobierno. Hace 3 años, en junio de 2018, 160 familias campesinas e indígenas fueron desalojadas de la comunidad La Trinidad, ubicada en las faldas del Volcán de Fuego. Después del cambio de gobierno, las familias esperan que la actual gestión atienda su petición: proporcionarles una tierra para sembrar y comer.

Kimberly López / laCuerda

Lo que antes era la comunidad La Trinidad ahora es solo una secuela de eso. La mitad de las familias llevan 3 años sobreviviendo en cabañas rústicas a las que el gobierno llama «albergues temporales». La otra mitad se cansó de vivir sin energía eléctrica, en estructuras de madera, sin cocina, sin tierra para sembrar, ni baños propios; y volvieron a las faldas del volcán, a recuperar sus cultivos, sus casas y sus animales.

Volvieron a pesar del miedo que les provoca despertar un día por los retumbos del mismo volcán que arrasó todo aquella tarde del 3 de junio de 2018.

Durante estos años, las familias han aprendido a ser pacientes. «Llevamos años esperando que el gobierno nos dé una respuesta, que le ponga atención a nuestra situación y que nos ayuden a reubicarnos como nos prometieron», dice Urbano Lorenzo, líder de un grupo de familias.

“Esta es una manera más de visibilizar nuestra necesidad de reubicarnos en una nueva finca”, explican en un escrito publicado el 3 de junio con el que buscan llamar la atención del presidente Alejandro Giammattei.

En el documento hay una serie de peticiones que se resumen de esta forma: solicitar que el gobierno asuma el suyo como un “caso especial” para gestionar y adjudicar una nueva finca con vocación agrícola para reubicar la comunidad; que el Ministerio de Agricultura (MAGA) les proporcione granos básicos y otras especies para mejorar sus cultivos; y que el Ministerio de Desarrollo (MIDES) incluya a las familias de la comunidad como beneficiarias de los programas sociales implementados a partir de la pandemia.

Las familias han entendido que la respuesta del gobierno tarda mucho en llegar. Lo sufrieron con el gobierno de Jimmy Morales y pareciera suceder lo mismo con la gestión actual.

Un par de meses atrás lograron que autoridades del gobierno les recibieran. A partir de eso, se instauró una mesa para discutir una solución definitiva, misma que aún no se ha concretado. La institución a cargo es la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (CONRED). Por ahora, las discusiones avanzan a paso lento y las familias tienen la esperanza de que no se trate de procesos burocráticos eternos que nunca resuelven el problema.

¿Qué significa tener sus propias tierras?

En La Trinidad, hombres y mujeres ven en la tierra el único medio de alimentación y sobrevivencia. “Estamos acostumbrados a vivir en el campo, a tener nuestros animales, somos campesinos, mi esposo es campesino y le gusta trabajar en el campo”, dice Esperanza Andrés López, una mujer de 25 años, madre de una niña de seis.

El gobierno de Jimmy Morales le ofreció a Esperanza y a otras 159 familias la oportunidad de vivir en casas tipo residencial. Eran construcciones urbanizadas y con un espacio limitado para las familias. Esperanza fue una de las personas que se negó a vivir en una casa que no se adapta a sus necesidades, que no cuenta con espacio para sembrar y para criar animales. Un espacio en donde no podría sembrar sus frutas y verduras y tendría que comprarlo todo.

“Nosotros tenemos animales, nos gusta tener animales para comer de ellos y también por eso es que estamos solicitando una finca porque estamos acostumbrados a estar en el campo, a vivir y trabajar”, dice.

Otra de las razones por las que para estas familias es importante acceder a la tierra propia es por el legado que dejarán a las futuras generaciones. Ernestina Miguel Méndez tiene casi 60 años y cinco hijas e hijos. Más que su propio futuro, su mayor preocupación es que ellas y ellos no tengan un terreno sobre el cual asentarse con su familia, construir una casa y echar raíces.

“Sin la tierra no podemos hacer nada y la tierra es la madre de nosotros porque en ella podemos trabajar, en ella podemos hacer lo que vamos a hacer, podemos construir casas, podemos cuidar a nuestros animales…  Por eso estamos luchando para ver si logramos la tierra”, explica Ernestina.

“Por eso estamos luchando”

Aunque los trabajos agrícolas son desempeñados en su mayoría por hombres, las mujeres de La Trinidad también anhelan contar con una parcela para sembrar frijol, maíz y frutas con las que puedan alimentar a su familia.

“Estamos acostumbrados a tener un pedazo de tierra, estamos acostumbrados a sembrar nuestro maíz, frijol, para el consumo familiar y también para llevarlo al mercado”, explica Simeón Camposeco, uno de los líderes comunitarios que se ha dado a la tarea de buscar un nuevo terreno para todas las familias.

Otra de las líderes es Luz Camposeco, de 28 años. Ella es madre de un niño.

“Nosotras como mujeres campesinas estamos acostumbradas a tener un pedazo de tierra para cultivar nuestras hierbas y frutas. También nos gusta tener un espacio apropiado para nuestras gallinas, pollos y animales domésticos que estamos acostumbradas a trabajar”, agrega.

El amor y respeto por la tierra es algo que Luz y el resto de personas de la comunidad han aprendido durante generaciones. Muchos de los árboles frutales de los que Luz se alimenta fueron sembrados por personas que fallecieron hace tiempo. Por eso insisten en que la tierra es su vida, es lo que les da de comer.

“Mis padres me dieron estudio por la tierra, mis padres son campesinos y me enseñaron a cultivar. Para mí es importante tener un pedazo de tierra por eso, porque acá tenemos árboles frutales y no tenemos que comprar mangos, naranjas, aguacates. Acá tenemos todo para vivir”, dice Rosario Lorenzo, de 23 años. Ella, su hijo de dos años y su esposo tomaron la decisión de volver a las faldas del volcán. Viven con miedo pero, al menos, no les hace falta el alimento.

Rosario tiene un sueño que también es el sueño de las demás familias: “Yo tengo un niño y me veo vendiendo pollos y patos para poder darle un estudio. Ahí es donde veo el futuro de  mi vida. Esa es nuestra vida, de eso estamos hechos, por eso estamos luchando”.

 

 

Fotografía: Nómada