Entre todas las víctimas del Diario Militar está  Manuel Ismael Salanic Chiguil, quien tenía 18 años y fue desaparecido entre la noche del 13 y 14 de febrero de 1984. Su hermana, María Ofelia Sanalic Chiguil busca justicia y que le hagan saber el paradero de sus restos.

Jody García  / laCuerda

“Hemos hecho una lucha incansable. Quien inició con esto fue mi padre, pero él murió unos meses antes de que le tocara dar su declaración en anticipo de prueba en el juzgado de Miguel Ángel Gálvez”, relata Salanic.

Manuel era estudiante del último grado de magisterio en el Instituto Rafael Aqueche. Su familia lo recuerda como alguien dedicado a estudiar, como un hermano, hijo, amigo y novio amoroso, alegre, comprometido, responsable y amistoso.

“Era un joven como cualquiera, le gustaba escuchar música, recuerdo que le gustaba José Luis Perales, Los Guaraguao, Joan Manuel Serrat y tocar guitarra. Además era un buen orador, ganó varios concursos”, recuerda Ofelia.

Aunque el ejército lo declaró enemigo del Estado, Manuel era solo un estudiante con conciencia social.

«Supimos que fue líder estudiantil en la Escuela para Varones, donde estudió básicos. Sabemos que en ese entonces las instalaciones eran solo galeras. La lucha de mi hermano y sus compañeros inició porque ellos querían que el lugar fuera construído con block. Ahí dio sus primeros pasos», cuenta Ofelia.

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La última vez que vio a su hermano fue en medio de la noche, cuando un grupo de militares vestidos de azúl ingresó a su casa mientras dormían y lo sacó a golpes para subirlo a una panel blanca. Antes de irse, los hombres desconocidos registraron todo en su casa y torturaron a su padre y hermanos con choques eléctricos.

“Buscaban armas, drogas, y luego se llevaron todo lo que pudieron llevarse, electrodomésticos, aparatos eléctricos, fotos de familias, carnets, mochilas, uniformes, de todo. Así fue como se llevaron a mi hermano, casi en paños menores. Nos dejaron y amenazaron que si denunciabamos iban a regresar por nosotros e iban a quemar la casa con nosotros adentro”, relata Ofelia.

Pero pese a las amenazas su padre se armó de valor y fue el mismo día a preguntar por su hijo a los cuerpos de policía, a hospitales, a morgues. Manuel nunca apareció y su padre murió buscándolo.

“Nosotros aún estamos en la casa donde fue el hecho, a pesar de las amenazas. Siempre hubo temor, pero no nos dejamos intimidar por esas acciones. No nos intimidaron y seguimos con la lucha hasta donde se pudo”, dice Ofelia con la experiencia de quien lleva una vida enfrentándose al miedo.

Fue hasta 1999 cuando tuvieron las primeras noticias de Manuel. Ese año se hizo público el Diario Militar y allí vieron su fotografía, su rostro, sus datos, los detalles exactos del día de su desaparición. La noticia fue dura porque pese a que habían pasado más de 15  años, la familia tenía la esperanza de encontrar a Manuel con vida.

“Recuerdo que era un domingo, mi hermano corrió a comprar el periódico y allí aparecía el listado total de las 183 personas. Y estaba el nombre de mi hermano, vimos su ficha”.

A Ofelia se le quiebra la voz al recordar.

«Ver su nombre fue una mezcla de sentimientos. Después de una larga lucha de casi 15 años recibimos una pequeña luz. Allí nos enteramos que había sido capturado por las fuerzas de seguridad del Estado, cosa que ya sabíamos y se nos había negado”, señala.

Desde ese momento, Ofelia se organizó con familiares de víctimas para denunciar y exigir justicia, pero pasó el tiempo y no encontraron en los distintos gobiernos la voluntad política para investigar.

“Fue un proceso largo cargado de mucho dolor y sufrimiento, un proceso de denegación de justicia total, que no nos quedó otra opción que buscar el sistema de justicia internacional”, contó.

Ilustración: Diego Orellana

En noviembre de 2012 la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), ordenó al Estado de Guatemala investigar el contenido del Diario la Muerte. A partir de esa fecha, quienes integran la Fiscalía de Derechos Humanos del Ministerio Público han recibido la declaración de decenas de sobrevivientes y familiares de personas desaparecidas y ejecutadas extrajudicialmente así como quienes pueden atestiguar los hechos denunciados.

El proceso actual

En mayo de 2021, seis militares retirados fueron capturados por su presunta implicación en la desaparición de Manuel y del resto de personas registradas en el Diario Militar. La primera declaración estuvo a cargo del juez Miguel Ángel Gálvez, quien los ligó a proceso por los delitos de desaparición forzada, ejecuciones extrajudiciales y asesinatos. En su resolución Gálvez citó los relatos de familiares que estuvieron presentes en el momento en que los militares se llevaron a sus seres queridos.

Para Ofelia Salanic, ver las capturas de los militares retirados significó revivir momentos dolorosos pero sentir esperanza por el futuro.

“Fueron sentimientos de alegría y al mismo tiempo de impotencia e indignación porque sabemos que la defensa ha argumentado a favor de los sindicados que están viejitos, enfermos, que no recuerdan cosas, que ya no pueden responder a los casos. Eso es frustrante e indignante para nosotros porque no tuvimos la culpa de que hasta este tiempo se pudiera llevar todo este proceso”, reclama Ofelia.

Su hermano también estaría cerca de ser un hombre anciano si lo hubieran dejado vivir, dice.

“Lo extraño. Cuando hablamos de víctimas no son solo números, sino seres humanos que tenían una familia, que tenían un proyecto de vida, una profesión, un oficio. Eso nos motiva a buscar la justicia y la verdad. Queremos saber qué pasó realmente con ellos”, enfatiza.

Su historia no ha concluido porque aunque se investigará a los presuntos responsables por estos crímenes, las familias todavía no saben dónde están los restos de las personas desaparecidas.

“El Estado tiene que contestarnos”, concluye.