Rosario Orellana / laCuerda

Con la visibilidad que se le puede llegar a dar al fútbol femenino, las niñas podrán identificarse con sus ídolas y querrán practicar más el fútbol.

Ana Lucía Martínez, futbolista guatemalteca.

Una encuesta realizada por ‘Mujeres en el fútbol’1 en octubre de 2020 reflejó que, de 4 mil participantes, el 66 por ciento ha experimentado discriminación de género en el ámbito deportivo. Según integrantes de la organización, las “bromas” son el patrón de violencia más frecuente para desvalorizar la participación de las mujeres. Del total de incidentes, tan solo el 12 por ciento fue denunciado. Aún más preocupante es que el 82 por ciento de ellas dijo que, por el hecho de ser mujeres, enfrentaron múltiples obstáculos en su carrera deportiva.

Foto: Danilo Vigo

De acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), mientras el fútbol genera alrededor de U$ 500 millones por año, el 49 por ciento de las jugadoras no recibe un salario e incluso más del 85 por ciento se ven obligadas a finalizar su carrera antes de los 25 años, porque no cuentan con el apoyo económico necesario. Para todas ellas, no existe el fair play [juego justo]. “Lionel Messi recibe 130 millones de euros al año, Ada Hegerberg -la mejor jugadora del mundo según la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA)– cobra un sueldo 325 veces menor al del argentino”, ejemplifica.   

Esta asimetría que sitúa a las mujeres en desventaja frente a los hombres, en Guatemala se refleja en la escasa cantidad y calidad de apoyo que reciben las jugadoras, entrenadoras e incluso quienes incursionan en el ámbito de la gestión deportiva. En los últimos meses de 2020 se confirmó que, por primera vez en la historia, la selección nacional femenina contaría con uniformes propios, es decir, dejaría de utilizar las camisetas viejas de las categorías masculinas. 

Contar con al menos diez futbolistas mujeres en el extranjero envía un mensaje tajante para que continúe la lucha por expulsar los estereotipos y roles de género de la cancha. Ana Lucía Martínez fue la primera en resquebrajar creencias y desmantelar fronteras. 

27 años conduciendo el balón 

Nació y creció en la zona 5 de la ciudad capital, dentro de una familia muy unida que siempre la motivó a buscar y cumplir sus sueños. Desde que tenía tres años asistió a las canchas del Campo Marte junto a sus hermanos y sus primos. Años más tarde, formó parte del equipo de su colegio. En 2004 vistió el uniforme rojo del CSD Municipal. 

Con 17 años fue seleccionada nacional en la Sub-20 y tras una competencia internacional, recibió el llamado para integrarse a Unifut, uno de los pocos proyectos sólidos y con mayor trayectoria en el fútbol femenino en Guatemala. “A los 18 años ya empieza uno a estudiar en la universidad y todo se vuelve un poco más complejo, pero creo que parte de mi éxito fue compaginar los estudios y el deporte. Nunca abandonar el fútbol porque es mi pasión”, señala la delantera. Martínez, además, es ingeniera química, tiene una maestría en Dirección y Administración de Empresas, sumado a sus estudios en Gestión Deportiva. 

Reconoce que los seis años que jugó con Unifut y las múltiples participaciones con la bicolor funcionaron como vitrina para dar sus primeros pasos fuera del país. En 2014 se convirtió en jugadora de reserva para el Houston Dash de Estados Unidos. Aunque no firmó ningún contrato, sí se vio motivada para buscar nuevos aires. “Creí que era demasiado tarde para ser futbolista, pero la oportunidad llegó en el momento justo. Fue una buena decisión salir e irme a España”, comparte. 

Dínamo de Guadalajara, en liga de ascenso, fue su carta de presentación en Europa. “Me fui como estudiante, no con contrato laboral, sin embargo, era una oportunidad de competir y demostrar que tenía el nivel para poder jugar en España”, expresa Ana Lu. Su desempeño la llevó al Rayo Vallecano, Sporting de Huelva y al Madrid C.F.F.

La atacante de 31 años, quien siempre se ha caracterizado por atender los consejos de sus entrenadores, aprender todos los días, ser respetuosa, solidaria, trabajadora, disciplinada y perseverante, entre tanto más, en 2020 negoció su llegada al Napoli Femenil. Destacó también en la Roma C.F. evitando el descenso del equipo y actualmente pertenece a las filas de la Sampdoria, en la máxima categoría del balompié italiano. 

Todo esto, pese a que durante toda su trayectoria muchas personas han cuestionado su decisión de dedicarse al deporte, inclusive aficionados, exjugadores y periodistas que la han increpado en redes sociales. “En la universidad, me decían que me dedicara solo a mis estudios, que entrenando y que yendo a selección no tenía ningún futuro…cuando era pequeña, los papás de muchos compañeros hacían comentarios negativos o los mismos compañeros eran envidiosos”, dice. 

Miradas del mundo

Ana Lucía asevera que, a diferencia del fútbol femenil en Guatemala, en otros países los equipos son respetados, cuentan con la infraestructura para entrenar al más alto nivel, hacen concentraciones, cuidan la alimentación y el descanso. “Aunque en los grupos en los que he estado con mis compañeras estudiamos o trabajamos, tenemos más preparación para poder jugar, tenemos las herramientas para rendir mejor y creo que ahí se marca la diferencia. Cuando Guatemala compite a nivel internacional es más complicado por ese tipo de detalles”, puntualiza. 

Según la jugadora, es imprescindible crear y potenciar programas de desarrollo del deporte, que las niñas tengan acceso a un campo de fútbol cerca de su casa, tener acceso a formar parte de un equipo profesional. “En Guatemala hay mucho talento, pero no se proporcionan las herramientas a esas niñas y jóvenes para que se desarrollen…falta inversión, procesos de formación y capacitación, entre otros”, sentencia. 

¡Hasta donde queramos!

Martínez es consciente de que su historia es un referente para las niñas, adolescentes y mujeres que sueñan con desarrollarse en el deporte. Su llegada al fútbol europeo abrió las puertas para que otras jugadoras pudiesen sumarse a diferentes equipos y nuestro fútbol femenino figurara en el plano internacional, tal y como sucedió con Amanda Monterroso, Andrea Álvarez, Jennifer Ortiz y otras.  

“Yo le digo a todas que sigan su corazón, que luchen por sus sueños y que no bajen los brazos. Que hagan lo que les apasiona y no dejen que nadie les diga que el fútbol no es para nosotras. Todas tenemos la capacidad de llegar hasta donde queramos”, concluye la entrevistada.