Una serie de eventos trágicos afecta la salud mental de la población guatemalteca, que vive con temor y estrés permanente y no encuentra soluciones a los problemas que le afecta.

Mariela Castañón / laCuerda

El pasado 29 de septiembre los bomberos recuperaron los cuerpos de Olga Emilia Choz Ulin, de 38 años y de su hija Hellen Michelle Mejía Choz, de 15, quienes viajaban en un vehículo y cayeron en un hundimiento en Villa Nueva.

La pérdida física de Olga y Hellen provocó un impacto emocional negativo en su familia y en la población guatemalteca, que vive en constante estrés y paranoia, a causa de la negligencia, de la corrupción y la falta de respuesta de los gobiernos locales y central, ante los problemas con la infraestructura.

Marilyn López, psicóloga de la Fundación Sobrevivientes, explica que es recomendable que exista acompañamiento psicológico a la familia de Olga y Hellen, pues fue afectada directamente  y actualmente enfrenta dolor ante la ausencia de sus parientes.

Carmen María Juárez, psicóloga independiente, refiere que lo ocurrido podría provocar paranoia y temor a las personas residentes de Villa Nueva, pero también a la población en general que puede tener miedo de que les ocurra algo similar por falta de mantenimiento a las carreteras de sus localidades.

Juárez destaca que muchas veces se alcanza conciencia de un problema hasta que ocurren situaciones como la vivida recientemente, o cuando el evento es mediático y logra captar la atención.

Para Marco Antonio Garavito, director de la Liga de Higiene Mental, la población guatemalteca vive en constante estrés por una serie de eventos trágicos que ocurren, sin embargo, son tantos los acontecimientos que se ha aprendido a vivir con estos problemas, pero esto no debería ser así.

Un ejemplo, según Garavito, es la persona que es asaltada en un bus, que después del suceso continúa su vida y cada mañana se levanta para seguir adelante. Esa persona vive en estrés, pero ha aprendido a convivir con ello.

Población consciente, participativa y empática

La negligencia y la corrupción son dos problemas que afectan la salud mental de la población, que se frustra o molesta ante la violación a sus derechos por parte del Estado.  A criterio de Garavito y Juárez es importante que de la frustración se pase a la acción, a través de la participación ciudadana y la exigencia al cese de la corrupción.

en lo que le ocurre a la población que no encuentra una respuesta del Estado para resolver sus problemas, para eso, se necesita de su participación ciudadana y exigencia al cese de la corrupción, opinan Juárez y Garavito.

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Garavito  es contundente en su opinión, explica que no se puede recomendar a la población que trate de relajarse o utilizar otros mecanismos para atender su salud mental, porque lo que necesita es despertar y actuar frente a la corrupción que le afecta.

“La orientación debería ser que el ciudadano entienda que la problemática que se vive es producto de las autoridades y gobernantes corruptos de este país.  Es necesario exigir y que la gente reaccione”, dice el profesional.

La psicóloga Juárez lo ve de otra forma, aunque sí cree que la ciudadanía debe ser más comprometida y consciente para defender sus derechos, también es imprescindible que para procurar su propia salud mental exprese y actúe en contra de lo que le molesta o frustra, que como sociedad sea empática, se fortalezca y acompañe en las tragedias que nos marcan; de esa forma no solo mostrará su solidaridad, sino también habrá más conciencia de “que lo que le pasa a uno, le pasa a todos”.

Juárez concluye que las consecuencias de la corrupción como el agujero que se abrió en Villa Nueva por falta de mantenimiento, provoca que los residentes y transeúntes eviten pasar cerca del agujero, aunque esto implique  más estrés porque deben movilizarse por vías donde hay más tránsito.  Además, se mantiene la paranoia de que se abran más agujeros y que una misma, o un ser querido pase por estas carreteras dañadas y pueda caer al abismo.