Maya Alvarado Chávez/La Cuerda

En medio de la vorágine de análisis, temores, alegrías y celebraciones, las feministas sumamos nuestra voz al florecimiento de emociones, y nuestra mirada nos externa a las entrañas de lo que sucede, de cómo lo hemos vivido y palpado en las experiencias cotidianas propias, con otras y otros que viven y/o sobreviven en este territorio de raíces fuertes y resistentes que permanecen, a pesar del cercenamiento continuo en nuestra historia. 

Nuestro sentir se ha visto estremecido por tanto bueno surgido y tanta tempestad que se cierne sobre ello. Conmueven las manifestaciones de alegría, memoria y voluntad de cambio de personas, desde las más sencillas hasta las más militantes; su disposición de contribuir al cambio, a defender su voto como herramienta para lograrlo. Todo esto demanda acciones reflexionadas por parte de los movimientos sociales que hemos quedado perplejos y gratamente sorprendidos. Más allá de las emociones, tenemos corresponsabilidades que es urgente reconocer, dialogar y sanar para cumplir nuestro cometido como organizaciones articuladas y coadyuvar en la construcción de una sociedad justa, libre, crítica.

Una jornada de estremecimientos y convicciones

Abundan los testimonios de personas trabajadoras que aceptaron ser fiscales de mesa de UNE, que cumplieron su labor con responsabilidad, aunque en algunos casos reconocieron que lo hacían por la necesidad del dinero ofrecido. Quisieron comprar su hambre, pero no vendieron su dignidad. Prevaleció su conciencia y convicción para votar por el partido que nada personal les ofreció. Si bien no fue la generalidad, fueron varias las anécdotas similares. Esto llama a reflexionar sobre los contenidos de la democracia que tenemos; de lo plano de sus postulados que no alcanzan a cubrir las terribles realidades que agobian a la gente. Condicionar la participación ciudadana a obtener recursos para resolver dos días de necesidades básicas es una perversidad del sistema económico y político. 

Te podría interesar: Así avanza el juicio de la periodista Norma Sancir

En los centros de votación también pudimos ver a personas adultas mayores, que, con dificultades de movilización, fueron a votar con el apoyo de familias o amistades. Niñas y niños acompañando a padres, madres o responsables, a un ejercicio de convicción política y ciudadana que encontró tierra fértil en las propuestas del Movimiento Semilla y sus candidatas. Propuestas que abren posibilidades reales de cambio, y no el reacomodo de estructuras criminales y corruptas alternándose en el Estado.  

Aunque votar es un ejercicio realizado en solitud, a muchas nos acompañaban historias personales y colectivas. Expectativas diferentes, sin duda todas legítimas y desde el deseo de salir del agujero en que han querido soterrar nuestras aspiraciones más profundas de justicia en su sentido más amplio. 

No solo es tarea de un Gobierno

Lo que se pueda avanzar, bueno será, pero es importante ser realistas con el reto que tenemos por delante. No se trata solo de cambiar autoridades, aunque es importante confiar en la decencia y compromiso de las mismas. Como movimientos sociales nos toca asumir el ejercicio de un activismo maduro, reflexivo, crítico y articulado.

Nos toca preguntarnos: ¿Cómo vemos nuestro papel en los hitos históricos de nuestros pueblos y territorios? ¿Qué tanto o qué tan poco somos responsables de las dolorosas realidades que confrontan nuestra conciencia? ¿Basta con convocar a movilizaciones? ¿Basta con realizar procesos de formación? ¿Cómo hacemos para que esos procesos fortalezcan la indudable y comprobada capacidad de pensamiento crítico de las personas? ¿Cómo hacemos para entender que no se trata solo de llamar al voto y colocar consignas pegajosas? ¿Qué necesitamos fortalecer para que esa movilización sea efectiva en términos de propuestas reflexionadas y construidas en diálogo y consenso? ¿Cómo haremos para cumplir esta responsabilidad de autoconvocarnos de manera autónoma, con propuestas debatidas y sin agendas previas? ¿Cómo tendemos puentes de confianza? 

Para generar un contexto favorable a las transformaciones necesarias, desde los movimientos necesitamos consensuar contenidos de agenda y mecanismos de diligenciamiento de nuestros encuentros y diálogos. 

Tierra fértil y abono para crecer

La juventud de todos los pueblos dio muestras de su capacidad para interpretar la realidad y la historia desde el compromiso y la frescura de sus sueños. Los pueblos originarios, desde su comprensible reserva, dieron muestras de la enorme fuerza de su presencia y capacidad de transmisión del legado histórico de los antepasados a las nuevas generaciones mayas, garífunas, xincas, ladinas y mestizas. Las mujeres y feministas hemos visibilizado desde diferentes perspectivas, temas vitales que espantan a las elites de poder, porque significan construcción de autonomía, lo cual consideran una amenaza al sistema de acumulación. Las agendas de la institucionalidad internacional (ONU, OEA, CIDH) comprometidas en garantizar los derechos de los pueblos indígenas; derechos humanos de las mujeres, sexuales y reproductivos, y de las comunidades LGTBIQ+, y la Agenda 2030, hace muchos años fueron contenidos y asumidos por el Estado de Guatemala, como país miembro de esas instancias. 

Nos esperan debates conceptuales, no solo desde esa perspectiva, sino desde otras que visibilizan el cúmulo de opresiones sobre los cuerpos. Dialogar sobre los feminismos, las disidencias sexuales, la autonomía. El concepto de comunismo, difamado, descontextualizado y satanizado desde la ignorancia y las ansias de acumulación y despojo. 

En fin, necesitamos convertirnos en tierra fértil para que germine la dignidad de los seres humanos y los elementos que hacen posible la vida plena que no se vende ni se compra, sino que florece.