Rosario Orellana / La Cuerda

¿Qué pasaría si en lugar de acercarnos con una vuvuzela al Ministerio Público para acompañar a la resistencia y sumarnos al Paro Nacional Indefinido, llegamos con una propuesta que nos conduzca al bien común?

Por supuesto, requiere de consciencia, primero; y de mucho más tiempo para estructurar una idea clara y viable si lo comparamos con agarrar un plástico ruidoso de un cajón e irnos a manifestar, pero nos convertiríamos en actoras y actores activos de la historia. Compartiendo esos planes y sueños podríamos comenzar a arar caminos para llegar a nuevas formas de ser y estar en equilibrio, dejando la comodidad implícita en la pasividad desde la que se espera que otras personas respondan frente al sistema para luego decir que sus decisiones y acciones no nos representan.

Durante esta masiva y, quiero resaltar, pacífica manifestación de los pueblos en contra de la corrupción y de quienes intentan perpetrar un golpe de estado, han quedado muchas enseñanzas y hoy me gustaría enfocarme en la escucha como una acción capaz de lograr transformaciones profundas en las prácticas y el orden social.

En estos días escuchamos a quienes con dignidad dejaron temporalmente sus territorios y quehaceres para centrarse en la defensa de la democracia y la voluntad de la población expresada en las urnas; tuvimos que escuchar a quienes mienten y defienden a los golpistas para saber qué y cómo responder. Escuchamos la voluntad de quienes desde los puntos de concentración en las carreteras, calles y avenidas exigen cambios. Escuchamos a líderes de los pueblos indígenas, a vecinas y vecinos de barrios que han sido marginados, representantes de organizaciones sociales, a mujeres y feministas, escuchamos a las juventudes, a las disidencias sexuales, a artistas, a quienes desde la pluralidad y diversidad de expresiones, gritan con fuerza ¡basta de injusticias!

Escuchándonos somos capaces de articularnos no sólo para resolver lo inmediato, sino para pensarnos a futuro desde la colectividad buscando garantías en el cumplimiento de los derechos humanos, además de vidas en armonía con otros seres, elementos y ciclos…con el cosmos. Pero con las vuvuzelas de por medio, no lo vamos a lograr.

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A pocos días de iniciado el Paro, se difundieron campañas pidiendo a la población que dejara estos artículos ruidosos a un lado para que en las tomas se pudiera escuchar a las voces de quienes lideran el movimiento, principalmente, pero además para comenzar a compartir consignas, análisis y discursos que nos den las bases para construir otros escenarios en donde no existen palabras más importantes que otras, sino en donde se reconozca que todas aportan. Escucharnos nos permite hacer intercambios, expresarnos, aprender.

Olvidamos que para actuar necesitamos conocer y antes de eso escuchar a otras, otros, pero también a nuestros cuerpos: cuando nos alertan o nos alientan, en momentos en los que tienen la fuerza para resistir y cuando nos orientan.

Encontrarnos para transformar las realidades, precisa de una escucha activa hacia adentro y hacia afuera, que funcione como bisagra para andar por nuevos senderos rompiendo el círculo que hoy no nos permite vivir en condiciones dignas.

Potenciarnos, no silenciarnos

Al dar prioridad a los sonidos de las vuvuzelas en los espacios de protesta, hacemos un gran favor al Pacto de Corruptos, como si enviaran a acallar las propuestas que nos podrían conducir hacia otras rutas. Buscamos hacer ruido, aunque éste no traiga consigo una postura política. Si queremos que nuestra presencia se note, es pertinente definir desde dónde y cómo queremos estar; aquí no se trata de descargar nuestros desechos mentales a modo de verborrea, sino de hablar o gritar pensando en transformar. El miedo y el silencio que la guerra interna nos heredó, obligó a que buscáramos nuevas formas de expresarnos, pero en muchos casos nos alejó de las condiciones que nos permiten tejer redes entre pueblos.

Es primordial ceder el espacio, que hasta el momento ha sido muy creativo y alegre, a las palabras que orienten. Cambiar las vuvuzelas por ruidos que incomoden no a quienes resisten a nuestro lado, sino a las cúpulas corruptas que se niegan a soltar el poder. Aprovechar estos espacios que estamos recuperando desde el arte, la paz y el corazón para crear o potenciar vínculos, encontrar puntos en común o incluso disensos para instaurar una verdadera democracia.

Reivindiquemos la movilización social como un mecanismo legítimo de organización que parte de saber escuchar(nos) para poder involucrarnos y lograr, en este contexto, fortalecernos en busca de vidas plenas.