Maya Alvarado Chávez / La Cuerda

En 1997, primer año de la «paz» pactada, escribí un artículo que nunca fue publicado y sólo lo circulé familiarmente en el 25 aniversario de la Desaparición Forzada de mi padre, Bernardo Alvarado Monzón y de mi tío Carlos Alvarado Jerez, junto a otros cinco dirigentes del PGT (todos personas comprometidas y amorosas) entre quienes estaban Fantina Rodríguez y Natividad Franco, trabajadora de la casa donde se reunían, el 28 de septiembre de 1972, aniversario de la Fundación del Partido. También se cumplían 26 años de que mi primo, Antonio Galich Monzón, junto a su cuñado Diamel Castillo Ralda, corriera la misma suerte a inicios de octubre de 1971, veinte días antes de su boda. 

El artículo en cuestión se tituló «Culpables», y buscaba expresar un sentimiento asumido, no con resignación cristiana, sino con rebeldía humana, puesto que entendemos que el odio con que se han atacado las ideas de cambios profundos y a quienes las impulsan, surge porque se nos «culpabiliza» por el atrevimiento de soñar la justicia en su sentido más amplio y apostar con nuestros huesos por lograrla, generación tras generación. Reivindicaba, en aquel artículo, como lo hago ahora, 52 años después de esos hechos, la «culpabilidad» de los seres entrañables que nos fueron arrebatados, la nuestra y la de las generaciones que vienen pisando fuerte, abriendo sus propios caminos, con el ritmo de sus propios pasos.

Hoy, al verificar la desesperación y el error con el que buscan burlar nuestras decisiones y atropellar nuestra dignidad, quienes se creen dueños y señores del país, sus instituciones, y sus operadores, con cierta «satisfacción» nos volvemos a declarar culpables de generarles ese temor. ¿A qué le tienen miedo quienes manejan como marionetas a Consuelo Porras, Rafael Curruchiche, Cinthia Monterroso, Lester Castellanos, Allan Rodríguez, Sandra Jovel, Álvaro Arzú Jr.  y un extenso e innombrable etcétera? ¿Cuánto más están dispuestos a ensuciarse, a seguirse manchando las manos de sangre e impunidad? ¿Por qué les espanta que busquemos verdad y justicia, que construyamos memoria; que conozcamos nuestra historia?, o sencillamente, ¿por qué les espanta no tener en sus manos la institucionalidad de la justicia? 

Es evidente que durante las diferentes administraciones, antes y después de la firma de la paz, hay funcionarios que se sintieron al menos confiados en que la firma de esos «compromisos» no cumplidos, sería una especie de «ley de punto final». ¿Por qué habrán pensado tal cosa? ¿Creyeron que luego de su responsabilidad en el genocidio y los crímenes de Estado todo sería silencio? ¿Esos son los «valores» provida que enarbolan? 

¿Qué pactos han renovado las élites empresariales con los actuales operadores de justicia para continuar el despojo y la depredación de los territorios? ¿Es por eso que criminalizan y violentan liderazgos sociales y comunitarios, profesionales de la justicia, periodistas y personas comunicadoras, defensoras de la verdad? 

El calibre de sus actos vergonzosos, que implican el retorcimiento de leyes para su beneficio y la criminalización de personas que trabajan y luchan por la justicia,  nos da la pauta del grado en el que le temen a la articulación de los pueblos originarios, al accionar de la juventud en los diferentes territorios ─incluido el virtual─, la capacidad de diálogo entre movimientos, la resistencia y defensa de la «democracia» durante los 106 días que permaneció en las afueras del Ministerio Público. 

También te invitamos a leer: Urge depuración y renovación en el Organismo Judicial

También hay que decirlo: esto último no ha estado desprovisto de contradicciones y cuestionamientos, pero hemos asumido la comprensión de que de eso se tratan los procesos sociales, que desde siempre han defendido la vida, la alegría, el disfrute, la justicia. 

Esa es nuestra «culpa», soñar y accionar para que en este territorio todas las personas tengan sobre su mesa alimento cultivado sanamente, caliente y rico, los tres tiempos.  Que esos alimentos sean disfrutados en comunidad, bajo un techo seguro, en espacios limpios, amplios, iluminados; junto a fogones que no dañan los pulmones y dan calor a las memorias compartidas. 

Soñar que podemos interactuar con los elementos que integran la red de la vida (agua, aire, tierra, minerales), agradecer lo que nos ofrecen, cuidarles y garantizar su existencia digna por sí mismos y para todas las personas de cualquier territorio, incluidas las que aún no nacen. Garantizar lo necesario para que podamos trabajar con dignidad en nuestro sustento y el de nuestro núcleo de afecto, sin adioses ni desgarraduras, migraciones forzadas, exilios y exponiéndonos.

No es tanto, pero evidentemente para quienes solo piensan en la acumulación y el despojo, es todo. Parece muy grande nuestra culpa, la asumimos y la enarbolamos.  Desde ella, reconocemos y acompañamos a todas las personas que hoy están padeciendo encarcelamiento, criminalización y persecución: Claudia Gonzáles, José Rubén Zamora, Rigoberto Juárez, Ermitaño López, Stuardo Campo. Todas las personas exiliadas por la acción impune y falta de profesionalidad del Ministerio Público, ente encargado de la investigación criminal, que, en manos de la actual fiscal general, solo ha generado impunidad para quienes robaron millones en administraciones pasadas y son responsables de crímenes de Estado.  

El sistema de justicia, en esta etapa de renovación de cortes, está siendo manipulado, a pesar de los esfuerzos de profesionales responsables y probos que lamentablemente están en minoría.  Si ese sistema cooptado por las estructuras criminales que permanecen en la base del Estado busca una declaración de culpabilidad por soñar, trabajar, luchar y encontrarnos entre colectivos con objetivos comunes de transformación, puede empezar a redactar la acusación. Orgullosa de las rebeldías heredadas, de las propias y de las que veo surgir, me asumo culpable nuevamente.