Rossina Cazali

Del arte, la naturaleza y las mujeres es la exposición organizada por el Centro Cultural de España en Guatemala y que actualmente se encuentra en sus salas. Pertenece al proyecto en red titulado Derecho de vida. Miradas ecofeministas en el arte, liderado por el Centro Cultural de España de San José, Costa Rica. Consiste en una muestra de obras y proyectos artísticos que reúne a 18 artistas mujeres. Todas, de maneras transitorias o con una mayor conciencia sobre los compromisos que implica el ecofeminismo, han entrecruzado arte y naturaleza a través de distintas experiencias creativas o conceptuales. Pero si algo pone en evidencia este proyecto expositivo, como principio curatorial, es el de desdibujar el imaginario que hemos heredado de lo natural. 

En un momento de gran fragilidad ecológica, donde las industrias extractivas, de monocultivos, secuestros de vías fluviales o criminalización de los defensores del medio ambiente local han provocado un paisaje de ruina y conflictividad social, política y económica, esta exposición motiva a reflexionar sobre esta actualidad aterradora. Pero, hablar de ecofeminismo en y desde el arte de Guatemala, es casi imposible. Siendo leal a su significado, el ecofeminismo es una corriente de pensamiento y de activismo que analiza y actúa críticamente los modelos de vida ecocida, patriarcal, capitalista y colonial. A su vez, implica un conocimiento teórico y compromisos de activismo que conectan la opresión de género y la explotación de los recursos naturales. Surgió a fines de la década de 1970 y comienzos de la década de 1980 como derivado de los movimientos ambientales, antinucleares, queer y feministas. Las artistas que se adhirieron al movimiento se convirtieron en partidarias o militantes mediante el uso de sus proyectos e ideas artísticas para debatir sobre la explotación de los recursos de la naturaleza y el sometimiento de las mujeres. De las 18 mujeres incluidas en la exposición, la mayoría no se identifica con sus premisas, otras no pertenecen a la generación que dio paso a estas formas de activismo o sencillamente no han considerado la posibilidad de aproximarse al tema. Pero algo pasa, un fenómeno quizá, cuando nos encontrarse a un grupo sólido de mujeres que coinciden en ideas, experiencias, poéticas o reflexiones sobre sus cuerpos o sexualidad con el mundo natural. Es algo a lo que difícilmente no puede dejarse de poner atención.

Considerando un recorrido histórico, la exposición inicia  con un grupo de impresiones tomadas del libro A Pocket Eden, Guatemalan Journals, 1873-1874, el diario de la botánica Caroline Salvin (Inglaterra) que muestran el interés de Salvin por registrar especies de la flora con dibujos y acuarelas. Dos litografías de Carmen L. Pettersen (Guatemala, 1900-1991), nos acerca a sus paisajes de plantaciones de la costa sur la variedad de especies que conforman las casi desaparecidas selvas de la costa sur del país. La serie de dibujos titulada Recuerdos del planeta Tierra, de Margarita Azurdia, aporta un enfoque particularmente holístico y nostálgico sobre el tema de la naturaleza. Artistas de las nuevas generaciones, como Marilyn Boror Bor, realizó una obra conceptual de carácter político al realizar una réplica del conocido mural de Rina Lazo, Tierra fértil. Producido originalmente en 1954 para el Club Italiano en Guatemala, Lazo recreó arquetipos sobre el origen de la vida y el indígena en relación con los recursos naturales, el trópico y su abundancia. En un acto simbólico, Marilyn cubrió con pintura blanca la réplica para rasparla con lija el día de la inauguración. En palabras de la artista: “El indígena es borrado por la mujer blanca, la mujer blanca es borrada por el hombre blanco, el hombre blanco borra el territorio y sigue contando la historia. Su historia.” De manera gestual y coreográfica, utilizando solo sus manos y cuerpo, Cecilia Porras Sáenz produjo un mural de texturas densas y dibujos ramificados que nos sugieren la capacidad de la naturaleza de reciclarse en formas tan descontroladas como orgánicas. Ana Warren expone dos impresiones digitales tomadas de diapositivas que, al paso del tiempo y la humedad, fueron desarrollando hongos que han invadiendo y distorsionando la imagen original. Fragmentos de dulce hogar es el título del proyecto de Inés Verdugo que reúne impresiones fotográficas y un video de 2018 que muestra, en cámara rápida, el proceso de deterioro de una casa construida con ladrillos de panela que fueron consumidos por millones de abejas y los efectos del clima. Como extensión de sus prácticas artísticas, Alejandra Hidalgo expone un video de la celebración de danzas acuáticas conocidas como  janzu y aguahara. Consideradas artes terapéuticas, las danzas invitan a meditar a través del movimiento en el agua y reencontrarse con este elemento, como punto de origen de toda forma de vida. Sobre una mesa con forma de vitrina, Lourdes de la Riva expone Caligrafías de la destrucción:  innumerables fragmentos de madera apolillada que obtuvo de parales de las ruinas de una casa de finales del siglo XIX. Los túneles de los insectos producen una caligrafía sinuosa, como gran metáfora de los procesos de memoria y deterioro.  Camila Fernández  presenta tres lienzos de manta a los que titula ¡Siempre la mesa! En lugar de pincel, la artista utiliza las puntas de plantas aéreas conocidas como Tillandsias usneoides para generar con pintura acrílica trazos y escrituras aleatorias.

La tercera sala de la exposición inicia con el monumental video de Regina José Galindo titulado Tierra. De 2013, el video recoge uno de los más emblemáticas performances de la artista. La figura desnuda e hierática de la artista, en el centro de un campo abierto, va quedando en un estado de soledad y fragilidad al tiempo que una gigantesca excavadora va hundiendo sus dientes en la tierra para retirar poco a poco enormes porciones de tierra. La artista hace alusión a la importancia que tuvo la tierra y estrategias que aplicó el ejército de Guatemala durante el conflicto armado interno para despojar a los agricultores de sus propiedades, como la llamada tierra arrasada. La brutal poética de la obra de Galindo contrasta con dos piezas de la artista Paula Nicho. Queremos vivir e Imox. En estas, Paula Nicho recrea formas de la naturaleza que se integran a cuerpos de mujeres, imágenes de carácter fantástico y onírico. 

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La exposición otorga un lugar de importancia a la semántica del tejido. En su video titulado Colorando las hebras, de 2011, Sandra Monterroso registra la acción de teñir hilos y posteriormente decolorarlos en la corriente de un río. A manera de ritual, evoca tareas tradicionales pertenecientes al universo del tejido pero también sugiere el territorio geográfico y las corrientes de ríos que sirvieron para desaparecer a tantas mujeres durante el conflicto armado interno en Guatemala. Marie-Noëlle Fontan (Francia) presenta una serie de tejidos que muestran su relación con el universo de las fibras e hilos. A través de la complejidad del tejido y la delicadeza de materias primas naturales, realiza telares donde, entre trama y urdimbre, se mezclan elementos tomados de los entornos naturales que ella habita o recorre con la paciencia del botánico. Olga Reiche presenta una serie de tejidos que representan su labor por más de treinta y seis años durante los cuales ha trabajado con artesanas y artesanos indígenas de diferentes regiones de Guatemala en el desarrollo y comercialización de sus productos. Considerada una de las mayores especialistas en teñidos naturales, la obra de Reiche traduce su preocupación por la sostenibilidad ambiental y artesanal como fuerza impulsora. Andrea Monroy Palacios presenta su obra titulada Curandera, una especie de rebozo, capa, tejida a mano con hilos teñidos con plantas que sugiere la unidad orgánica entre materia y cuerpo. Ser colectiva, ser descentralizada, es una escultura blanda de la artista Jamie Denburg Habie, que, a lo largo de una trenza de lana que asemeja a un esqueleto de serpiente que cuelga de manera sinuosa desde el techo, ha colocado una serie de huesos espaciados. Los huesos tienen la forma de la letra O, aludiendo a la relación entre lenguaje, cuerpo, pensamiento y sentimiento. 

Como complemento del proyecto expositivo, la artista Mena Guerrero realizó la pieza titulada Membrana, una acción corporal y sonora que dialoga con la idea de la membrana y su potencial permeabilidad selectiva. En esta performance, la artista imagina el movimiento y el sonido del aglomerado de organismos que conforman la vida en su cuerpo y transitan límites a través de membranas. A partir de la voz, pensada como membrana vocal, y el uso de una tela como piel, la artista realiza movimientos como adentro-afuera, inhalación-exhalación, abrir-cerrar que buscan evocar el movimiento vital y natural de la vida.

Como conclusión, De la naturaleza, el arte y las mujeres no es activismo puro sino una propuesta de miradas alternativas del eco feminismo. Si hay algo de revolucionario, eco activista y feminista en este diálogo, es el deseo compartido  de que las indagaciones creativas -con todo y nuestras dudas, contradicciones y temores-   produzcan una relación renovada, simbiótica, con todas las especies y nuestro entorno. Es decir, arte con energías compartidas, con consecuencias reales para el planeta.