María Suárez Toro / Feminista, comunicadora y buza profesional 

 

Me jubilé para regresar al mar porque el trabajo que tanto amaba me separaba de mi otro amor. Dicen las poliamorosas que no hay que escoger entre amores, pero en éste casi tuve que tomar partido para poder envejecer con adolescencia.

La producción radiofónica en Radio Internacional Feminista de 1991 a 2011 me exigió siempre estar dispuesta a ir a todos los confines del planeta… pero todos fueron en tierra.  Allí dónde quiera que estaban las mujeres luchando por sus derechos y por un mundo mejor para la humanidad y los ecosistemas del planeta, allí estuvimos nosotras con la radio. Fue una experiencia tan maravillosa que pude posponer mi amor por el mar por todos esos años, casi sin añorar la pérdida.

Pero los años pesan y siempre llaman a regresar. Y el mar es el vientre del planeta y es el patio de mi casa en la infancia. En el mar supe por primera vez que yo era parte de ese todo que es el planeta. Recuerdo el momento como si fuera hoy, aunque ya han pasado más de 58 años. Sola, buceando en los arrecifes de Vega Baja, frente a la casa, contemplando el horizonte submarino, cuando las corrientes mecieron las algas marinas, rodeando mi adolescente cuerpo con su cálido abrazo, me supe parte del resto de la naturaleza.

Y esa sensación, que no se vive todos los días, es una experiencia fundante porque se lleva impresa toda la vida aunque nunca más se vuelva a vivir de esa manera tan irracional, tan vital, tan fluida.

Se dice que cuando una empieza a envejecer regresa a lo fundante para mantener o recuperar su vitalidad que poco tiene que ver con edad. Tal vez por eso me jubilé del trabajo de la radio para regresar a vivir en el mar.

Bucear es volver al vientre del planeta porque adentrarse y permanecer en su fondo es sentir nuevamente el líquido amniótico, fuente de la vida que nos vio nacer. Tanto el vientre como el mar tienen la misma composición y son el mismo abrazo de calor y corriente fluida que abraza.

Pero lo que descubrí en este retorno, es que ese mar tiene vida propia, lo cual ha sido como encontrar la otra cara de la luna. Regresé al buceo y dado que el activismo social jala donde quiera que una se meta, terminé inventando con gente de mi comunidad costera en el Caribe Sur de Costa Rica, la creación de un centro comunitario de buceo que llamamos Embajadores y Embajadoras del Mar para que la juventud de la zona tuviese las oportunidades de relacionarse con el mar por el bien común desarrollando oportunidades personales.

El buceo scuba es prohibitivo en comunidades empobrecidas y por eso es un deporte turístico para quienes llegan con plata, a visitar turísticamente el cantón más pobre del país en índices sociales y el más rico en naturaleza y diversidad cultural.

¿Cómo se empieza a revertir eso?  Capacitando a su juventud en forma gratuita para que pueda acceder al “deporte”, creando un centro sin fines lucrativos para que la comunidad, universidades y empresas aporten recursos, formando en un buceo “con propósito” re-creativo, conociendo el mar en su relación con la cultura del lugar y, sobre todo, armando un equipo de gente que todavía pone su apuesta en la construcción de bienes sociales.

 

El mar nos ha aportado nuevas historias ocultas en su fondo, como los artefactos arqueológicos, anclas, cañones y ladrillos, botellas, teteras, pipas y sellos de botella que nos han abierto la oportunidad de aportar hipótesis arqueológicas que se remontan a la llegada de 650 africanos y africanas en dos barcos esclavistas daneses que por error llegaron a nuestras costas y en un conflicto a bordo entre marineros y  capitanes, los africanos fueron desembarcados libres a pesar de que habían sido desterrados a la fuerza de sus tierras natales de África para ser esclavizados en las Américas. Los jóvenes buzos “re-creativos” están aportando a recrear una historia poco conocida que va a cambiar la historia de la llegada de africanos a Costa Rica.

El mar nos ha aportado formas saludables de re-creación de los imaginarios de una juventud -la más vulnerable al suicidio en el país- que ve oportunidades de trabajar por el bien común, y una forma de ganarse la vida, obtener becas para estudiar y generar proyectos productivos propios para mantenerse en su lugar de origen sin tener que migrar o agarrar las calles.

El “Puerto Viejo Town Tour” de los primeros buceadores que se han lanzado a generar sus empresas productivas este año ya ha recibido estudiantes universitarios y turistas culturalistas que, en un paseo por mar y playa, de senderismo arqueológico por los lugares históricos, conocen la nueva historia, contada desde los jóvenes y los elder de las comunidades.

A mí, a mis setenta años de edad, el regreso al mar me ha aportado una vida en comunidad que tiene el mar al centro… una vez más.