La Organización Mundial de la Salud retiró la homosexualidad del listado de enfermedades mentales en mayo de 1990, y desde entonces se ha luchado por garantizar los derechos de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersexuales (LGBTI) en contextos aún hostiles. En esta sección analizamos cómo el sistema heteropatriarcal se ha instalado en el imaginario social como la “única manera correcta de vivir” a través del discurso religioso y la diatriba médica1, cómplices y silenciadores de todas las formas de violencias en contra de homosexuales en el mundo. 

Abordamos también los crímenes cometidos en contra de personas LGBTI durante la guerra interna en Guatemala, consentidos por el Estado y la propuesta política entretejida desde la Asamblea Feminista para lograr sexualidades dignas y libres. 

Terapias de conversión: tortura en secreto 

Rosario Orellana / laCuerda

 

Grupos religiosos y conservadores siguen creyendo que la homosexualidad es una enfermedad mental que se puede “curar”. El consumo de sustancias que producen náuseas y vómitos, corrientes eléctricas, sesiones grupales, estímulos masturbatorios, uso de medicamentos e inclusive violaciones sexuales son algunos de los mecanismos que hasta la fecha utilizan para afianzar las dinámicas desiguales y represoras en el mundo.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos expuso en su Informe sobre Violencia contra personas LGBTI en América, su preocupación por la existencia de estas prácticas, mientras que la Organización de las Naciones Unidas sugiere la creación de prohibiciones globales de estas rutinas, argumentando que violan los derechos humanos e incrementan los riesgos de ansiedad, depresión y suicidio provocados por el miedo y la marginación.

En Guatemala estos procedimientos han salido a luz únicamente a través de testimonios como el de Emilia2, quien durante años fue sometida a golpes, citas con psiquiatras y diversidad de medicamentos para “cambiar su preferencia sexual”. Ninguna institución estatal u organizaciones enfocadas en la defensa de los derechos humanos, han logrado recabar cifras que reflejen el empleo de las terapias, esencialmente debido al hermetismo y vergüenza con la que aún las iglesias y familias tradicionales, encubren el tema. 

 Así como estos hechos perversos, existe otro tipo de violaciones a los derechos de las personas LGBTI relacionados con delitos sexuales, violencia física, discriminación y la criminalización de su resistencia frente a la institución heteronormativa impuesta.   

Grupos religiosos y conservadores siguen creyendo que la homosexualidad es una enfermedad mental que se puede “curar”. El consumo de sustancias que producen náuseas y vómitos, corrientes eléctricas, sesiones grupales, estímulos masturbatorios, uso de medicamentos e inclusive violaciones sexuales son algunos de los mecanismos que hasta la fecha utilizan para afianzar las dinámicas desiguales y represoras en el mundo.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos expuso en su Informe sobre Violencia contra personas LGBTI en América, su preocupación por la existencia de estas prácticas, mientras que la Organización de las Naciones Unidas sugiere la creación de prohibiciones globales de estas rutinas, argumentando que violan los derechos humanos e incrementan los riesgos de ansiedad, depresión y suicidio provocados por el miedo y la marginación.

En Guatemala estos procedimientos han salido a luz únicamente a través de testimonios como el de Emilia2, quien durante años fue sometida a golpes, citas con psiquiatras y diversidad de medicamentos para “cambiar su preferencia sexual”. Ninguna institución estatal u organizaciones enfocadas en la defensa de los derechos humanos, han logrado recabar cifras que reflejen el empleo de las terapias, esencialmente debido al hermetismo y vergüenza con la que aún las iglesias y familias tradicionales, encubren el tema. 

 Así como estos hechos perversos, existe otro tipo de violaciones a los derechos de las personas LGBTI relacionados con delitos sexuales, violencia física, discriminación y la criminalización de su resistencia frente a la institución heteronormativa impuesta.   

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Procuraduría de los Derechos Humanos (PDH) – violación a personas LGBTI

19 denuncias en 2018

4 denuncias hasta el 18 de febrero de 2019

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Instituto de la Defensa Pública Penal (IDPP) atendió 38 denuncias en las que las personas sindicadas se identifican como disidentes sexuales.

Ciudad de Guatemala reportó el mayor número de casos con 29. 

28 de 29 sindicados en la ciudad de Guatemala son mestizos o ladinos

15 años tiene el sindicado de menor edad

Las denuncias registradas por el IDPP se hicieron en los municipios: Santa Cruz del Quiché, Escuintla, Guatemala, Mixco, Villa Nueva, Huehuetenango, Quetzaltenango y Antigua. 

De los 38 casos, solamente dos sindicados se identifican como maya descendientes

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Centro de Documentación y Situación Trans en América Latina y el Caribe (CeDosTALC) levantó noventa casos de violencia contra mujeres trans, según el informe Esperando la muerte 2016-2017. De esas denuncias el 39 por ciento se reportaron el área metropolitana. 

El 58 por ciento de las mujeres trans afectadas corresponde a las edades de 18 a 30 años. 

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El régimen heterosexual y su crueldad 

María José Rosales Solano / laCuerda

 

Hablar de esto muchas veces significa quitarnos los cimientos de nuestras creencias. Sin embargo, después de leer a varias feministas, platicar y sistematizar el proceso de convertirnos y dividirnos en “sexo”, vemos la importancia de evidenciar este régimen en la vida de los seres humanos pues es uno de los más normalizados y violentos, como el militarismo, el colonialismo y el mercantilismo.

Como todo régimen, necesita reglas, prácticas y convertirse en hegemonía por medio de los castigos y otros ordenamientos disciplinarios. Aquí en Guatemala, la religión, la educación “formal”, los medios de comunicación corporativos (telenovelas, películas, etc), el ejército y el Estado, se entrelazan para instalar esta “única” forma de convivir: la pareja heterosexual.  ¿Por qué les interesa tanto basar las relaciones en este régimen?

Andrea Smith, teórica cherokee, habla del vínculo entre el heteropatriarcado y la supremacía blanca en Estados Unidos, territorio donde utilizan los “centros de conversión” para “curar” la homosexualidad y “reservas” para los pueblos originarios. Andrea comenta sobre la clasificación hombre/mujer como un pilar fundamental del imperio, del Estado-nación. La forma organizativa de la “familia/pareja” se conformó como núcleo que soluciona la vida cotidiana y las necesidades de los grupos sociales, “como forma de gobierno”. Excluye la posibilidad que sea colectivo, una conexión comunal, como es la organización de muchos pueblos originarios. Esta pareja heterosexual y la familia, como dice Andrea, codificada como blanca, patriarcal y de clase media, generan ganancias pues garantizan la gratuidad del cuidado, la reproducción de la hegemonía (religión cristiana, militarismo, etcétera.) y el tributo.

Smith afirma que “para poder colonizar a las personas cuyas sociedades no están basadas en jerarquías sociales, los colonizadores deben primero naturalizar la jerarquía instituyendo el patriarcado. A su vez, el patriarcado descansa en un sistema en el que sólo existen dos géneros, uno dominando al otro”. Romper esa hegemonía, suscita reacciones crueles de tortura y violencia.

 

Persecución política a las personas LGBTI en los anales del Estado 

Bernardo Euler Coy / Gestor cultural, fotógrafo y disidente sexual

 

Interpelé a mi madre y padre sobre tener el pelo largo en secundaria, con la intención de pedir su permiso para dejarlo crecer.  La respuesta fue un NO rotundo que acepté nervioso y enojado, porque mi deseo era “cosa de huecos”.

Me he preguntado: ¿Cómo hemos sido nombrados por este Estado las personas LGBTI?, ¿desde cuándo?, ¿qué papel han jugado las instituciones públicas para dar mensajes positivos o negativos sobre serlo? y ¿cómo influyen estas instituciones sobre lo que nos expresa nuestra sociedad en lo cotidiano?

Algunas respuestas puede brindarlas el informe Criminalización de la población LGBTI en los registros policiales, 1960-1990, del Archivo Histórico de la Policía Nacional (AHPN).  En él se detalla cómo el Estado guatemalteco, a través de la antigua Policía Nacional (PN) activó diversos mecanismos de vigilancia y control, de forma encubierta, contra las personas LGBTI.  Esto en un contexto complejo: el conflicto armado interno vigente desde los años sesenta y la aparición del VIH/SIDA, a mediados de los ochentas.

En este marco tomaron forma sobre la población LGBTI los delitos: “ejercer la homosexualidad, ser afeminados, vestirse de mujeres, usurpación de identidad o nombres supuestos y practicar la pederastia”. Lo evidencia en una serie de oficios y providencias del Ministerio de Gobernación, ordenando a la PN la captura de personas y grupos LGBTI, justificándose sobre las leyes nacionales que penalizaban los escándalos y alteraciones al orden público en afrenta contra la moral pública y las buenas costumbres.

Se sumaron a las denuncias civiles diversas columnas periodísticas que alentaban la necesidad de un saneamiento social y la prevalencia de la moral en lo público.  Según el informe, forma parte de las acciones que buscaron normalizar y justificar la actuación negativa hacia quienes expresaban orientaciones sexuales e identidades de género no normativas, en un entorno de complicidad social.

Se exponen cinco casos ilustrativos, el primero registrado en 1959, con descripciones de los datos tomados por la PN, así como la toma de fotografías para integrar el álbum de delincuentes.  Los casos nos introducen a Carlos (Gladys), Andrés, Adolfo, Álvaro y Santiago, así como las circunstancias al momento de su captura.  Me impresionaron sus rostros serios, el maquillaje usado y en muchos casos, el uso de pelo largo.

El código penal no contempla ser homosexual como un delito y las personas capturadas lo expresaron.  Sin embargo, la PN utilizó la misma palabra, con marcador rojo, para enfatizar los supuestos delitos de quienes capturaban.

Palabras como “hueco”, “afeminado” u “homosexual” nos nombran, pero existimos como sujetos sobre quienes las diversas formas de violencia, por prejuicio y discriminación, pueden realizarse con impunidad.

Dudo que usar pelo largo ya no sea un problema para nuestras autoridades. Pero ¿el Estado nos considera parte de su sistema?, ¿nuestra identidad de género puede expresarse con libertad? y lo más importante: ¿continúan los actos de criminalización histórica sobre las identidades de género no heteronormativas como lo expresó este informe?

 

Sexualidades libres y autónomas

Asamblea Feminista

 

En este momento en el que los poderes tradicionales y conservadores están tratando de reducir nuestros derechos humanos y particularmente nuestras sexualidades, consideramos importante compartir nuestras reflexiones alrededor de cómo deseamos vivirlas en concreto.

Comprendiendo que la sexualidad es el conjunto de prácticas, normas, construcciones, sentimientos y relaciones sociales y políticas históricamente construidas, que se derivan de la vivencia (disfrute u opresión) del cuerpo y la mente, la capacidad erótica y creativa y la potencialidad de la reproducción humana, desarrollamos la siguiente propuesta:

  1. Somos cuerpos en libertad, lo que nos permite ser, estar y construir sociedades libres.
  2. Existen imaginarios y reflexiones que fomentan la liberación de nuestros cuerpos reconociendo la memoria y la historia de las luchas y resistencia de las mujeres y de los pueblos.
  3. Se viven relaciones sociales amorosas libres a partir del respeto, la autonomía, la humanidad, la dignidad y desde la cooperación para el cuidado de la vida en plenitud a través de la praxis de la ternura.
  4. En esa sociedad nuestra sexualidad es:
  • Autoconsciente, informada y responsable: eso significa que conocemos nuestro cuerpo y sus potencialidades así como las implicaciones en nuestras vidas de cada decisión que tomamos. Esto requiere que cada persona crezca, se desarrolle y comprenda la magnitud social que está implicada en el desarrollo de su sexualidad. Se reconoce que las prácticas sexuales no implican abuso, dominio ni control de otras u otros.
  • Integralmente sana: disfrutamos de relaciones sanas, horizontales, que no provocan daño al cuerpo ni a la mente de las personas.
  • Libre y liberadora – Autónoma y placentera a partir de relaciones donde cada ser vivo contribuye a la potenciación recíproca.  Significa la decisión sobre con quién o quiénes y cómo queremos compartir las distintas áreas de placer. Cada quien construye sus deseos desde su autonomía. No existe un único modelo de sexualidad. Las características del cuerpo que una persona tiene, no determinan que se imponga un modelo, sino que cada persona es libre de desarrollar su propia sexualidad desde la niñez.
  • Socialmente se promueve la solitud como espacio propio para la reflexión, meditación o estar con una misma o con uno mismo.
  • La sociedad promueve el autoerotismo y el entusiasmo hacia la propia vida y al disfrute de las diversas áreas de la vida.
  • La política gira en torno a la satisfacción de los deseos de la sociedad en su conjunto, los cuales se construyen a partir del cuidado de la vida en el planeta.
  • Se promueve el hábito de pensar en lo desconocido como forma de ruptura y de crecimiento individual y social, así como el autodescubrimiento de las capacidades y potencialidades para la contribución al cuidado de la vida y de la sociedad.
  • Es un espacio de potenciación del poder erótico y la creatividad, marcado por el humor, la alegría, la celebración y la libertad.
  • La reproducción humana debe llevarse a cabo desde la libertad, dándose socialmente las condiciones para que se realice de una manera digna.

 

 

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  1. Análisis y conclusiones de la investigación de tesis de licenciatura en Antropología de la Escuela de Historia en la Universidad de San Carlos de Guatemala, elaborada por Julio Hernández Ochoa. En la misma expone que el discurso médico, es “subsidiario” de la moral cristiana y que reforzó la idea de que la homosexualidad era una enfermedad que alejaba a las personas del propósito de la reproducción. 
  2. Nombre ficticio