Por: Ana Silvia Monzón / Socióloga feminista

Annie Sugier, preside actualmente la Liga del Derecho Internacional de las Mujeres, creada en Francia en 1983. Siendo muy joven, conoció a Simone de Beauvoir, quien fue la primera presidenta de ese espacio feminista. Al preguntarle su opinión sobre la obra de Simone, figura emblemática del feminismo del siglo veinte,  Sugier plantea que cuando se publicó El segundo sexo, en 1949, “nadie hablaba del problema de las mujeres, lo esencial era la reconstrucción del país, y el olvido de los horrores de la guerra”.

En esos momentos de crisis política y económica, prevalecía la idea de que las mujeres “ya lo tenían todo”, porque se había reconocido el voto en buena parte de Europa y en Estados Unidos. Las luchas sufragistas, que no se circunscribían sólo al voto, iniciaron en el siglo XVIII con la  “Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana”, de Olympe De Gouges, y tuvieron un repunte entre finales del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX.

Según el sentido común patriarcal, las mujeres debían conformarse con ese derecho político que, sin embargo, no garantizaba el ejercicio de la ciudadanía para todas, especialmente para millones de obreras que trabajaban para sobrevivir, en las peores condiciones. De las mujeres de clase media se esperaba que fueran buenas amas de casa. Salvando las distancias de clase, todas estaban ausentes del espacio público, y relegadas socialmente.

En ese ambiente de efervescencia política, dominado por las narrativas polarizadas entre el comunismo y el capitalismo, que una filósofa, de por sí una excepción en la época, se ocupara del llamado “problema de las mujeres”, y que al indagar sobre la pregunta ¿qué significa ser mujer en la época actual? desmitificara instituciones como la familia, la maternidad, y la iglesia católica, causó mucha crítica en los medios intelectuales, y rechazo en una sociedad religiosa y conservadora.

Las otras

En palabras de Sugier, en El segundo sexo Simone demuestra la tesis de que “el hombre se ha apropiado del poder, afirmándose como sujeto, como referencia de lo humano, mientras se considera a las mujeres como ‘las otras’, seres sin trascendencia. Esta situación, no es el resultado de la naturaleza sino del acondicionamiento social, cultural e histórico”. Este proceso es resumido en la frase “No se nace mujer, se llega a serlo”. Esta explicación, que ahora parece obvia, es uno de los aportes aún vigentes del pensamiento de Simone de Beauvoir, porque coloca a las mujeres, y las relaciones con los hombres, en una perspectiva histórica y no de un destino ineludible.

Otra contribución contenida en el libro es el análisis de la condición de las mujeres desde varios puntos de vista, dice Sugier: “capítulo tras capítulo examina la biología, el aspecto psicoanalítico, el materialismo histórico, los mitos, las etapas de la vida de la mujer (infancia, juventud, iniciación sexual). Se atreve a hablar de los aspectos más íntimos de la vida sexual, y eso fue considerado como inmoral.” Setenta años después se cuenta con más herramientas, datos y elaboraciones teóricas para explicar esa condición de las mujeres, pero sin duda Simone se adelanta a su época al colocarlas como seres complejos en el entramado social.

Cuando de Beauvoir escribió esta obra, no existía un movimiento feminista autónomo; fue en los años setenta, una década de amplias movilizaciones sociales, cuando se vincula con las activistas del Movimiento de Liberación Feminista. Annie Sugier narra que, “fue en los años setenta cuando hablé por primera vez con ella. Con mi amiga, Anne Zelenky, una pionera del MLF, cada semana, nos reuníamos con Simone De Beauvoir, en el piso que ella ocupaba cerca de Montparnasse, para preparar acciones, entre otras, el manifiesto de las 343 mujeres que declararon haber abortado, denuncia de las violencias contra las mujeres, las jornadas de la Mutualidad sobre los crímenes contra las mujeres, la Feria de las mujeres”.

Annie rememora que “Simone de Beauvoir escuchaba lo que le contábamos, Anne y yo, sobre la evolución del MLF. Estuvo de acuerdo con nosotras para crear la Liga del Derecho de las Mujeres. Los primeros años de espontaneidad habían pasado, era necesario organizar la lucha con abogadas para apoyar a las mujeres víctimas de sexismo; posteriormente, al final de los años setenta, se dio  la revolución islámica en Irán cuando  un movimiento que se presentaba como revolucionario, basado sobre una ideología religiosa, borra las leyes en favor de la igualdad entre mujeres y hombres.

Además, en Francia, con las leyes de reagrupamiento familiar vemos aparecer violencias sexistas en relación con culturas diferentes (ablaciones, crímenes de honor, matrimonios forzados, etc.). Es como si la noción de derechos universales no se aplicara a las mujeres, sino el relativismo cultural. A nivel internacional, las Naciones Unidas votan la convención CEDAW, muchos países la firman pero con reservas relacionadas con la religión y la cultura. Ante ese escenario, afirma Sugier “nos parece prioritario defender la noción de universalidad de los derechos”.

Una de las facetas que destaca Sugier en relación con Simone es que trabajó como profesora gran parte de su vida, para ella la clave de la liberación de las mujeres era precisamente la “autonomía financiera, gracias al trabajo”. Además, “lo que me impresionaba era no sólo su inteligencia, pero sobre todo que no era complaciente; decía lo que tenía que decir, aunque pareciera escandaloso. Me impresionó el hecho que no se casó, ni pensó que para ser reconocida como mujer tenía que ser madre. Y eso lo dijo muy claramente. Su relación, a la vez sexual e intelectual con Sartre fue un modelo. Y otro aspecto impresionante era su capacidad de ser feliz”.

Los aportes de Simone de Beauvoir son un parteaguas en el pensamiento feminista, su referencia es obligada, sea para afirmar o para criticar sus ideas. Setenta años después, en este siglo veintiuno también convulsionado,  El segundo sexo nos interpela ¿somos ya mujeres plenas, o seguimos siendo consideradas “las otras” ?

Agradecimiento a Annie Sugier, presidenta de la Liga Internacional por los Derechos de las Mujeres, Francia, por sus respuestas a nuestra entrevista digital.