En San Juan Comalapa, Chimaltenango, el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social registró en 2017, un total de 84 embarazos en niñas, adolescentes y jóvenes de entre 10 y 17 años. Reportó ochenta en 2018 y hasta el 20 de febrero de 2019, ya sumaban los primeros diez casos del año. Las jóvenes de entre 15 y 17 años se ven reflejadas en los índices más elevados. Debido a esta pavorosa situación, la Asociación de Servicios Comunitarios de Salud (ASECSA) decidió fortalecer capacidades, empoderamiento, saberes y el pensar de la juventud en dicho lugar. 

Como parte del proceso, la asociación ha realizado diversas dinámicas con grupos de jóvenes para conocer sobre feminismo, defensa de territorios tierra-cuerpo y derechos sexuales y reproductivos, entre otros; además de visibilizar las diversas problemáticas que aquejan a la juventud. “En San Juan Comalapa hay muchas familias, maestras y maestros conservadores”, acota Juan José Alvarado, participante de varios talleres y líder juvenil. “Cuesta hablar de sexualidad porque es un gran tabú”, dice. 

El machismo y fundamentalismo dirigidos a través de las iglesias en Comalapa, ha reforzado tradiciones que no permiten el pleno desarrollo de la juventud, en especial de las niñas, a quienes en su mayoría, se les permite estudiar hasta sexto grado de primaria, para que luego se dediquen a los quehaceres de la casa y al cuidado de los más pequeños. 

“La educación te da bases para que llevés un control de tu vida, pero en Guatemala hay una formación en donde no conocés tus derechos, tus obligaciones y hacer valer tu opinión”, afirma Sara Tuyuc, participante de talleres con ASECSA y representante de organizaciones multisectoriales. “Aunque yo creo que no es sólo en Comalapa que vemos esta problemática. Existen reglas impuestas por el Estado que no nos dejan dar nuestra opinión ni exigir información sobre nuestros derechos”, argumenta. 

Según Juan José, las nuevas generaciones se enfrentan a varios problemas, pero principalmente al “adultocentrismo” y a la indiferencia de muchas personas por cambiar las realidades de sus entornos, aunque éstas priven de sus privilegios a gran parte de la población. “Si habláramos de estos temas, el país avanzaría un montón. Yo no tuve un papá machista y por eso aprendí que como mujeres tenemos que empoderarnos y hacer valer nuestros derechos”, afirma Sara, quien junto a otras compañeras y compañeros ha desaprendido y aprendido nuevas formas de vivir. 

Deconstruir en los círculos más cercanos 

Juan José creció en un hogar machista, sin embargo, desde que se involucró en los diversos procesos con ASECSA, ha logrado incidir en la dinámica diaria con sus padres y hermanas, abriendo espacios de diálogo y defensa de los derechos humanos. Además, ha trabajado para generar cambios desde el arte y la política, con amigos y compañeros. “ASECSA nos abrió la mente con temas muy importantes. Nos hicieron saltar y salir de la caja social en la que estábamos involucrados”, dice el joven, integrante de la cofradía de San Juan Comalapa. 

Por otro lado, Emiliana Tucubal, con 17 años, ha luchado por continuar su formación académica, pese a las constantes críticas de sus tíos y abuelos. “A través de los talleres, en ASECSA nos han enseñado a encontrar nuestros propios espacios, luchar por nuestros sueños y seguir desarrollándonos”, asegura Emiliana. 

Según Sara, las malas prácticas socialmente adquiridas no solamente se obtienen en el hogar o la iglesia, también a través de los medios de comunicación que estampan una idea de lo bonito, lo feo, lo bueno y lo malo. Por ello, se ha ido empoderando y ha tomado decisiones trascendentales para promover cambios de fondo en su propia vida y en su comunidad. 

Buscar cambios integrales 

En San Juan Comalapa aún existe mucha resistencia cuando se aborda la diversidad sexual. Las iglesias han optado por ofrecer “terapias de conversión” a través de charlas bíblicas, sin tomar en cuenta el impacto negativo que esto genera en decenas de personas, especialmente en quienes participan en actividades de la misma iglesia y se ven “obligadas” a llevar una doble vida. 

Alvarado advierte que la retórica con la que se quiere disfrazar a la comunidad LGBTIQ+ ha provocado la creación de espacios clandestinos de encuentro, poniendo en riesgo también la integridad física de quienes frecuentan estos lugares. “La gran mayoría migra a la capital, porque allá no hay tanta represión”, agrega. 

ASECSA apunta a profundos cambios estructurales, a través del trabajo de hormiga con grupos de jóvenes que tienen la oportunidad de no replicar prácticas que violentan los derechos de las personas, acercándoles a nuevas realidades, llenas de esfuerzo colectivo y respeto por las diferentes ideologías, pensamientos y expresiones. Sara, Emiliana y Juan José se han convertido en piezas elementales en estos procesos, porque han trasladado sus nuevos conocimientos a otros espacios, han deconstruido hábitos que les vulneran y se han propuesto no retroceder en las metas alcanzadas. 

Mientras, la juventud de San Juan incorpora otras manifestaciones para reclamar sus derechos, para hablar y ser escuchadas y escuchados. “El año pasado se celebró un festival de música llamado ‘Las balas no silencian el arte’, con el que queríamos usar la palabra y demostrar que somos capaces de tomar nuestras propias decisiones” añade Emiliana. 

“Con el empoderamiento hemos ganado confianza para lograr nuestras metas y objetivos, elaborar nuestras propias estrategias. Hemos realizado varias actividades en defensa de nuestros derechos, de nuestros territorios, nuestros ríos y vamos a seguir en la lucha”, concluye Juan.