Por: Rosario Orellana / laCuerda

Mientras nos enroscamos en discusiones coyunturales, olvidamos que la niñez en Guatemala adolece de derechos, de oportunidades y que, con el paso de los días, las diversas violencias en su contra avanzan de manera desmedida, extendiendo el listado de riesgos que corren en un país sin garantías, como éste. La pobreza; la falta de salud y de educación; las agresiones físicas y sexuales son, únicamente, pequeñas aristas que se acumulan dentro de una vasija llamada realidad. Sin embargo, son suficientes para visibilizar las problemáticas sobre las que debemos trabajar. 

Para comprender desde otras perspectivas sobre la situación de las niñas y niños en Guatemala, entrevistamos a Nicolás Pacheco, economista y consultor en comunicación que se ha especializado en niñez y adolescencia; además, ha fortalecido procesos en defensa de los derechos humanos de niñas y niños en conjunto con diversas organizaciones no gubernamentales e instituciones estatales. 

¿Cuál es la realidad de la niñez en Guatemala, de la que el Estado no quiere hablar? 

La niñez en Guatemala ha acarreado desde hace muchos años el problema de la desnutrición. Desde que yo empecé a investigar e involucrarme en estos temas, ha sido uno de los valladares más grandes.  En 2005, un especialista del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNDU) aseguró que con 2 mil millones de dólares el hambre, en aquel momento, habría terminado. ¿Cuánto necesitaríamos ahora para solucionar esa problemática? Los gobiernos en nuestro país no han abordado el tema a consciencia y es justo acá en donde aparece otro de los mayores enemigos de la niñez: la corrupción. 

En 1999 era alrededor del 20 o 25 por ciento de la niñez que moría de desnutrición crónica severa, ahora hablamos de un 55 por ciento. Según mis cálculos, han sido alrededor de Q25 millones los que se ha gastado el gobierno en nombre de las niñas y niños, pero los beneficios nunca llegan a quienes en realidad los necesitan. 

Haciendo un listado macabro, un 55 por ciento de niñas y niños mueren de hambre y el restante 45 por ciento sobreviven, pero ven afectado su desarrollo. Es por eso que vemos a muchas mujeres y hombres de talla pequeña y con dificultades cognitivas. 

Sin duda, la visión patriarcal, machista y adultocéntrica complica el desarrollo de la niñez en todos los sentidos. 

También podemos hablar de la violencia como tal. La he estudiado desde el 2005 y puedo decir que, en un primer nivel, es una mercancía porque la persona que violenta, recibe todos los beneficios de la sociedad. Es un fenómeno simbólico. Es un eje transversal del desarrollo de los corruptos y me atrevería a decir que ellos mismos [los corruptos] financian algunas acciones para mantener el desorden y el poder sobre el cuerpo de las niñas, adolescentes y mujeres adultas, inclusive de la tercera edad. 

Se ha logrado identificar a través de estudios o trabajo de campo, ¿qué violencias enfrentan las niñas, con la que no lidien los niños o lo hagan en menor medida? 

El caso de las niñas del Hogar Virgen de la Asunción fue emblemático. Se logró confirmar que en aquel lugar se cometían vejámenes de gran magnitud. Meses antes de la tragedia se hizo un estudio y se logró detectar que había cuartos de torturas para niñas y niños y que uno de los principales abusos que allí se cometían eran de origen sexual por parte de monitores, personas invitadas e inclusive integrantes del gobierno. Arrendaban a las menores cuando había fiestas militares, entre otros delitos. En su momento la Secretaría de Bienestar Social hizo todo lo que pudo para sacar de los medios estos relatos, desvalorizándolos. 

Estos temas se manejan en secretividad, nadie los aborda. Tampoco se habla de las sobrevivientes de estos procesos, las que ya son adultas y tienen hijas e hijos producto de esas violaciones; ellas siguen teniendo problemas en su vida, como una bola de nieve, crecen, pero nadie las escucha. 

Hay casos de madres que permiten a personas desconocidas tener tocamientos con las niñas o sexo oral con bebés por Q100, un poco más o un poco menos. Pero, el único caso enigmático de una autoridad que tuvo fuerte cobertura fue el de Chiquimula, cuando un exconcejal salió de un autohotel con una niña de ocho años. Por lo demás, no hay condenas, no hay sentencias, no hay nada. 

En el período que ha dado cobertura a la realidad de la niñez en Guatemala, ¿los índices han demostrado algún descenso en casos de violencia contra este sector? De ser así, ¿de qué violencia específica hablamos? 

El índice de violencia en contra de la niñez, en violencia sexual y embarazos de niñas entre 2010 y 2019 se quintuplicó. Lo único que bajó fue la edad de las víctimas porque en un inicio hablábamos de 14, 15 o 16 años, ahora son niñas de 10, 9 e inclusive hubo un caso que nunca se confirmó de una menor de 8 años. Hay muchos fenómenos que rodean este tema, pero es alarmante. 

Creo que las organizaciones de mujeres que han llegado a espacios comunitarios y citadinos han permeado en la lucha de otras mujeres que reivindican con uñas y dientes sus derechos y es justo por eso que son perseguidas. Se han empoderado por medio de novelas, por algo que vio, algo que escuchó, por un volante o una sesión. Podemos decir que hay más información, pero también que hay mucha labor aún por realizar. 

Según cifras publicadas por el Observatorio en salud sexual y reproductiva 77,700 niñas y adolescentes de Guatemala enfrentaron un embarazo en el año 2018. Más de 2,200 tenían 14 años o menos. La ciudad capital registró el mayor número de casos. 

¿Podríamos decir que la violencia sexual es donde se marca una mayor desigualdad entre niñas y niños? 

Anteriormente sí, en los últimos años, no. Antes podíamos decir que por cada mil niñas se reportaban 100 niños, pero ahora por las mismas mil niñas hay entre 200 y 300 casos de niños; para ellas no hay un descenso y eso también preocupa. 

Pienso que los medios de comunicación tienen mucha responsabilidad en ello, porque validan la violencia simbólica. Hay gente que tal vez nunca se atrevió a violar los derechos de una niña o niño, pero lo vio en la televisión y entendió que si se podía hacer. 

En laCuerda nos hemos dado cuenta del incontrolable crecimiento de alertas Alba Kenneth que ha habido en estos últimos meses. ¿Se tiene identificado el motivo más frecuente de estas desapariciones? 

En la interpretación de la violencia, podemos identificar que subieron dos índices: la explotación laboral y la sexual. En ambas hay un cruce con el fenómeno de las migraciones. Hay participación del crimen organizado y de la misma corrupción porque participan integrantes de la Policía Nacional Civil, entre otros. 

La violencia se ha naturalizado y existe el pensamiento “si no es mi cuerpo, no me importa”. Estamos en el limbo porque vemos pocas víctimas, pero hay un fenómeno atroz que funciona por debajo de la mesa. 

Según estadísticas de la Procuraduría General de la Nacional (PGN), durante 2018 ingresaron 6,464 reportes de niñas y niños desaparecidos. Del total, la mayoría (4,213) eran niñas y el grupo con más casos oscilaba entre los 13 y 15 años. En 2019, solamente entre enero y marzo se contabilizaban 1,820 casos, de los cuales, nuevamente, la mayoría (1,158) correspondía a niñas y adolescentes desde 0 hasta 18 años.  

Por otro lado, aseguran que, del total de reportes de desaparición de menores, tan solo 44 fueron localizados sin vida en 2018 y 17 en los primeros tres meses del 2019. 

Los mismos registros de la PGN reflejaron que los motivos más frecuentes de activación de alertas es la coacción o amenaza con fines delictivos, conflictos familiares o conyugales, migración, explotación económica y sexual, entre otros. 

Pensando en el tema de prevención, ¿qué herramientas se les puede enseñar a las niñas y niños para defenderse de diversas violencias en casa, las calles, en los centros educativos y demás?

En el sistema educativo sería magnífico que figurara este tema, pero hay un rechazo contundente. Hace años se creó la campaña “Protégeme” y de ella nacieron algunos libros como “El libro de Alejandra”, “El libro de Luis” en los que explica la violencia de una forma muy sencilla y, por ejemplo, les dice a los niños por qué no deben tocar a su compañera, o por qué no deben sobrepasarse con ella; también dan algunas alertas de acciones que generan violencia. Estos libritos han tenido buenos resultados porque los violentadores muchas veces son los papás, algún otro familiar, personas conocidas y siempre hay una violencia psicológica que acompaña. Este proyecto es un ejemplo perfecto que lo que podríamos hacer. También mini series de radio y otras metodologías. 

Botones de pánico, silbatos, levantar la mano con guantes rojos, como lo hacen en México, por ejemplo. Implementar escuelas para padres y otras para niños en temas de prevención de las violencias. Sería muy interesante hacer un taller que les enseñe a defenderse, mientras juegan, en espacios lúdicos. 

En nuestro contexto, ¿por qué es importante enseñarle a las niñas y niños técnicas de autodefensa, desde las palabras hasta las acciones y el uso de herramientas? 

Porque crecemos cognitivamente, pero no emocionalmente. Creo que debiese haber un sistema de protección desde lo emocional. Desde esa perspectiva, hasta tendríamos cabida en el Ministerio de Educación. Vivimos bajo mucho estrés y mucha violencia, entonces podríamos prevenirla desde identificar valores; conocer la violencia antes de que nos llegue. Por ejemplo, cuando sienta que alguien invade mi espacio, reacciono; cuando siento la mirada lasciva de otra persona, sé qué hacer, entre otras posibilidades. 

Según Nicolás, los esfuerzos de las organizaciones no gubernamentales han llegado a pequeños grupos para garantizar una vida digna a la niñez guatemalteca, pero los recursos no han sido suficientes para solucionar todas las problemáticas, que como describió en las respuestas anteriores, son promovidas, en muchos casos, por el mismo Estado. Con el paso de los días, se agudiza la crisis y permanece como una necesidad latente el trabajo de quienes pensamos y luchamos por una vida justa y equitativa.