Por: Centro Feminista de Estudios y Asesoría – CFEMEA / Brasil

 

A menos de dos meses de la toma de posesión de Jair Bolsonaro como presidente de la república, el país se conmociona cada día con las acciones y declaraciones públicas del gobierno, resultante de una alianza entre  corporaciones ultraliberales, fundamentalistas religiosos y militares, que ganó fuerza con el golpe de 2016 que derribó a la presidenta Dilma Rousseff. 

Estas fuerzas llegan al gobierno federal con una orientación política nítidamente contraria a los derechos de las mujeres, de las poblaciones negras y LGBTI, de los pueblos indígenas y tradicionales y de la clase trabajadora. Tenemos ante nosotros un gobierno que fue elegido profiriendo discursos racistas, machistas, lesbotransfóbicos, prejuiciosos y violentos, y que prometió acabar con toda forma de activismo, oposición y resistencia a sus mandos y abusos.  

Jair Bolsonaro responde a un proceso en el Supremo Tribunal Federal por apología a la violación en una discusión con la diputada María del Rosario, cuando era diputado. Foto: Gustavo Lima / Cámara de Diputados

Entre sus primeras medidas se  encuentra la extinción de varios ministerios y la creación del “ministerio de la mujer, de la familia y de los derechos humanos” bajo el mando de una pastora fundamentalista evangélica, antifeminista, anti-LGBTI, combatiente fanática de la despenalización del aborto y de lo que ellos llaman “ideología de género”. De hecho, un ministerio completamente antagónico a los marcos éticos y políticos de los derechos humanos, y esto en el país donde más se mata a transexuales en todo el mundo1, y uno de los más violentos para lesbianas, gays y bisexuales. 

La extinción y desocupación de varios ministerios y otros órganos de la gestión pública, las medidas de control y vigilancia sobre las organizaciones de la sociedad civil brasileñas y organizaciones internacionales, así como el discurso que clama por la criminalización de las protestas y de las luchas sociales, agravian la democracia y acentúan la violencia contra quienes defienden los derechos. Esta situación es similar a procesos que vimos crecer en países vecinos donde ascendieron al poder gobiernos autoritarios e incluso autocráticos. 

Brasil ya estaba entre los países más violentos del mundo para defensoras y defensores de derechos humanos, y después del golpe, la situación no dejó de empeorar. Un triste ejemplo fue la brutal ejecución de la concejala y defensora de derechos humanos Marielle Franco, en marzo de 2018. Según el informe de Global Witness, Brasil lideró el ranking de asesinatos de defensores de derechos humanos en 2017, con 57 asesinatos contabilizados2, siendo un 80 por ciento de ellos, activistas defensores de territorios y recursos naturales de la Amazonia. 

Marielle Franco, de 38 años, fue asesinada a tiros el 14 de marzo de 2018. Foto: Mario Vasconcellos

La Amazonia 

Región que presenta la mayor biodiversidad del planeta, siempre fue un territorio en disputa por el uso y control de sus recursos naturales. En este territorio se expresa, de modo ejemplar, la violencia de los grandes conglomerados económicos del país y del exterior sobre el ambiente y las comunidades que en él viven, y que de él dependen para sobrevivir. La mitad de la población indígena brasileña, 350 mil indígenas, vive en la Amazonia, donde también existen más de 400 comunidades de Quilombo3. 

Desde que el entonces candidato Jair Bolsonaro prometió, durante la campaña electoral, que su gobierno no destinaría ni un centímetro más de tierra a los pueblos indígenas, al menos 14 tierras indígenas ya fueron atacadas por madereros, hacendados o grandes empresarios, y la violencia creció, con diversos lideres indígenas amenazados de muerte. 

En la nueva estructura del gobierno, las decisiones relacionadas con las demarcaciones de tierras indígenas y de otras comunidades rurales y tradicionales están en manos del ministerio de la agricultura y pecuaria, comandado por los grandes terratenientes. Es decir, la violencia contra los pueblos y comunidades rurales y tradicionales está ahora legitimada y oficializada en el Gobierno Federal. 

Deforestación de la Amazonia en el entorno de la central hidroeléctrica de Belo Monte/PA. Foto: AFP/BBC

Primera Feminista 

Aun así, lo que nos da aliento en el campo de las resistencias, es la amplia y diversa movilización impulsada por una nueva ola feminista y antirracista, que se revela en la organización de las mujeres como sujetos políticos y en las movilizaciones que hemos sido capaces de llevar a las calles y al ciberespacio desde 2015, con el movimiento conocido como “Primavera Feminista”, que en diferentes momentos movilizó a millares de brasileñas para denunciar crímenes de políticos corruptos, de violencia sexual, además de la vitalidad a través de varios actos unificados –el día 8 de marzo de los últimos dos años- y de las marchas de trabajadoras campesinas y de mujeres negras. 

En la campaña electoral, fueron las feministas quienes consiguieron la mayor movilización contra la candidatura fascista de Jair Bolsonaro, lanzándose a las calles y tomando las redes sociales con el hashtag #EleNão (ÉlNo). El resultado electoral más inmediato fue el crecimiento significativo de la presencia feminista y de mujeres negras en el Parlamento Federal y en las Asambleas Legislativas de algunos estados. Resaltamos que, por primera vez, tendremos una mujer indígena como Diputada Federal. 

Manifestación convocada por mujeres contra la candidatura de Jair Bolsonaro para presidente, Río de Janeiro, en septiembre de 2018. Foto: Silvia Izquierdo

En este proceso de movilización, también las mujeres de la Amazonia resisten. La película Encantadas–mujeres y sus luchas en la Amazonia, producida de forma colectiva y colaborativa con un amplio y diverso grupo de mujeres activistas de la Amazonia, hace resonar las voces de la resistencia de las indígenas, negras, ribereñas, pescadoras, agricultoras y trabajadoras en la lucha por el reconocimiento de sus tierras, por la preservación de las aguas, por el derecho a vivir bien, en armonía con la naturaleza, y por el respeto a sus culturas y sus modos de vida. Ellas reaccionan y rechazan el lugar de sumisión que les es impuesto y reafirman la autonomía sobre sus cuerpos y sus territorios.

Imágenes del documental Encantadas. Fotos: Taís Lobo

 

1. Ver informe de la Ong Transgender Europe

2. Ver informe de Global Witness

3. Comunidades de Quilombo o Quilombolas son comunidades negras rurales que tienen una trayectoria histórica y un modo de vida propio, con una relación de proximidad con la ancestralidad africana.