Por: Guadalupe Duprat

Más de 40 personas de diferentes edades, procedencias y organizaciones se concentraron en la mañana del 8 de julio para gritar #YoSiTeCreo y Somos todas Julia. Se trata del caso de los violadores de Sololá y Panajachel que sigue impune y continúa escandalizando a la comunidad del Lago Atitlán, en la que conviven personas de todo el mundo que exigen justicia.

El caso Julia Rayberg es un baldazo de agua fría que se renueva cada vez que la justicia guatemalteca se pronuncia. La serie de denuncias que envuelve a los violadores sexuales de Sololá y Panajachel nos recuerda que la justicia prefiere dar la espalda a las mujeres que, pese a todos los obstáculos, intentan obtener reconocimientos por esa vía. La historia de Julia, al igual que la de muchas otras mujeres, es la de una sobreviviente de violación sexual perpetrada por múltiples agentes. Julia sobrevivió para contarlo y descubrió que su victimario no viola por primera vez.

Su caso reunió a todas las sobrevivientes que piden justicia y conseguir sanciones para un grupo de agresores en los que se mezcla un entrenador de gimnasio con una sociedad de médicos ginecólogos de Sololá. Julia no está sola y los violadores de Sololá no es la primera vez que comenten abusos. Muchas personas en Guatemala conocen su historia, especialmente después de leer un texto en el que se refiere a las “10 horas de lo desconocido”.

La historia de los violadores de Julia contabiliza mas agredidas con testimonios similares que señalan al mismo agresor, Byron Cortez, indicado también por una denunciante guatemalteca que pidió omitir su nombre, y por si fuera poco: hay una tercera historia de violación en curso de investigación. En ambos casos estuvo presente antes de los hechos el amigo cercano de Byron Cortez, el ginecólogo Edgar Ruiz.

Nuevamente hoy tuvo lugar una nueva audiencia liderada por la jueza Lidys Mercedes Chuy Jiatz quien, siendo representante de un organismo judicial encargado específicamente a los crímenes que ofenden a las mujeres (Chuy es una jueza especializada en delitos de Femicidio, Violencia Contra la Mujer y Violencia Sexual), se ha encargado de afianzar las características de la justicia patriarcal en su mas viva forma.

Basándose en pruebas de dudosa legitimidad, cuestionadas por Fundación Sobrevivientes, así como por la fiscal del Ministerio Público, Lydis Mercedes Chuy Jiatz no creyó que a Julia Rayberg la hubieran violado. Hace apenas dos semanas, en el caso de la denunciante anónima de Guatemala, en una audiencia en la que las evidencias presentadas por la defensa carecían también de sustento fáctico, la jueza dictó falta de mérito y se opuso a llevar a juicio a Cortez.

En la audiencia de este lunes 8 de julio, representantes de la Fundación Sobrevivientes, que actúan de querellantes y acusadores ante Byron Cortez pidieron la recusación de la jueza Chuy, basándose en muestras de supuesta parcialidad que la harían jueza y parte, jugando en favor del bloque de los acusados.

Representantes legales de la víctima señalaron que la jueza se las arregló para atrasar las audiencias y dar mayor tiempo a la defensa del sospechoso de violación. Por último, se presentaron evidencias de que la magistrada incorporó pruebas falsas (o por lo menos por fuera de los procesos legales) para favorecer a los acusados y hacer agonizar la causa de una violación sexual contra la ciudadana estadounidense Julia Rayberg.

La defensa del sospechoso de violaciones múltiples se dedicó, por su parte, a negar todas los señalamientos de parcialidad que recaerían sobre la jueza Chuy. El volumen de la voz del abogado que representa a Byron Cortez era tan alto e impositivo que, a pocos minutos de  iniciada su disertación, tanto la jueza como la fiscal del MP pidieron cordura y respeto al representante de las leyes.

Para tejer sus argumentos el abogado de la defensa, Walter Aroldo Gudiel Obregón, comenzó por señalar que las manifestantes auto-convocadas en el frente del poder judicial intimidaron al acusado, así como a los y las representantes del Derecho. También esgrimió ataques sobre la labor de periodistas que han informado en medios de comunicación digitales las sagas de violaciones en Panajachel. En suma, su tono, sus acusaciones y su manera de defender el caso confirman que quienes se llaman representantes legales no tienen reparos en fundamentar sus argumentos de manera huidiza a la vez que acusatoria con ínfulas de patriarca regañador. Indicándole sutilmente, hacia el final de la ponencia, a la propia jueza como debería proceder en casos como los de Rayberg.

Debido a las graves acusaciones de parcialidad que recaen sobre la jueza Chuy, la magistrada ofreció excusarse del caso, esto significaría la probable asignación de otra juez o jueza para seguir con el proceso. Por tal razón, el caso de Julia Rayberg queda nuevamente en espera hasta que magistrados de Antigua se pronuncien sobre la continuidad de la jueza Chuy en el caso de la ciudadana norteamericana violada en Panajachel.

Al salir a la calle nuevamente, por fuera de los grises pasillos del juzgado, el sol brillaba más con los carteles de vecinas y vecinos autoconvocadas gritaban firme y claro: “Se dice violador” “No es abuso. Es violación” y “Existo porque resisto”. Las vecinas, las locales, las migrantes, las viajeras continuarán movilizadas y a la expectativa. Ese nudo en la garganta, ese balde de agua fría, se renueva al cruzarnos por la calle al violador que anda libre y orondo por las sendas de Panajachel. La buena noticia: a las mujeres no nos callan nunca más.