Por: Ana Silvia Monzón

Hace aproximadamente veinticinco años, se empezó a cuestionar con más fuerza el sexismo y la violencia contra las mujeres en la universidad. Para entonces ya había crecido la matricula de mujeres en diversas carreras, pero no se observaba un cambio en las aulas, ni en la relación jerárquica entre docentes-estudiantes, ni en los espacios de toma de decisión -en facultades, escuelas, y el CSU- que siguen en manos de los hombres. Nuestra Universidad no pasa el test de la equidad de género, ni de la equidad étnica, en términos cuantitativos, y menos aún cualitativos.

En el 2010, cuando la USAC fue ocupada casi dos meses, por demandas similares a las de hoy, se intentó retomar un proceso de reforma universitaria, y las mujeres estuvieron allí.

Ese proceso nueve años después, está estancado, y hoy nuevamente está ocupada la Universidad. (Y las mujeres están allí!). A los reclamos históricos de mayor desarrollo académico, de abrir las puertas a más jóvenas/es, de la obligación de la Universidad de hacer propuestas para solucionar la problemática social, económica, política del país, y otras, se suman ahora, denuncias de privatización -de hecho- de la única universidad estatal.

Llama la atención sin embargo, que antes como ahora, no se escuche la voz de las mujeres universitarias (siendo más de la mitad de la matricula estudiantil). Con distinto énfasis se han venido haciendo, desde hace décadas, denuncias de violencia sexual (acoso y abuso) en los espacios universitarios; se ha generado evidencia (por ejemplo un anunciado estudio de la AEU que sería vital conocer en esta coyuntura), se han hecho denuncias concretas, que no han prosperado, se han planteado peticiones para que las autoridades tomen medidas para erradicar esa violencia que es inadmisible en la academia…pero…no ha pasado nada o ha pasado muy poco.

Y ahora, en la coyuntura de esta nueva acción política en la U, esa problemática, esas denuncias, esas demandas, no están en el debate. ¿qué sucede con las mujeres universitarias? ¿por qué no se logra hacer causa común para evidenciar que dentro de las problemáticas que aquejan a la tricentenaria, también es necesario colocar la mirada en la condición de inequidad y desigualdad de género? ¿por qué se piensa que los otros problemas son más importantes? que la agenda de las mujeres debe esperar? ¿que no hay condiciones porque si se habla de eso, se va a dividir, a polarizar?

Se observa que no importa que se cuente con un mecanismo político y un espacio institucional, creados hace 15 años, por el esfuerzo de grupos de mujeres universitarias; en la práctica cotidiana no se ha logrado incidir, ni promover cambios en ninguna de las estructuras universitarias.Más bien, como sucede en todos los espacios estatales, se está debilitando esa institucionalidad, se está cediendo a posturas fundamentalistas que atacan al feminismo, y que pretenden retroceder y restringir los derechos de las mujeres.

¿Por qué no se logra tomar conciencia de que a la par de la denuncia de privatización, debe estar la denuncia de la violencia sexual, institucional y epistémica? la denuncia de la falta de democracia, de racismo, de sexismo?

¿Tendrán que pasar otros siglos más para que las mujeres seamos consideradas sujetas políticas en la universidad?