Florencia Goldsman / Periodista argentina, ciberfeminista, investigadora viviendo en Sololá

 

En un evento ecologista realizado en Panajachel, Sololá, organizado por el Colectivo MadreSelva, se dieron a conocer alternativas auto-sustentables opuestas a los megaproyectos hidroeléctricos. En la Zona Reina está en curso un proceso de autonomía energética, basado en la generación de electricidad a través de turbinas de pequeña escala que no dañan los ríos y cuya gestión, administración y mantenimiento las hace la propia comunidad.

En las conferencias se escucharon historias de resistencia de toda Guatemala y también ¡del norte de Europa! La actual situación de Bernardo Caal, dirigente comunitario maya q´eqchi´, originario de Santa María Cahabón, Alta Verapaz, encarcelado por acusaciones de encabezar denuncias —hoy admitidas por la Corte de Constitucionalidad— contra acciones ilegales cometidas por las hidroeléctricas Oxec y Oxec II, que operan sobre los ríos Oxec y Cahabón, fueron omnipresentes, así como las violaciones a los derechos humanos de quienes defienden los territorios en toda Guatemala.

Daremos cuenta que la resistencia al saqueo del territorio es extensa y atraviesa todas las edades y nacionalidades. He aquí las voces de algunas de las resistencias presentes en aquella jornada:

 

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María Pascual es del municipio de San Mateo Ixtatán, Ixquisis, Huehuetenango, frontera con México, una de las regiones más castigadas durante la guerra. A sus 18 años ha visto cómo las libertades de la comunidad se cercan cada vez más, a causa de la presencia de las empresas extractivistas. Se enfrentan a la hidroeléctrica Hidro San Andrés y Pojom II. Llevan doce años de lucha, las jóvenes como María han mamado resistencia activa. “De mi comunidad aprendí cómo es defender los territorios”. Denuncia que hay ocho mil personas afectadas, el territorio está militarizado. La vida se debate en el horror de los compañeros muertos y la frecuencia con que aparecen mujeres violadas y macheteadas.

“Iba caminando por la calle para ir a lavar en el río, cuando me amenazaron con arma de fuego ‘¿hasta cuándo vas a seguir haciendo estas acusaciones a la empresa?’”, relata. No duda en afirmar que, pese a los amedrentamientos, en las manifestaciones participan cada vez más personas jóvenes, así como las mujeres y hombres que caminan juntos. Enfrentan la judicialización y la cárcel. La comunidad entera espera respuestas de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y sigue en vilo, vigilando a la empresa que quiere desviar los ríos Pocom y Río Negro Yalwitz. “Nosotros usamos el río, también del lado mexicano. Nosotras fuimos a preguntar si la luz de la hidroeléctrica iba a ser para Ixquisis y el ingeniero dijo que no. Nos dijo: ‘dormilones, ustedes no trabajan, por ustedes no va a haber luz’”. Ningún integrante de la familia de María fue a la escuela: “Cada vez que las niñas y niños querían ir a estudiar, tenían que pasar al lado de la empresa y los extorsionan”. Nos despedimos de María y su semblante serio lo dice todo: ha visto demasiado y no piensa renunciar a la lucha.

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Regina Ramos de la Unión 31 de mayo de Uspatán, Quiché, también en la Zona Reina, nos contó que llevan más de quince años organizándose para mantener el proyecto de luz comunitaria “Héroes y Mártires de la Resistencia, Unión 31 de mayo”. Regina afirma que: “La base es la cohesión comunitaria y las mujeres nos organizamos en torno a la energía. No quedan dudas de que en este contexto hay que organizarse para defender proyectos ante empresas nacionales y trasnacionales”.

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Eva María Fjellheim es una activista indígena y académica del Centro de Estudios Sami de la Universidad de Tromsø, Noruega. En su exposición detalló que la característica de su pueblo es ser nómadas y dedicarse al pastoreo de renos que “deben seguir una ruta libre”. La lucha que llevan adelante los pueblos Sami, unas 100 mil personas distribuidas en Noruega, Suecia, Finlandia y Rusia, se enfrenta hoy a la energía eólica, entre otros intereses de las extractivistas. Las empresas, con la venia del gobierno, invaden los territorios y empujan a la comunidad a moverse a lugares con condiciones desfavorables para sus labores, que realizan desde tiempos ancestrales. “El pastoreo es parte de mi ser. Si no lo puedo practicar, quién seré yo”, es la pregunta que trae Eva desde las tierras gélidas del norte.

 

Sobre la relación Noruega-Guatemala señala que desde 2012, visita el país en una brigada de solidaridad. “En el trabajo que hago, quiero romper el estereotipo acerca de qué es ser una indígena, la división entre el norte y el sur, que es la dinámica de los mismos Estados en la que funciona una dinámica de poder desequilibrada. Allá en Noruega, en Escandinavia,                somos el único pueblo reconocido como pueblo indígena. Nos auto-reconocemos como sujetos políticos y nos auto-definimos como pueblo indígena”. Ante la amenaza de los empresarios de la energía dice: “Nos hemos dado cuenta que no tenemos ningún derecho que nos proteja y que hace falta identificar y manifestar más los derechos territoriales en la legislación nacional, aunque Noruega es firmante del convenio 169 y se pronuncia a nivel internacional para promover los derechos indígenas. Hemos visto, una desesperación en la población Sami, porque hay tanta invasión del territorio que hemos llegado a un punto en que si no resistimos más fuerte, nos van a acabar culturalmente”.

Aunque el panorama sea desalentador, las luchas de todos los pueblos tienen un hilo histórico que se tensa y contrae. Las resistencias y la generación de energía de manera alternativa, muestran la densidad de las luchas. Las comunidades que resisten, son soberanas y seguirán defendiendo, con cuerpos, afectos e ideas, sus territorios.