Programa Pensamiento Feminista / laCuerda

 

A partir de las reconfiguraciones y reacomodos del poder en 2015, hemos escuchado o afirmado que estamos viviendo en un Estado fascista. Hay quienes consideran esto una exageración, aunque advierten sus múltiples expresiones. Otros vociferan que es una mentira de la “izquierda comunista”. Analizar el fenómeno requiere salirnos de las dicotomías y el pensamiento único.

Si convenimos que es una exageración decir que Guatemala es un Estado fascista, al menos necesitamos recordar la definición de fascismo, que alude a una ideología, un movimiento político y un tipo de Estado de carácter totalitario y antidemocrático.  Ya sea movimiento, ideología o Estado, las expresiones fascistas están presentes en las decisiones tomadas desde las instituciones estatales, con imperdibles características racistas, coloniales, misóginas, homofóbicas y clasistas.

Fascismo y genocidio

Hannah Arendt es la filósofa que, tras entrevistar a oficiales nazis, juzgados en Nüremberg, nos habló de la  “banalidad del mal” en su libro Eichmann en Jerusalem (1963). Sobre este concepto, explica cómo este militar, uno de los más connotados genocidas de la historia, no era un monstruo ni un loco que sintiera placer por matar a millones de personas, Arendt dice textualmente: “No era estupidez, sino una curiosa, y verdaderamente auténtica, incapacidad para pensar.”

La frase nos recuerda las palpables muestras de “incapacidad para pensar” de la mayoría de funcionarios del actual gobierno, iniciando por el presidente. Convertidos en marionetas del verdadero poder, economizan neuronas y asumen con cinismo, frivolidad e indiferencia, las atrocidades cometidas en su período y en los años del terrorismo de Estado, implementado por los militares que lo mantienen en la presidencia y que son responsables del genocidio.

El genocidio es un crimen que se construye dentro de un Estado fascista, y lo ejecuta un gobierno fascista que llega al poder por cualquier vía, incluida la “electoral”.El fascismo, como ideología de exterminio, también requiere de una población convencida de poner “orden” y “defender a la nación” a cualquier precio. Si el costo de ello es la eliminación, por masacre, desaparición o hambre, de personas etiquetadas como “indias”, “comunistas”, “pandilleras”, “guerrilleras”, “negras”, “judías”, “lesbianas”, “gays”, “transexuales”, “defensoras de territorios”, esa sociedad debe estar no sólo convencida, sino dispuesta a asumir el costo de la “solución a sus problemas” y colaborar para concretarla.

Por supuesto, un Estado fascista también requiere financiadores para desarrollar la maquinaria que “legitime” la eliminación de cuerpos construidos como desechables porque pertenecen a quienes han sido etiquetados como “enemigos” desde la lógica del exterminio.

“Legitimar” la muerte, desaparición o asesinato de personas despojadas de su dignidad y condición humana, por su raza, creencia política, ideológica o religiosa, y por su identidad o práctica sexual, es una tarea que inicia degradando al “otro” “diferente” para luego señalarle y convocar a su eliminación por ser “enemigo de lo establecido”. Los medios de comunicación, manejados desde el poder económico que financia al fascismo, han tenido una responsabilidad por demás evidente en la historia.

Si a estas alturas, quien lee no encuentra similitudes entre lo que estamos viviendo y los ejemplos registrados en la historia mundial sobre el fascismo y sus alcances, permítanos colocar con mayor claridad ejemplos de la política fascista del Estado de Guatemala.

Expresiones fascistas del poder 

O hay ceguera generalizada o habremos de concordar que la democracia es la gran ausente del actual sistema político, que está llevándonos vertiginosa y “banalmente” al recambio de rostros para garantizar la permanencia y el fortalecimiento de las lógicas fascistas del poder. Volverá a cambiar el gobierno pero no las condiciones de opresión en las que vivimos.

Existe un toque de queda tácito en la mayoría de territorios, y aunque no está institucionalizado, muchas personas deben circunscribir su movilidad a los horarios impuestos por los operadores del control social y la vigilancia sobre las personas y los movimientos.

La presencia permanente del ejército en calles y caminos, es señal de que la militarización y el militarismo operan en lo concreto, y en la subjetividad de la población que considera la organización militar como la adecuada para “atender” desastres sociales, como efecto de la acción de la naturaleza.

El nacionalismo: “lo guatemalteco”

Las y los funcionarios del Estado, asumiéndose defensores de la “nación”, responden a las características del totalitarismo porque condenan, prohíben y criminalizan cualquier pensamiento, práctica, acción, propuesta o emoción disidente del poder hegemónico. También responden a lo que se ha aceptado como “guatemalteco”, metiendo en esa caracterización la vulgaridad, el racismo, el machismo, la mediocridad, la hipocrecia, elementos comunes en el gabinete y otras instancias estatales. Los inoportunos intentos de “humor” de las marionetas del poder no sólo no dan risa, sino que resultan siniestras en la consolidación del fascismo como lógica de Estado.

La imposición de decisiones de quienes están al frente de las instituciones estatales, ha demostrado que no existe diálogo posible, sino sólo manipulación a través de un discurso de odio, para justificar ataques a quienes disienten de lo establecido cómo único y legítimo en la sociedad y en las leyes, y señalan las responsabilidades del gobierno.

La apología del odio condena y criminaliza el pensamiento crítico y cuestionador de las realidades, así como el ejercicio de una sexualidad libre y plena. En medio del horror y desasosiego que provoca esta realidad fascista y más allá de cualquier desacuerdo para caracterizarla, lo importante es mantenernos alertas, activas. Pensar, leer, escucharnos y convertirnos en eco de la alegría, primera perseguida del fascismo. Ella debe permanecer.