Al cerrar la presente edición, varios acontecimientos golpean nuestro sentido de dignidad, justicia y vida plena. El poder económico busca legitimar el empleo parcial y disminuir el ya insuficiente salario mínimo. El Congreso de la República está por aprobar la iniciativa de ley 5272, que constituye una afrenta a la autonomía de las mujeres,  de las personas con identidades sexuales disidentes del sistema de dominación, y atenta contra las libertades de todas las personas. 

Mientras eso pasa, el movimiento de mujeres y feminista ha debido movilizarse intensamente en las últimas semanas, en la búsqueda de varias mujeres, jóvenes y niñas desaparecidas, víctimas de la indiferencia del Estado, la colusión de funcionarios con redes criminales y la misoginia instalada en diferentes instituciones gubernamentales. 

En este contexto también ha tocado defender la dignidad de 56 niñas quemadas por el Estado en el Hogar “seguro” Virgen de la Asunción, y la memoria de 41 de ellas, simbolizadas en las cruces colocadas a manera de memorial en la Plaza Central para no olvidar ese crimen. Según los responsables de este atropello, las quitaron para resguardar la “seguridad” de quienes transitan por el lugar. Todo ello a la víspera de la “celebración” de 198 años de acumulación de capitales por parte de las elites criollas del país.   

La pantomima de “democracia” que padecemos ha garantizado, en las recientes elecciones, el reforzamiento del conservadurismo de derecha, el cual, de la mano de los sectores más reaccionarios de las iglesias evangélicas pentecostales y el Opus Dei, son cómplices de la muerte de cientos y miles de niñas obligadas a parir tras haber sido violadas. Cómplices de la trata de personas, el trasiego de drogas, el despojo de territorios, la criminalización de las comunidades, la militarización del país. Todo ello hace evidente que la llamada “transición” entre Jimmy Morales y Alejandro Giammatei, no es más que la continuidad manipulada de los poderes económicos, políticos y militares. 

El Estado de sitio impuesto a municipios de seis departamentos del nororiente del país, y la amenaza sobre otros tantos del occidente, confirma la intensificación de las lógicas de control territorial, al mejor estilo de la contrainsurgencia. 

A pesar de ello, acá estamos, encontrando, todas las mañanas, razones para colocar los dos pies en la tierra, la cabeza en los sueños por construir, y el corazón en las rondas de mujeres que cantan haciendo altares a la alegría de estar vivas y sembrar flores, allí donde la muerte no ha podido imponer su huella.