Por: Rosario Orellana / laCuerda

San Juan Comalapa está a 82 kilómetros de la ciudad capital, se ubica justo al norte de Chimaltenango; es uno de los municipios con mayor cantidad de habitantes de aquel departamento; predomina la población indígena y las juventudes. Pese a que son mayoría, estas últimas enfrentan una enorme carga machista, fundamentalista y, sobre todo, adultocentrista que no les permite un desarrollo pleno e integral. 

En este marco, la Asociación de Servicios Comunitarios de Salud (ASECSA) ha gestionado diversos procesos enfocados en las juventudes de Chimaltenango, con el objetivo de empoderarlas a través de nuevos saberes sobre los derechos humanos y múltiples expresiones de las violencias desde el plano estructural social, familiar e individual, entre otros. 

“Estos talleres ayudan a cambiar la mentalidad que está impuesta; es crecimiento para uno”, comentó Dany Chex, de 23 años y participante en las sesiones.  “En los municipios tenemos las oportunidades más limitadas y es importante conocer muy bien el contexto para tomar las mejores decisiones”, mencionó el entrevistado. Por su lado, María de los Ángeles Simón, con 19 años, aseguró que ser mujer en un territorio donde, casi todo el tiempo, se cosifican nuestros cuerpos, ha sido complejo, pero que su participación con ASECSA le ha permitido pensar y actuar de nuevas maneras. “He aprendido a defenderme. Mi familia ahora me toma en cuenta para tomar decisiones”, añadió. 

Sin garantías 

Chex, denunció que una de las principales problemáticas en el municipio, para las y los jóvenes, es el desempleo. “Son cientos de personas que se gradúan cada año y no tienen un rumbo claro en lo laboral”, dijo. Según el Sistema de Registro Educativo del Ministerio de Educación, en 2018 fueron inscritas 606 personas en diversificado, a nivel municipal. El 74 por ciento fue promovido. Esta cifra invita a reflexionar ¿qué pasó con los más de 400 jóvenes que se graduaron? ¿tienen trabajo? ¿se dedican a la pequeña agricultura, siendo el primer medio de sobrevivencia de las familias? ¿qué hacen para comer? 

Byron Shobin, de 18 años, y quien estudia quinto bachillerato y trabaja con telares, argumentó que, para muchos puestos, los empleadores exigen varios años de experiencia en el campo, vedando las posibilidades a quienes recién egresan de un centro educativo. “No nos quieren dar la oportunidad. Quieren ideas innovadoras, pero no escuchan nuestras opiniones”, advirtió. 

La violencia sexual también se refleja en este ámbito, según María de los Ángeles. “Cuando nosotras, las mujeres, vamos a pedir un trabajo, siempre nos piden cosas a cambio, como acostarnos con los jefes”, señaló preocupada e inconforme. Esto, sumado a las relaciones desiguales que históricamente han dejado en desventaja a la población originaria y los índices de pobreza y extrema pobreza, reflejados en el Plan de Desarrollo de San Juan Comalapa, elaborado en 2010 por la Secretaría de Planificación y Programación de la Presidencia (SEGEPLAN), es claro que el entorno convulsiona sin remedio y encauza a las juventudes a seguir los caminos “más fáciles”, como la delincuencia y venta de drogas. “Comalapa se caracterizaba por ser un pueblo muy tranquilo; rara vez se escuchaba sobre un asesinato, pero desde hace unos cinco años comenzaron a escucharse muchos casos de violencia y desafortunadamente las personas que están involucradas en estos hechos, son jóvenes”, relató Dany. 

Control + opresión = religión 

Como en muchos otros municipios del país, la religión, sin distinción de credo, es uno de los instrumentos que más control y opresión ejerce en Comalapa, fortaleciendo la lógica machista que se ha sostenido desde los hogares. “Las familias son muy religiosas y persiste el pensamiento conservador, lo veo con mis abuelos y mis tíos. Por eso hay mucha discriminación y no hay educación sexual”, planteó Chex. 

El mismo sistema y el panorama incierto, han provocado un incremento en el consumo de alcohol y con ello el rompimiento del tejido familiar. “Viví mucha violencia en la casa porque mis padres eran alcohólicos”, subrayó María de los Ángeles.  “Aunque no se habla del tema, aún existe mucha violencia en el hogar”, agregó Dany, “para romper ese patrón se necesita mucho empoderamiento de las mujeres. Se nota, sobre todo, en la toma de decisiones”, añadió. 

Por su parte, Byron creció en un ambiente distinto, junto a sus abuelos que siempre le apoyaron y alentaron a seguir aprendiendo. “En mi casa tomaron con calma que participara en los procesos de ASECSA y hasta he invitado a una prima para que vaya conmigo. Mientras tanto, trato siempre de llegar con mis compañeros del colegio y contarles lo que he aprendido, me ponen atención y muchas veces he visto que lo han puesto en práctica”, manifestó el joven. 

Construir el Buen Vivir

Aunque pueda parecer desalentador, todos estos factores yuxtapuestos han impulsado a la juventud hacia la construcción de espacios libres de violencias, donde el respeto, la empatía y la armonía sean el centro de las relaciones entre las personas y con la naturaleza. “Ahora entendemos que, aunque nos quieran cerrar espacios, podemos tener incidencia política porque eso no se refiere sólo a tener un puesto alto en el gobierno, sino que se trata de dar ideas y realizar un cambio para el bien común”, concluyó Shobin. 

Chex, por aparte, afirmó que “en el colectivo EComalapa se trabaja mucho en la formación de las y los jóvenes porque es necesario para conocer qué es violencia. Es una forma de comenzar a cambiar la mentalidad de las personas, empoderarlas, abrir espacios y estar presentes”, agregó.