“Se nos está muriendo la vida, la biodiversidad.

Ya los niños y jóvenes están naciendo y no conocen estos animalitos.

Solo en los libros los conocerán”.

(mujer comunitaria afectada por cultivo de caña)

 

Silvia L. Trujillo/ laCuerda

¿Para quién es el desarrollo que dicen promover las empresas que cultivan caña de azúcar en la región centroamericana? Esa pregunta guió una investigación realizada en El Salvador, Nicaragua y Guatemala, cuyos resultaros evidenciaron que lo único que dejan es acumulación de riquezas para los empresarios, y explotación, dolor y muerte para las familias campesinas de la región. El modelo concentrador de la tierra, calificado como “fábrica de pobres” en el marco del informe presentado, tiene comportamientos muy similares en los tres países: las cañeras se instalan, desplazan otros cultivos de subsistencia, extraen hasta agotar el agua y la tierra y se van de los territorios, dejando a su población y a la Madre Tierra enferma y empobrecida.

El estudio titulado “El incremento de las vulnerabilidades y violación de Derechos colectivos de las comunidades, causados por la expansión del cultivo de caña de azúcar”, impulsado, en Guatemala, por el colectivo MadreSelva, comprobó que las y los trabajadores de las cañeras enfrentan similares problemas en los territorios investigados: bajos salarios, falta de protección social, enfermedades renales crónicas no tradicionales y muertes, generando lo que se ha calificado como epidemia silenciosa.

Se plantea que las comunidades enfrentan una compleja estructura de poder que funciona desde los organismos públicos, tanto en el gobierno central como en los gobiernos descentralizados. En El Salvador, por ejemplo, se había creado una normativa para regular los desmanes de las empresas, sin embargo, dejó de aplicarse. En Guatemala, afirma el estudio: “el poder finquero cuenta con sofisticados mecanismos de control social y territorial que les permiten cooptar a las comunidades, o evitar que éstas se sumen a actividades de protesta o que efectúen denuncias”. Por último, agregaron que otra de las cuestiones compartidas en la región, son las estrategias empresariales que criminalizan a las comunidades, así como a defensoras y defensores del territorio, mediante la vigilancia a los territorios, campañas de estigmatización y judicialización para deslegitimar las luchas y encarcelar a quienes las abanderan.

Impactos diferenciados

A partir de los testimonios que se pudieron recoger en las comunidades afectadas, se determinó que el impacto de la producción de caña es multidimensional y diferenciado, mujeres y hombres viven en sus cuerpos las consecuencias de los monocultivos de caña. Las fumigaciones con agrotóxicos contaminan el agua y los suelos, pero, además, enferman a las personas, sobre todo a los hombres, quienes están más expuestos a dichas fumigaciones. Fruto de esta sobreexposición, ellos enferman y muchos mueren. Por ejemplo, en El Salvador, solo durante 2018 fallecieron 831 personas a consecuencia de insuficiencia o enfermedades renales crónicas, la mayoría hombres. En Guatemala, este tipo de enfermedades es una de las primeras seis causas de muerte y se calcula que medio millón de personas podrían padecerlas. De acuerdo con la Unidad Nacional de Atención al Enfermo Renal Crónico (UNAERC), existe una alta concentración de pacientes en el suroeste del país –coincidentemente una parte de esa región es cañera por excelencia- y la mayor parte de afectados son hombres. La investigación de MadreSelva permitió constatar que la mayor incidencia se da en Retalhuleu y que entre 2008 y 2018 fallecieron 2 mil 517 personas por este tipo de padecimientos.

Mientras ellos están en tratamiento, son las mujeres de las familias las que asumen el cuidado de quienes enferman, así como los costos del sostenimiento de la economía familiar. Cuando ellos mueren, ellas asumen el cuidado de la niñez que queda en orfandad y de las personas adultas mayores sin apoyo. Esas tareas implican un enorme desgaste físico y emocional, lo cual pocas veces se aborda en los debates. Las mujeres, además, están enfrentando enfermedades dermatológicas y respiratorias, y dada la escasa cobertura en el sistema de salud, las enfermedades merman el ya bajo ingreso de las familias. Cuando fueron consultadas, ellas no dudaron en atribuir a la caña sus afecciones de salud.

Por otro lado, para ellas significa un claro detrimento de sus condiciones de vida, por la progresiva destrucción de su hábitat, la imposibilidad de mantener adecuadamente un huerto familiar, porque con las fumigaciones lo sembrado se quema, se enferma o no crece, crea inseguridad alimentaria para ellas y sus familias y les impide desarrollar la red del cuidado de la vida. Ellas fueron las que recurrentemente expresaron preocupación por el futuro de sus familias e hijos, por la carencia de empleo, los bajos salarios que pagan en las fincas cañeras, la destrucción de los medios de vida, la escasez del agua y contaminación ambiental.

¿Desarrollo? ¿para quién?

La investigación dejó claro que para las comunidades no. En la Costa Sur ha aumentado la cantidad de población en situación de pobreza y pobreza extrema, así como los niveles de desnutrición. Las enfermedades renales, con costos imposibles de asumir, cobran más vidas cada año; el agua escasea porque las cañeras desvían los ríos y agotan las cuencas y, con suelos contaminados e infértiles, solo queda una única opción de vida: la migración. Como dijo un dirigente comunitario de la costa sur de Guatemala citado en el estudio “la caña, al final, ha sido destructor total del ambiente y de la vida”.