Cecilia González Urzúa / Socióloga y consultora independiente

Las mujeres siempre han sido sanadoras. Antes que se institucionalizara la medicina occidental, ellas eran las encargadas de atender partos de casa en casa, aconsejar, curar con hierbas y estudiar por medio de la observación empírica, el uso y beneficio de las plantas medicinales.

“La mayor parte de mujeres condenadas como brujas eran simplemente sanadoras no profesionales al servicio de la población campesina y su represión marca una de las primeras etapas en la lucha de los hombres para eliminar a las mujeres de la práctica de la medicina”. (Ehrenreich, English, 1973).

En Guatemala, las comadronas han sido las encargadas de acompañar a las mujeres en sus procesos de gestación, aconsejar en temáticas de salud en sus comunidades; junto con guías espirituales, hueseros y demás autoridades comunitarias, han logrado proteger su cosmovisión, conocimientos tradicionales y transmitir todo ese contenido con el objetivo de sostener la reproducción de la vida comunitaria. Por reproducción de la vida comunitaria se entiende todo ese esfuerzo por proteger formas de entendimiento de la vida, fuera de las lógicas mercantilistas de despojo y apropiación cultural y de bienes naturales.

Un don y una vocación

Se autodefinen como comadronas porque nacieron con un “don”, que se interpreta como una conexión con el inicio de la vida y  con la vocación de servicio que va más allá de tener un oficio propiamente. Esta explicación está ampliamente documentada en las publicaciones de la Asociación de Servicios Comunitarios de Salud (ASECSA).

Para ASECSA, las comadronas y terapeutas son herederas de saberes y prácticas ancestrales (métodos, técnicas de curación y también sentido del cuidado colectivo, servicio, hermandad), que continúan en la red de promotoras de salud dentro de sus comunidades, en una lógica de servicio comunitario, los cuidados y la reciprocidad, no en términos mercantilistas.

Sin embargo, la profesionalización de las prácticas médicas y la institucionalización de la salud han dejado excluidas, de forma legal, a las comadronas y demás promotores de salud a nivel comunitario, rural e indígena. Este hecho implica la negación de la existencia de estas redes comunitarias y la constante estigmatización y rechazo de prácticas por parte de las autoridades de salud.

ASECSA documenta de forma amplia las dificultades que las comadronas enfrentan en diferentes espacios donde se desenvuelven para realizar su vocación de servicio en atención a la salud de las mujeres. A continuación, se explica:

  • Espacio de pareja y núcleo familiar: privaciones y limitaciones que enfrentan en sus relaciones de pareja y/o familiares.
  • Espacio comunitario: conviven con la reproducción de prácticas propias del machismo y pensamiento de orden patriarcal que las limitan en su quehacer.
  • Espacio de relación comadronas-Estado: se materializa en los centros de salud, hospitales y demás instituciones públicas. Es un espacio de tensión y conflicto, que dificulta el desempeño de sus labores. Coloca la relación comadronas-Estado en términos jerárquicos de desigualdad y un trato con características propias del racismo que persiste en la sociedad guatemalteca.

Aura Cumes documenta los mecanismos que el Estado utiliza para ejercer control en el trabajo que realizan las comadronas: a) carné de habilitación, b) capacitaciones reguladas, c) disposiciones sobre atención de pacientes c) llenado de cuaderno de registro de actividades de comadronas d) inscripción del recién nacido en el RENAP.

Además de estos cinco mecanismos que el Estado guatemalteco ha creado para controlar el trabajo de las comadronas, hay otras limitaciones1 que ellas han identificado y se describen a continuación:

a) falta de recursos económicos para asistir a capacitaciones, al RENAP y atender los partos; b) falta de comprensión idiomática de la papelería que deben llenar; c) dificultades a nivel geográfico para desplazarse; d) falta de reconocimiento y apoyo en los servicios de salud; e) prácticas discriminatorias por parte del Ministerio de Salud Pública y Asistencia social (MSPAS); f) falta de implementación de la Política Nacional de Comadronas. Estas desigualdades tienen su origen en las políticas públicas con enfoque neoliberal aplicadas en Guatemala en la última década.

En este contexto, la salud no ha sido una prioridad para el Estado guatemalteco. A pesar de que sigue siendo un reto la disminución de la mortalidad materna en el país, para el año 2018 se documentaron 425 casos.2 Por su parte, el MSPAS señala que “las mujeres que fallecen por causas asociadas al embarazo, parto y puerperio continúan siendo aquellas que radican en el área rural, de etnia indígena, con poco o ningún nivel de educación, con edades que oscilan de 15 a 39 años”.3

Con esta conclusión, el MSPAS reafirma que una de sus grandes debilidades continúa siendo la falta de cobertura en comunidades indígenas, rurales y alejadas de los cascos urbanos y municipales. En términos demográficos, los 38 hospitales registrados se encuentran en el tercer nivel de atención, por lo general en los centros urbanos de cabeceras departamentales y/o municipales. A nivel comunitario, existen puestos de salud, pero no tienen la capacidad instalada para la atención del parto, especialmente en comunidades alejadas. Esto evidencia el papel trascendental de las comadronas en la atención materna y neonatal y la importancia de apoyar su lucha de incidencia política para el reconocimiento y respeto de susprácticas.

 

 

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    1. Estas limitaciones están ampliamente documentadas en el peritaje antropológico realizado por Aura Cumes en el 2016 “El rol ancestral y contemporáneo de las comadronas en las sociedades mayas y su relación con los servicios estatales de salud” disponible en ASECSA.
    2. Situación epidemiológica Muerte Materna Guatemala 2019. Semana epidemiológica No. 1-26. Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social.
    3. Idem