Florencia Goldsman / Periodista argentina, ciberfeminista, investigadora viviendo en Sololá

“Las mujeres indígenas de la comunidad tz’utujil son excluidas en varios espacios y niveles de participación, especialmente en los ámbitos de toma de decisiones” explica el folleto de procesos de formación del Consorcio de Asociaciones del Municipio de Santiago Atitlán. En el amplio espacio-sede del Consorcio, con una tienda de ventas y salas de corte y confección, rodeado por el diverso bosque de la cuenca del lago, se teje la participación de las mujeres jóvenes (y otras no tanto) en este pueblo del lago. Algunas personas sobrevivieron al conflicto armado, otras vienen de situaciones de violencia, algunas son víctimas del huracán Stan y otras vienen porque viven en situación de pobreza. Las demás, por ser mujeres indígenas y sufrir la discriminación a diario.

En este espacio creado hace más de diez años, en donde trabajan de 10 a 20 personas (dependiendo del volumen de pedidos de artesanías), se lucha por una vida digna de las mujeres, a través de la capacitación en derechos y políticas públicas; participación política en el sistema de consejos de desarrollo urbano y rural, incidencia política, entre otras.

El Consorcio nació entre 2009 y 2010 con el objetivo de empoderar a las mujeres tz’utujiles para luchar contra la violencia, priorizando la autonomía y empoderamiento económico, apoyando la elaboración y venta de productos artesanales. El trabajo artesanal como objeto es resultado de los saberes ancestrales mayas plasmados en tejidos, bordados y diversas confecciones como medios de expresión cultural y artística.

Elena Chiquibal, directora del Consorcio, cuenta a laCuerda que el proyecto surge de las organizaciones de mujeres, porque después de probar participar en los espacios mixtos, ocurría una situación conocida: “siempre nos dejan la vocalía”. Con extenso camino recorrido en el tema de derechos, Elena asegura que: “en los espacios mixtos, la prioridad de los hermanos varones no es luchar contra la violencia hacia las mujeres sino más bien el tema económico. No les interesa nuestro trabajo, por eso decidimos crear una organización propia, hecha por y para las mujeres”.

Para quienes llevan adelante el Consorcio, hablar de autonomía y  empoderamiento  económico,  ha  sido  siempre  complejo,  “porque empezar a no depender de un esposo cuando haz dependido 15 o 20 años atrás, son nuevos retos. Lo más satisfactorio de todo el proceso es que tenemos compañeras que son víctimas de violencia y que logran empoderarse económicamente”.

Pese  a los años que llevan creando arte para vender y cambiar   la vida de las personas, la continuidad del Consorcio no es del todo estable. En consecuencia, el equipo técnico y la junta directiva han decidido que uno de los retos, cuando se quedan sin financiamiento, es pasar meses voluntariando. “Pero también es nuestro amor por el trabajo que hacemos con las mujeres. Ha sido una gran experiencia para nosotras. La parte económica es difícil. La satisfacción de ver un caso de violencia sexual que culmina en un tribunal eso nos satisface. Nuestra fuerza más grande es el acompañamiento legal a víctimas de violencia junto con el tema económico. Para una mujer que viene muy mal de un proceso de violencia, y que todavía no sabe cómo va a hacer para independizarse, aquí le damos un proceso, tenemos talleres de teñido, de tejido y tenemos un área de corte y confección. Se puede introducir en cualquiera de las actividades económicas para que le genere cierto ingreso. Lleva un tiempo para introducirse, pero una vez que ella esté independiente, nadie le va a quitar sus conocimientos y su independencia”.

Consultadas acerca de los megaproyectos enfocados en el agua de la cuenca de Atitlán, no dejan ninguna duda: “Las mujeres no estamos a favor del mega colector y vamos a oponernos. El lago se hizo para toda la humanidad, no para depender de un tubo, no para que un  puño de gente se lleve el agua a la costa sur. Nosotros dependemos del lago, Santiago, San Pedro y San Lucas. Si esto llegara a pasar, creo que va a haber una conflictividad social. Porque nosotros los pueblos amamos al lago, esperamos que nuestras autoridades municipales logren implementar políticas y medidas que tiendan a salvarlo sin necesidad de un megacolector”. angustia, se desahoga una.

María Victoria García

María Victoria García es diseñadora de tejido en telar de cintura y brocados.

“Aprendí a tejer a los doce años. Gracias a venir al Consorcio, tuve más conocimientos, aprendí más sobre mis derechos y me siento libre, convencí a otras mujeres. Aprendí a hacer nuevos tejidos. Ahora enseño y aprendo de la gente, hacemos ese intercambio. Soy una de las víctimas de la violencia de la guerra, aquí mataron a mi primer esposo los militares. Fue en 1984 y estaba embarazada. Mi esposo murió cuando nació mi nena. Después me junté con otro hombre y tuve dos hijas más pero mi nuevo esposo no me dejaba salir. Comencé a venir aquí y a explicarle a él. Y ahora ya estoy libre vengo a talleres, reuniones, salgo, voy a Pana o nos toca ir a la capital. Mi esposo ya me deja salir. Eso yo explico a otras mujeres que están encerradas o que están sufriendo la violencia en sus casas, siempre hablo con ellas de que tenemos derechos, que pueden llegar a platicar y se le quita algo de la angustia, se desahoga una”.

Contacto e información para visitas AQUÍ.