Andrea Carrillo Samayoa /laCuerda

 

Tosepan Titataniske, que significa Unidos Venceremos, es el nombre en náhuatl de un movimiento cooperativo indígena en la Sierra nororiental de Puebla, México. Específicamente se ubica en Cuetzalan(lugar donde abundan las plumas hermosas), uno de los 217 municipios del estado poblano. Más de 430 comunidades del lugar y cerca de 38 mil personas conforman lo que se conoce como Unión de Cooperativas de Tosepan, que a su vez está integrada por nueve cooperativas que tienen presencia en cada una de estas comunidades.

El movimiento surgió hace más de 40 años, en 1977, con la intención de encontrar una solución al problema del alto costo en los productos  de consumo básico de las familias. Su primer logro lo obtuvieron  con el azúcar. En esa época, el kilogramo se conseguía a 10 o 12 pesos mexicanos en el comercio particular, un precio elevado para las personas de Cuetzalan, aún más siendo asiduas tomadoras de café. Las primeras cinco comunidades que se organizaron lograron dar aportes de entre 50 y 100 pesos; con el capital reunido compraron 20 toneladas de azúcar   al precio oficial (2.15 pesos), y así las familias pudieron abastecerse a un costo menor y más justo, tres pesos el kilogramo.

Isabel Mora Jiménez, es originaria de Cuetzalan, campesina productora de café y una de las socias de la Unión Cooperativa Tosepan desde hace ya muchos años. Para ella, ésta ha sido una posibilidad para mejorar las condiciones de vida de su familia y su comunidad. “La cooperativa busca el Buen Vivir de los socios porque recuperamos las plantas de nuestros ancestros, tenemos nuestros productos orgánicos, contribuimos a mejorar la vivienda de quienes no tienen los recursos suficientes para hacerlo, acopiamos, transformamos y comercializamos los productos que sacamos de nuestras parcelas (café, miel, canela, naranja, mamey…) para buscar mejores precios que los de los coyotes”.

Además, estas 430 comunidades se han organizado de tal manera que existen condiciones para implementar el trueque. “Se hacen intercambios dentro de la comunidad y entre comunidades, hacemos muestras gastronómicas para el cambio”, agrega Isabel.

Las cooperativas que conforman este gran proyecto se identifican cada una con un nombre en náhuatl y están orientadas a procurar la producción orgánica, proyectos productivos, servicios de ecoturismo, vivienda sustentable, servicios de salud integral, la producción, acopio, tratamiento y transformación del bambú y vivero de plantas, así como ahorro de créditos y seguros de vida; están ahora también queriendo impulsar procesos de energía alternativa y sostenible con el ambiente. Con el paso de los años, Unidos Venceremos se ha fortalecido y ha logrado mejorar los precios de los productos, sobre todo de aquellos que generan mayores ingresos en la zona, como el café, la miel y pimienta.

Las y los habitantes de Cuetzalan, quienes en su mayoría son socios de cada una de las cooperativas que integran el movimiento en su conjunto, promueven una “agricultura de calidad, amigable con la naturaleza, económicamente rentable y socialmente justa”.

Autonomía y participación colectiva

Isabel asegura que se promueve comunitariamente el consumo y producción propia, y si bien reconoce que no todas las personas cuentan con una parcela, “se ve de qué manera reciclamos y montamos un huerto en las casas, lo importante es ayudarnos a cultivar nuestros propios alimentos  y garantizar que vayan de la parcela a la mesa”, de esta manera -insiste en señalar- ha mejorado la alimentación y condiciones de vida de la población. “Se compra únicamente lo que no se encuentra dentro de la comunidad, aunque ahora también hemos empezado a producir nuestros jabones, champús y jarabes para la tos”, entre otros productos de consumo diario.

El sistema organizativo de la Unión de Cooperativas Tosepan sin duda garantiza la participación de mujeres, hombres y jóvenes en la toma de decisiones y funcionamiento del proyecto. Las y los socios representan la mayor autoridad, en tanto deciden quienes integran la asamblea general constituida por los delegados de cada una de las cooperativas, al mismo tiempo existen dos consejos, uno de administración y el otro de vigilancia, ambos entes deben presentar un plan de trabajo que se aprueba en la asamblea con representación de cada una de las comunidades.

Mensualmente se planifican las actividades comunitarias, por ejemplo, explica Isabel, los lunes se hace faena, eso significa que todos los habitantes se concentran para hacer el chapeo de veredas, “así, si no hay camino para que los niños vayan a la escuela, nosotros lo abrimos para que tengan acceso y no corran riesgo de que les salga una víbora o algún otro animal”, la recolección de basura y otras tareas también se programan durante la semana.

Mujeres y juventud

Al inicio ellas no eran tomadas en cuenta en la toma de decisiones, estaban relegadas a las tareas de cuidado del hogar, pero con el tiempo se organizaron, reconocieron su aporte y trabajaron para ser escuchadas en los diferentes espacios de participación. Hoy en el consejo de administración, la presidenta es una mujer, e Isabel ocupa el cargo de secretaria. “Empezamos a hablar de nuestros derechos y de no permitir más maltratos, y ya las mujeres son socias y están presentes”.

La violencia y el machismo persisten en las comunidades, pero ellas luchan cada día para contrarrestar un mal que no están dispuestas a que les impida avanzar hacia su autonomía.

En Cuetzalan las y los jóvenes también tienen una presencia activa. Sobre todo, se han involucrado en proyectos que se orientan a la búsqueda de alternativas energéticas. Este municipio estuvo expuesto a la llegada de varios proyectos hidroeléctricos, pero la población se opuso y resistió para evitar “que abrieran nuestros ríos, extrajeran sus minerales y desviaran nuestras aguas”, señala Miguel Ángel Castañeda, uno de los 300 jóvenes que hoy están organizados para empezar el impulso de paneles solares en las comunidades. “No nos consultaron, y sólo querían hacer negocio a costa de nuestra vida, por eso nos opusimos y estamos buscando otras formas, otras alternativas para vivir mejor”, concluye Miguel Ángel.

En Guatemala existen también experiencias desde los pueblos que dan cuenta de que es posible impulsar esas otras formas de procurar el bienestar, conocer que en otros países también las hay, potencia los esfuerzos que se impulsan para alcanzar el sueño de otro mundo posible.