Andrea Carrillo Samayoa / laCuerda

 

Su madre, una mujer de 40 y pico de años con una carrera universitaria, y fiel creyente de la existencia de un ser supremo que todo lo resuelve, le dijo que podía cambiar, que estaba enfermo y se podía curar.

Ernesto fue sometido a múltiples y largas sesiones de oración, para que el diablo saliera de su cuerpo y alma, y así finalmente pudiera convertirse en un “hombre de bien”.  “Yo la verdad no entendía, eran muchas manos sobre mi cabeza. Sinceramente yo no veía nada malo en mí, sacaba buenas notas en el colegio, era solidario y nunca lastimé a nadie”.

En el segundo año de la universidad, Ernesto se fue de su casa. Asistió a esas sesiones con la intención de ser el joven que su madre quería que fuera, “pero me cansé. Me gustan los hombres sí, y también soy un hombre de bien, estudio, trabajo, soy solidario con el prójimo. Me cansé de que me dijeran que estoy enfermo y que el diablo está en mí. Soy una persona feliz, que tengo derecho a serlo y si eso no lo entiende mi familia, pues con mucho dolor, prefiero estar lejos de ellos”.

La historia de Ernesto es una de las miles que viven quienes tienen una orientación o identidad sexual diferente a la establecida por la heteronormatividad. Existen los grupos de oración, pero también hay quienes han sido víctimas de encierro, violación, electrochoques, dosis altas y desconocidas de medicamentos… estas y otras formas violentas que atentan contra los derechos de las personas que transgreden la heteronormatividad, forman parte de lo que se conoce como terapias de conversión o de reorientación sexual.

Terapias de conversión, una forma de tortura

Abordarlo es importante, sobre todo hoy que en el país existe un repunte en los discursos de odio contra la población LGBT o con una expresión plural, como se nombra desde los pueblos indígenas, en el impulso de iniciativas que intentan reasentar la idea de la familia tradicional y la pareja heterosexual; es necesario tratar el tema porque en el actual contexto se han fortalecido los mecanismos de articulación de grupos fundamentalistas con actores políticos y sociales, en tanto líderes religiosos y personas ultraconservadoras impulsan, desde cargos públicos, agendas antiderechos.

Desde hace 30 años, en 1990, la Organización Mundial de la Salud eliminó de su lista de enfermedades la homosexualidad, sin embargo, en Guatemala sigue existiendo, en un significante porcentaje de la población, la idea de que es un padecimiento que tiene cura o un problema que tiene solución.

“Mi mamá una persona con estudios, pero muy influenciada por su iglesia, creía o cree que lo mío [ser gay] es una enfermedad que dios la puede curar, que sólo tengo que abrirme a creer y querer cambiar para ser el hijo perfecto”, comenta con desanimo Ernesto.

Para Sandra Morán, activista, defensora de derechos humanos y diputada 2016-2020, “existe una concepción de que ser gay se puede componer y mientras esto exista, van a haber madres y padres que metan a sus hijos en todo tipo de ‘terapias’ para que ‘finalmente se vuelvan mujeres u hombres’”.

Es conocido, más no abiertamente dicho, que grupos religiosos, centros de rehabilitación o de atención a la salud mental, psicólogos y  psiquiatras  ofrecen  “tratamientos  y  curas”  para  combatir  el supuesto mal.

Hablar de esto es nombrar las terapias de conversión o de reorientación, lo que significa al mismo tiempo hablar de agresiones, violencias y dolor, “este tipo de terapias te mete en una situación de dejar de ser lo que sos y al no poder hacerlo, hay un abuso permanente que finalmente es una tortura”, agrega Morán.

Alex Vásquez, integrante de Tz’ Kat, Red de Sanadoras del Feminismo Comunitario Territorial en Iximulew-Guatemala, ha acompañado varios casos de personas que no soportaron este tipo de terapias ni el trato que recibieron en sus casas. “Se han acercado a mí porque saben que, desde mi camino por los saberes y sanación ancestral, hay un respeto profundo por la pluralidad de existencias o expresiones plurales de vida que habitan en nuestro territorio”, señala.

Este tipo de intervenciones para Alex, representa una violación muy grave a los derechos humanos, en tanto invaden la privacidad    y el proceso de la persona que está descubriendo su sexualidad en   un entorno social y político donde están estipuladas y normalizadas las sexualidades heterosexuales. “Descubrir tu sexualidad, identidad y corporalidad en la pluralidad, en una sociedad normativizada sea indígena, mestiza o ladina, conlleva un proceso de aceptación muy fuerte”, concluye Alex.

Es muy difícil conocer datos exactos de cuántas personas han sido sometidas a las terapias de conversión, dado que son escasos o casi nulos, los registros de denuncias de este tipo. Según Henry España, defensor de la diversidad sexual de la Procuraduría de Derechos Humanos, esto se debe, por un lado, a causas estructurales, pero también a que el sistema no responde porque no tiene suficiente cobertura o el presupuesto es muy bajo. Además, explica, se atienden y recibe denuncias por las violencias más visibles, pero no se ha discutido a profundidad, cómo esto tiene un impacto y afecta la salud mental de las personas.

Por otro lado -señala- a esto se suma la falta de regulación y supervisión a centros de rehabilitación de alcoholismo  o drogadicción,  en donde muchas veces se practican este tipo de terapias. Con  esto último también coincide Sandra Morán, quien sostiene que es fundamental exigir a la Comisión de Tortura del Congreso de la República y al Ministerio de Salud, que fiscalicen e incluyan como parte de sus acciones estos centros de “atención”.

[Continuará…]

 

Es importante resaltar que en este y el resto de materiales que saldrán publicados, hablaremos de población LGBT pero también de identidades, cuerpos y sexualidades plurales en tanto, según explica Alex Vásquez, para los pueblos indígenas, lesbiana, gay, bisexual, transgénero, no tiene un significado en su idioma, “no se nombran desde ahí porque no tiene etimología”, por lo cual se habla de expresiones plurales que habitan los territorios, “formas plurales en la red de la vida y en nuestros pueblos”.