Rosario Orellana / laCuerda

 

Con frecuencia leo relatos de mujeres de diversas edades que fueron acosadas en la calle. A unas les silbaron, a otras les gimieron, a algunas les gritaron frases obscenas y de carácter sexual y a varias las llegaron a tocar sin su consentimiento. La mayoría de esas historias coinciden en la frase “no supe qué hacer”. Y es que el acoso callejero nos paraliza, nos abruma y ante ello debemos aprender a leer la situación y a tomar las mejores decisiones.

Primero, debemos aprender a identificar el acoso callejero. De acuerdo con Lidia Guerra, asesora del Observatorio Contra el Acoso Callejero (OCAC), “es toda actividad con connotación sexual que viene de alguna persona extraña, en los espacios públicos y que no es solicitada”. A ese concepto, Irma Estrada, instructora en autodefensa feminista, agrega: “es una acción que invade, que genera algún tipo de molestia o incomodidad. Para saber si es acoso o no, debemos preguntarnos ¿cómo me hace sentir una palabra, un gesto o una mirada”, explica.

Por su lado, Elsa Rabanales, sobreviviente, mujer maya mam, integrante de la colectiva Actoras de Cambio, asegura que el acoso callejero no es solamente un tipo de violencia. “Hemos reflexionado que se trata de una violación sexual que aqueja contra nuestros cuerpos, nuestra vida, integridad, nuestro ser como mujeres y nuestra sexualidad”, afirma.

Luego, “debemos entender que el acoso no tiene que ver con una misma, sino con la persona que se siente con el derecho de hacerlo”, añade Estrada. “Realmente nos están marginando, nos están señalando, el cuerpo de las mujeres se vuelve un objeto social y sexual”, señala Rabanales.

El tercer punto donde las entrevistadas coinciden, es en el fortalecimiento de la intuición. “Es la que nos dice que la forma en que alguien nos ve no está bien, o que camine por una calle y no por otra. Estar conectadas con la intuición es permanecer en estado de alerta, no de paranoia. Cuando hablamos de prevención, no significa dejar de hacer lo que nos gusta, como salir a caminar, usar un escote o hablar. Se trata de ser inteligentes, identificar la situación y salir rápido de ella”, explica Estrada. Por su parte, Elsa dice que, para fortalecer la intuición, es importante compartir nuestras historias de vida con otras mujeres, intercambiar técnicas para fortalecernos. “Debemos compartir metodologías porque nunca estamos solas. Siempre habrá una mujer que necesita de nosotras y nosotras de ella”, subraya.

Educar y denunciar

El OCAC promueve la formación, especialmente de juventudes, para prevenir el acoso callejero. “No creemos en los castigos físicos porque entendemos que el ciclo de violencia se debe romper. Sí queremos que las personas sean denunciadas y que, en lugar de ir a la cárcel a perder el tiempo, se capaciten para tomar conciencia y eliminen esas prácticas de su vida”, detalla Lidia.

La entrevistada invita a denunciar en el sitio web de OCAC para visibilizar esta violencia que, por cierto, en Guatemala no es considerada como delito. “Nosotras las mujeres tenemos que apropiarnos de nuestro cuerpo, nuestra vida, nuestra sexualidad y aprender a poner límites, pero no a través de golpes”, complementa Elsa.

Entonces ¿qué hago?

  1. Discernir si podemos manejar la situación. Si consideramos que es posible, cuestionar al agresor con frases como: “tengo una duda, ¿me dijo algo sobre mi cuerpo? ¿sabe que lo que acaba de hacer es acoso y no es correcto”. Esto debe hacerse sin agresividad ni groserías y con una voz clara y potente. Según OCAC, la persona que enfrenta el acoso debe tomar una postura que proyecte confianza, seriedad y calma.
  2. Grabar con un teléfono y llamarle como acosador que es. “La gente le tiene mucho miedo a la vergüenza pública”, advierte Irma. Asegura, además, que cuando estamos acompañadas por amigas, éstas deben respaldar la respuesta y grabar a quienes ven la situación y no dicen nada.
  3. “Una de mis técnicas favoritas fue implementada por un colectivo en El Salvador con mujeres muy jóvenes. Imprimieron unas hojas con tres preguntas y cuando las acosaban, regresaban al punto y le decían, por ejemplo: ‘buenas tardes señor acosador, tengo algunas preguntas para usted’ e interrogaban a la persona. Siempre lo grababan y se acordó que lo podían hacer cuando estuvieran acompañadas, para evitar más riesgos”, comparte Estrada.
  4. Elsa expresa que en las comunidades, a las mujeres se les invita a aprender técnicas de autodefensa personal, haciendo ejercicios con el cuerpo, los brazos o las piernas, inclusive utilizando alguna chaqueta. “Además, proponemos utilizar un silbato para llamar la atención y que otras personas reaccionen”, agrega.
  5. Según Rabanales, entre las mujeres de pueblos originarios, la técnica más recomendada es la conexión con el propio cuerpo y con los sueños. “En la cosmovisión maya así recibimos alertas o avisos de algún peligro. Debemos creer en nosotras mismas. Pedimos mucho a la cosmovisión, al fuego, a la energía para que nos proteja y es muy importante hacer nuestro centro energético”, concluye.
  6. Lo más importante es sacar la voz, y acuerpar a quienes también lo hacen. “Esa es una deuda que tenemos con nosotras mismas”, concluye Estrada.
  7. Si sos hombre y ves que a una mujer la están acosando, podrías intervenir, con calma, y decirle a la persona agresora que lo que está haciendo no es correcto.

Adaptarse al uso de las diferentes técnicas es parte de un proceso individual, para algunas más complejo que para otras. Es necesario que rompamos los patrones y desnaturalicemos este tipo de violencia; que confiemos y nos apoyemos unas a las otras, nos emancipemos y nos movilicemos con libertad.