Andrea Tock / Feminista e investigadora social

 

Portrait von Sara Ahmed, stehend im öffentlichen Raum, naehe Kottbusser Tor

Sara Ahmed, recientemente traducida al castellano, es una académica independiente que genera debate y hace replantear ciertos mitos en torno a los feminismos. Aunque una buena parte de su obra es de considerable complejidad, es también una escritora de textos accesibles para quienes la jerga académica pueda resultar poco amigable. Escribe un blog llamado Feminist Killjoy (Feminista Aguafiestas) y hace tres años publicó Viviendo una vida feminista, libro que se ha vuelto muy popular debido a su tono amigable y conversacional.

Leer a Ahmed es casi como hablar con ella frente a frente; así se siente. “¿Qué escuchas cuando oyes la palabra feminismo?” es la pregunta que lanza en la introducción de Viviendo una vida feminista, unas cuantas palabras al comienzo de un libro, que inmediatamente llevan a la reflexión a casi cualquiera. Una pregunta para la que cada una tendremos respuestas distintas. Pero, para quienes en esa palabra hemos encontrado refugio más de alguna vez, también podemos identificar que no siempre ha sido un lugar de comodidad. Sin intención, muchas veces hemos sido esa feminista aguafiestas de la que Ahmed habla, de la que se espera que arruine un chiste o que lance una crítica y provoque un problema donde no lo había. Y es que, tal y como dice Ahmed, problematizar algo es también convertirse una misma en un problema.

Ahmed describe el proceso de convertirse en feminista como uno abultado y lleno de baches; nos topamos con un mundo  cuando nos comenzamos a dar cuenta que no está hecho para nosotras, para acomodarnos. Nos volvemos conscientes a través del tiempo de que las cosas no son lo que parecen, que las historias que nos cuentan para nuestro disfrute y entretenimiento, limitan y empequeñecen lo que es posible, especialmente para las niñas.

Una vez somos feministas, una vez nos identificamos con esa palabra, es como si algo se “prendiera” y, por lo tanto, estar “encendidas” se convierte en una posición por default; todo con lo que nos topamos, todo lo que consumimos  y lo que hacemos, se convierte en algo que puede ser cuestionado, retado y resistido. Puede ser emocionante darse cuenta cómo las cosas toman forma, como las cosas no son necesarias o inevitables, como están abiertas a ser retadas, cómo podemos crear historias alternativas.

Pero puede ser cansado eso de estar siempre “encendidas” y por supuesto que a veces quisiéramos poder apagarnos y disfrutar de una película sin tener que analizarla. Ahmed nos recuerda que podemos darnos el permiso de “apagarnos” cuando estar “encendidas” es muy difícil. Esto no funciona siempre, a veces podemos estar muy cansadas con ganas de relajarnos pero la aguafiestas regresa, nos convertimos en ella de nuevo y nos encontramos cuestionando y criticando de nuevo.

Vida de una feminista post-institucional 

Ahmed, nacida en 1969 en el Reino Unido,    de padre paquistaní y madre británica, creció en Australia, observando las formas en que el colonialismo de los colonos blancos violentaba a las poblaciones indígenas de la isla. Desarrolló su carrera académica en el Reino Unido y llegó a ser la directora del Centro de Investigación Feminista de la Universidad Goldsmiths de Londres. Renunció a este puesto en 2016 debido a la falta de voluntad de la universidad para resolver los problemas de acoso sexual en el campus. Desde ese momento, dejó de estar afiliada a alguna universidad. Una muestra de coherencia feminista, en un mundo donde las posiciones académicas son extremadamente competitivas, y la precariedad laboral está en aumento, incluso para quienes viven en el Norte Global, especialmente si pertenecen a las minorías racializadas.

Una de las lecciones más interesantes sobre esta etapa es que trabajar “en” la universidad también debe significar trabajar “sobre” la universidad.

Una lección que se puede aplicar igualmente para quienes trabajan en otras instituciones, históricamente construidas de formas opresivas. Trabajar “en” esas instituciones debe implicar también trabajar “sobre” esas instituciones.

Uno de los mitos que le interesa derribar a la autora es ese de que el feminismo es un regalo del Norte al Sur; un regalo, que para ella, siendo hija de padre paquistaní, se le presentaba además como un regalo imperial. Esa noción hace que no se note las transiciones que ocurren a la inversa, que viajan en la dirección opuesta.

Ahmed resuena especialmente para quienes se han encontrado en espacios que no han sido pensados para nosotras; espacios que pueden ser académicos donde no nos sentimos seguras ni cómodas, ya sea por nuestro color de piel o nuestra posición económica o nuestro género. Quienes llegamos a una academia que no fue formada para, ni por nosotras, traemos conocimientos al igual que mundos, que de otra forma no estarían allí.

Ahmed nos exhorta a pensar en cómo aprendemos de los mundos que no nos acomodan; a pensar en los tipos de experiencias que tenemos cuando no se supone que estemos allí. Estas experiencias son un recurso para generar conocimiento.