Fátima Anzueto Vargas / Artista visual e historiadora de arte. Guatemalteca

 

Conocí a Rina Lazo Wasem por el mural Tierra fértil en el Museo de la Universidad de San Carlos de Guatemala, en mis años de estudiante de la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP); me reencontré con Rina cuando visité la exposición “¡Oh Revolución! 1944-2010 múltiples visiones” en el Palacio de la Cultura, me cautivó la historia de dos grandes lienzos: Gloriosa victoria de Diego Rivera y Venceremos de Rina Lazo.

Luego, la ubiqué con mayor frecuencia en pinturas y textos, fui tomando nota. Mapeé los lugares donde nos íbamos encontrando. La entrevisté en su estudio en Coyoacán, en la casa de la Malinche. Le pregunté de las anécdotas que había leído, de la niña de cinco años que empezó a dibujar en las Verapaces, cuando la familia Lazo Wasem vivió por dos años en Cobán, aquí, inician sus inquietudes artísticas, hasta encaminarse definitivamente en la adolescencia.

La vena artística venía de su abuelo materno. Con su amiga Carmen Neutze, ingresó al taller de Julio Urruela en el Palacio Nacional para tomar clases de pintura en 1944. Urruela le sugirió ingresar a la Academia Nacional de Bellas Artes, en este año, las reformas sociopolíticas en el país le abren las oportunidades, obtiene su primer premio, compartido con Jacobo Rodríguez Padilla, al realizar un cartel conmemorativo de la Revolución de Octubre. Su galardón más significativo, el tercero obtenido en Guatemala, fue la beca de estudios de arte en México, el cual recibe de las manos del presidente Juan José Arévalo en 1946.

Rina sale por primera vez del país, se enfrenta a un mundo lleno de oportunidades, desarrolla una carrera fructífera en México, llega en el auge del muralismo. Toma el consejo del artista guatemalteco Juan Antonio Franco, quien, en ese entonces residía en el vecino país, e ingresa a la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda. Empieza a darse a conocer por su dedicación y empeño. A los tres meses de haber ingresado a la escuela, su profesor de técnica de procedimientos, Andrés Sánchez Flores la selecciona para trabajar como asistente del maestro Diego Rivera en el mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central. Este hecho fue decisivo para la joven artista, trabajar al lado de uno de los grandes muralistas.

Foto: internet

Rina adquiere experiencia, incluso, se acerca a temas de identidad, políticos y sociales propios de la época, y se familiariza con la temática y pensamiento de su maestro, con quien entabló una amistad que prevaleció por diez años, continuó colaborando con él, fue su ayudante predilecta. Rivera le presenta al joven artista Arturo García Bustos, líder del movimiento revolucionario juvenil del Partido Comunista Mexicano, quien más adelante se convertirá en su compañero de vida y militancia.

En 1949, con tan sólo tres años de haber llegado a México, Rina realiza su primer mural de manera individual, Los cuatro elementos en la Logia Masónica del Valle de México, de éste sólo se cuenta con escasos registros fotográficos debido a que el edificio fue remodelado y el mural destruido. Este trabajo la colocó en la escena artística mexicana, recibió críticas favorables, como la del muralista David Alfaro Siqueiros quien elogia su trabajo por las cualidades de su creación. El segundo mural y el único realizado en su natal Guatemala en 1954 es Tierra fértil, justo antes de ser derrocado el gobierno de Jacobo Árbenz. El mural creado en el Club Italiano fue cubierto de pintura acrílica blanca. Éste fue rescatado y ahora es resguardado por el MUSAC.

El compromiso social y combativo de la artista revolucionaria, se identifica con la obra Venceremos. Su fascinación por la cultura maya la llevó a realizar un profundo estudio en los murales de Bonampak, Chiapas, tras haber sido seleccionada para realizar los facsímiles de los frescos para el Museo de Antropología de la Ciudad de México. De esta copia, realiza tres comisiones: Japón, Metro Bellas Artes de CDMX y en comodato en La Antigua Guatemala.

A finales de la década de los sesenta, colaboró con el diseño de la Glorieta Insurgentes en la Ciudad de México, no recibió los créditos correspondientes debido a su detención, por ser activista revolucionaria. Sin embargo, su sensibilidad en el trazo y el apego a sus raíces mesoamericanas marcaron su visión en la temática de su trabajo mural, se hizo docta en el tema e inspirada en el Popol Vuh, realiza una pintura de gran formato Venerable abuelo maíz en la que enaltece el legado de los abuelos. Tras indagar en la cultura ancestral, Rina cierra su ciclo en este plano al pintar el inframundo maya. Un día se preguntó ¿dónde pongo la entrada al inframundo? De pronto, recordó que su madre la llevaba a unas cuevas en Cobán. Con ese recuerdo de infancia, decide bajar al tercer plano mitológico a enfrentarse a los señores de Xibalbá y concluir de manera victoriosa su último gran lienzo el Inframundo antes de partir de este plano, en Ciudad de México el 1 de noviembre de 2019.

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El camino trazado en la plástica mexicana y guatemalteca no pudo ser mejor definido por Rina Lazo al llamarse “muralista mesoamericana” acorde con su pensamiento: borrar fronteras políticas y tomar la región como inspiración. Con su trazo es como bien supo recordarnos nuestros orígenes, el legado de Lazo lo encontramos en tierras que comparten un pasado ancestral y mítico.