Inés López / Comunicadora guatemalteca

 

Una veintena de mujeres son las encargadas de cocinar diariamente las raciones nutritivas y saludables que se reparten dos veces al día en el comedor solidario impulsado por Rayuela Café Bar, acción que puso en evidencia la falta de seguridad alimentaria, misma que se agudizó ante la crisis del Covid-19.

En los primeros días se repartieron alrededor de 150 platos diarios, actualmente, se entregan más de mil porciones entre desayunos y almuerzos, esto gracias a las diversas donaciones de la población guatemalteca.

Desde el inicio, Byron Vásquez, cofundador de Rayuela, fue apoyado por varias mujeres. Una de ellas, Diana Cameros, psicóloga de profesión, quien a través de sus redes sociales compartió la iniciativa. A partir de ese momento, Diana no solo se convirtió en una de las voces que divulgó el comedor, sino también, en puente entre sus contactos y Rayuela para hacer llegar donaciones, “muchas personas por el miedo a salir de casa me preguntaban a qué cuenta podían depositar. Una amiga preparó dos ollas gigantes de comida, ella vive en San José Pinula, entonces, apoyé para llevar la comida y después regresar las ollas a Pinula. Nuestra casa se ha convertido en una cocina más, algunas veces Byron nos pasa dejando las cosas, y al siguiente día vienen a traer la comida preparada.” comenta Diana, quien aclara que no llega a cocinar al comedor, porque está a cargo de su papá quien en este momento tiene una condición pulmonar delicada.

En el movimiento conocido como La Olla Comunitaria, participan varias mujeres de diversas profesiones, oficios y edades, que llegan de diferentes puntos de la ciudad. Otras más, apoyan desde su casa, lavando diariamente ollas y utensilios. Además, aquellas que organizan la bodega con las donaciones que llegan a diario.

Ligia Flores, es una profesional de la comunicación que ha cocinado desde los inicios de La Olla Comunitaria, y cuenta “me gusta mucho cocinar, por eso decidí quedarme en la cocina. Al principio éramos cinco, conforme han pasado los días hemos llegado a ser hasta 25 mujeres que preparamos los alimentos en el lugar y desde casa. Algunas veces hay cuatro o cinco hombres que apoyan a solicitud nuestra, en todas las tareas: servir, lavar, limpiar. Fundamentalmente, somos las mujeres las que estamos organizándonos porque socialmente la cocina es un espacio destinado a nosotras. Tenemos un chat grupal en el que acordamos el menú diario según las donaciones recibidas, y así preparar comidas balanceadas, nutritivas y saludables. Estoy casi ocho horas en la Olla y después, llego a casa a realizar teletrabajo.”

Otra de las cocineras voluntarias desde el inicio del movimiento es Jackie McVicar, quien, al momento de dar su donación, vio la necesidad de personas para cocinar, así que, al siguiente día llegó con una docena de huevos preparados. Desde entonces, ha cocinado en su casa cada vez más raciones, hasta superar los 400 platos en un día, durante la primera semana de mayo. “Tengo la suerte que puedo hacer teletrabajo, entonces, entre cinco y seis de la mañana empezamos a cocinar y terminamos a medio día. Después, clases y tareas con mi hija de nueve años y la atención que ella requiere. Finalmente, me dedico a mi trabajo, por ejemplo, ahora son las nueve de la noche y todavía estoy trabajando. Mi compañero de casa y mi hija me ayudan a cocinar, porque es demasiada comida”, afirma McVicar.

Las voluntarias entrevistadas pasan aproximadamente ocho horas en La Olla Comunitaria, y regresan a sus hogares a trabajar, hacer tareas y oficios que requiere el día a día en cualquier casa; algunas porque viven solas, otras porque es parte de su rutina, algunas son ayudadas por sus hijas mientras ellas están en La Olla.

En ese sentido, en una reciente publicación en el portal de noticias de ONU Mujeres, Anita Bhatia, Directora Ejecutiva de esa organización escribía respecto al Covid-19 y las acciones que los gobiernos pueden adoptar: “(…)

Al mismo tiempo, las mujeres cargan por lo general con gran parte de los cuidados. Incluso antes del Covid-19, las mujeres realizaban el triple de trabajo doméstico y de cuidados no remunerado en el hogar en comparación con los hombres. En estos días, aquellas mujeres empleadas en el sector formal y que tienen hijas o hijos se debaten entre una o más de las siguientes tareas: su empleo (si aún lo conservan), el cuidado infantil, la educación en el hogar, el cuidado de personas mayores y el trabajo doméstico. Los hogares encabezados por una mujer son particularmente vulnerables.

La Olla Comunitaria se mueve fundamentalmente por mujeres que dividen su tiempo entre cocinar voluntariamente, teletrabajo, hacer sus propios oficios domésticos, y cuidados familiares. Para una sociedad que ha normalizado los roles de género, es casi imposible reconocer y valorar el trabajo que realizan en este momento las mujeres. En ese sentido, Edith López, voluntaria que cocina desde su casa y que, a la vez, hace teletrabajo, comenta: “el comedor fue impulsado por dos compañeros, y han estado más en el tema administrativo. Hemos sido las mujeres quienes más tiempo pasamos en la cocina. Creo que tiene que ver con la forma cómo nos educaron. En mi caso, cocino muy rico y me gusta, en cambio, mi compañero no cocina rico, pero tampoco le enseñaron a cocinar, por eso las mujeres seguimos desarrollando ese papel dentro de la familia.”