Andina Ayala / Antropóloga social, investigadora y redactora

 

La carrera de medicina se inauguró en 1681 en la Pontificia Universidad de San Carlos de Guatemala. Después de casi 250 años, en 1942, se graduó, María Isabel Quintana Escobar, la pediatra que abrió brecha. Hoy la Facultad de Medicina registra un 51 por ciento de presencia de mujeres.

Su permanencia en este campo académico no es fácil, y aunque tampoco lo es para los estudiantes hombres, un estudio exploratorio del año 20071, reveló que a ellas se les acosó sexualmente 14 veces más que a los hombres. Desde la visión de género, esto responde al modelo paternal y patriarcal que persiste en la carrera médica, donde las mujeres siguen considerándose inferiores a los hombres.

En abril de este año, preparé una encuesta digital para estudiantes de cuarto a sexto año de la carrera de medicina. Fue compartida en mensajes privados y en el grupo de Facebook, Facultad de Medicina USAC, que tiene 12 mil integrantes. Al final de 8 días, el cuestionario tuvo una participación de 87 estudiantes que podría interpretarse como el 7.9 por ciento de  mil 101 estudiantes inscritos en las prácticas hospitalarias 2020.

Según los testimonios, son las mujeres quienes más sufren de acoso verbal, sexual y físico. Entremos a conocer cómo la juventud, la mayoría de 22 a 25 años, percibe la carrera de medicina en la Universidad de San Carlos de Guatemala.

¿Cómo es la primera practica hospitalaria?

“Uno llega al hospital, todavía sobreviviendo de padre y madre. Ahí no hay nadie que te diga ‘si pasa esto, haz esto’; desde un acoso hasta, si te pinchas. En parte tienen razón porque técnicamente ya somos adultos. Pero estamos allí como personal verdadero, y nos miran como cualquier cosa sin valor. El personal de enfermería dice: ‘esto no lo hago yo, esto es del externo’. Si se pierde algo, fue el externo. En cuarto año entrar a cirugía son 24 horas. En quinto, las rotaciones son hasta las diez de la noche, pero, si entra un ventilado, tenés que seguir, hasta que consigan ventilador”, explicó Roberto* en una entrevista telefónica.

Según la médica ecuatoriana, Ana Lucía Abarca, “la violencia en sus distintas manifestaciones, aparece como un pilar fundamental que sustenta un imaginario de sacrificio y excelencia distorsionado”.

Amparados en un sistema educativo jerárquico, casi castrense, es habitual que los rangos bajos o “inexpertos” obedezcan sin discutir. En la pirámide, los estudiantes de cuarto y quinto años, también llamados “externos”, conforman el grupo más vulnerable.  Somos uno de los países con menor inversión en el sistema hospitalario, esto afecta a los practicantes como abuso laboral. Aunque son más frecuentes los abusos de índole sexual hacia las mujeres.

¿Quién tiene más poder?

Históricamente la medicina abraza una larga tradición masculina. El médico es portador de autoridad y especialización, concentra un poder no solo simbólico, también concreto, en tanto que puede salvar vidas.  Este contexto propicia espacios de abuso en contra de estudiantes, entre el personal médico de menor o igual rango y con los pacientes.

En relación con las practicantes, quién más ejerce control y poder en la práctica hospitalaria es el residente, un médico graduado que busca hacer una especialización y recibe una remuneración económica de parte del sistema de salud.

“Recibí acoso sexual verbal de parte de residentes de cirugía o medicina interna. Una vez, el residente me arrinconó contra una esquina y dijo: ‘después podríamos salir, ¿te gusta la cerveza?’. Ahí estaba la enfermera, pero es ‘normal’ la actitud tan puta de los médicos. Yo solo le dije que no, que gracias”, expresó Luisa* en su testimonio vía correo electrónico.

Los estudiantes “externos”, a diferencia de los residentes, no tienen una relación contractual con los distintos hospitales en los que laboran. El residente es una especie de jefe inmediato de los practicantes. En nuestra encuesta, como en los testimonios, el residente desempeñó el rol de mayor amenaza, con un 67.6 por ciento en el ejercicio del acoso o agresión.

El 37.8 por ciento indicó que fue un paciente y el 27 por ciento, el jefe de servicio, este último tiene un rango mayor y más cercano a la institucionalidad, probablemente tenga plaza fija. En cuanto al tipo de abuso, el 64 por ciento, -es decir 48 de 87 personas encuestadas- indicó que sufrió acoso sexual verbal, el 46.7 por ciento acoso laboral y el 26.7 por ciento indicó que chantaje; 2.7 por ciento dijo haber sido violentado sexualmente.

Ilustración: Mercedes Cabrera

Acoso sexual, chantaje y abuso de poder

Para Alicia* externa del quinto año: “lo que se vive en los hospitales es muy distinto de lo que la gente piensa. En mi caso, hubo un residente que me molestaba mucho. Tenía un rango bastante mayor, entonces nunca pude hacer nada por miedo a que pudiera repercutir en mis notas o reputación.

Me iba a buscar a otros servicios, me acosaba, me compraba comida y yo jamás se lo pedía. Cada vez que yo estaba sola, tenía miedo de que apareciera, porque me tocaba el trasero y se me insinuaba”.

Las rotaciones hospitalarias duran cuatro meses en cuarto año, y en quinto se realizan tres al año. “Aguantar” es la norma, cuando se está jugando el futuro. La mayoría de las practicantes se ven obligadas a guardar silencio, precio que se paga no para obtener el título, sino para continuar con la carrera.

Para muchas médicas, la graduación no es el final del acoso. Ya que esta es una práctica normalizada y asumida en distintos niveles de atención hospitalaria. Sumado a ello, la Universidad de San Carlos, no cuenta con una instancia que defienda al estudiantado del abuso laboral, verbal, sexual verbal o de la violencia sexual.

*Se usaron nombres ficticios para resguardar la identidad de las fuentes.

 

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1. “Agresiones e intimidaciones en la formación y práctica médica. Datos y testimonios en la voz de estudiantes”. Dr. Eduardo Enrique Sacayón Manzo. Instituto De Estudios Interétnicos (IDEI). Universidad de San Carlos de Guatemala.