Joseline Alejandra Toscano / Tengo 22 años, soy estudiante de Ciencias Jurídicas y Sociales de la USAC. Fluyo como el agua, me caracterizo por mi apariencia ruda, pero con personalidad tranquila, a veces soy hiperactiva, pero lo controlo. Amo ser como soy y ser quien soy.

Hace unas semanas desperté y sólo pensé… “Otro día más encerrada, otro día más tratando de acomodarme en esta rutina que me hace sentir enfrascada, otro día más de sentirme hastiada de todo”. He sentido emociones contradictorias. Al principio de la pandemia sentí mucho miedo, ansiedad y pánico. Sentía incomodidad al pensar que conforme pasaban los días, los casos de COVID-19 aumentaban, enojo por la irresponsabilidad de quienes se arriesgaban saliendo; con el paso del tiempo, el temor ha ido disminuyendo y pareciera que me he acostumbrado a la situación que estoy viviendo.

Pienso en lo difícil que ha sido todo esto para mí desde el principio. Me estresa pensar qué iba a ser de mi familia, cómo íbamos a comer y si podría verlos, pues este encierro los atrapó en un departamento y a mí en otro. Luego las cosas se fueron acomodando, sin embargo, el aburrimiento se hacía más grande, al igual que la frustración, por no saber cómo encontrar la motivación de levantarme de la cama, empezar a estudiar y realizar otras actividades.

Sentí miedo y enojo porque los casos iban en aumento, y porque se decidió que iban a deportar a los guatemaltecos que residen en el extranjero. Lo que creí injusto con las personas que venían del exterior y con quienes estamos dentro del país. Me dio mucha rabia la falta de credibilidad, responsabilidad e iniciativa por parte del gobierno para enfrentar esta crisis y la situación de los migrantes, ya que carecen de propuestas para respetar el derecho a la vida digna de todos y todas.

Conforme se desarrollaba la situación y los días de encierro, entraba a Facebook para mitigar el aburrimiento, me encontraba con publicaciones que decían: “Si no sales de este encierro con nuevo idioma aprendido, con un libro terminado o con un nuevo conocimiento, entonces no has aprendido nada”, lo que me hacía pensar que no estaba siendo productiva. Me confrontaba a mí misma y me cuestionaba esta “nueva disponibilidad de tiempo”. A algunos nos cuesta empezar algo y terminarlo, quizá sea auto sabotaje, pero no dejé que ese bombardeo de anuncios me atormentara.

Esa insistencia por la productividad durante la cuarentena me ha hecho reflexionar sobre el rol que tenemos en el hogar, que se nos ha impuesto por el simple hecho de ser mujeres. Éste, que nos hace trabajar el doble por lo que queremos, ese rol que antes no había querido ver porque me doy cuenta de que lo reproduzco. Antes no era consciente de esta “realidad doméstica” pues al no estar en mi hogar la mayor parte del tiempo, junto a mis privilegios, no me percataba de cuánto y en qué momento era relegada a este tipo de labores. Me interpela mucho no haberme dado cuenta de esta situación antes.

Debido a esta confrontación hacia mí misma, hablé con mi mamá porque sentí necesario que ella expresara su sentir para comprenderla, sus palabras fueron: “Con el pasar del tiempo he ido perdiendo el miedo y me he acostumbrado, me da miedo enfermarme porque soy comerciante, pero necesito trabajar si quiero comer.  Aunque estoy consciente de que existen aspectos positivos como negativos en torno a esta situación, durante los últimos días me he sentido cansada y con mucha responsabilidad, a pesar de que me he liberado de ciertos gastos, pero eso también me hace pensar en que todo el tiempo trabajo y no descanso un solo día, por eso el encierro no me ha frustrado del todo”.  Escucharla decir estas palabras me dolió mucho, porque me hacía ciega a la realidad de cuanta presión siente debido a este rol de cuido que se nos ha impuesto a las mujeres, pero ahora comprendo su sentir.

Aunque el confinamiento ha sido complicado me ha servido para reflexionar acerca de mis acciones, me ha hecho abrir los ojos en cuanto a la necesidad urgente de visibilizar las violencias que vivimos en casa, para comenzar a erradicarlas.

Me he percatado que existen ciertas problemáticas que se agudizan en el contexto que vivimos, como la desigualdad social, el racismo y la violencia de género. Es conflictivo para mí escuchar el eslogan del gobierno: “juntos saldremos adelante”, porque sé que existen muchas barreras para acceder a la ayuda, que se supone es para quienes más lo necesitan.

Pude darme cuenta que es ahí donde me duele mucho este país, me duele la desigualdad de género, económica, social y étnica. Me enoja y frustra ver cómo las reproducen quienes deberían de velar por nuestros derechos y necesidades. Si de algo estoy segura, es de que de este encierro no saldré siendo la misma.