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Desde que comenzó la pandemia provocada por la Covid-19 a nivel mundial y frente a la incertidumbre de lo que conllevaría su llegada al país, los pueblos originarios decidieron repensarse y reorganizarse con el propósito de contener la crisis de salud, además de todos sus efectos económicos y sociales. En Huehuetenango, por ejemplo, mujeres de los distintos territorios fueron recuperando las prácticas ancestrales que aseguraran para todas las personas una protección integral de la vida, para no recurrir y depender del inoperante Estado de Guatemala, que poco se preocupó por quienes viven en zonas rurales y no digamos quienes subsisten en situación de pobreza y extrema pobreza. La amenaza implícita en la propagación del virus creó la necesidad de sostener la vida desde otros espacios y formas, apelando a diversas reflexiones sobre el buen vivir.

Juana Toledo, maya q’anjob’al originaria de Santa Eulalia y Coordinadora del Consejo Político de Mujeres del Consejo del Pueblo Maya (CPO) asegura que las redes de cuidado comunitarias se han sostenido en el tiempo a través de llamadas telefónicas. “Aunque no podemos reunirnos, mantenemos comunicación por teléfono en la mayoría de casos. El primer paso es saber cómo estamos de salud y emocionalmente, luego se abordan temas como la economía del hogar y las cargas de trabajo que incrementaron con el confinamiento. También nos recomendamos medicinas naturales y prácticas que nos ayudarán a protegernos de la enfermedad”, comenta.

De acuerdo con la entrevistada, tras conocerse el primer caso en Guatemala (13 de marzo de 2020), las familias de Santa Eulalia sentían mucho miedo, tristeza y, sobre todo, preocupación porque la situación económica no les permitiría permanecer completamente en sus casas, tal y como lo establecían los mandatos desde el gobierno central. Una situación muy similar se dio en San Idelfonso Ixtahuacán: “Al principio no sabíamos cómo actuar, luego del primer mes, las mujeres coordinaron ventas en sus mismas comunidades y mercados locales para que las personas no tuvieran que arriesgarse tanto movilizándose a otras aldeas para conseguir alimentos”, comparte Catalina*, lideresa integrante de la Asociación de Formación para el Desarrollo Integral (AFOPADI).

Sobre el autocuidado de las mujeres en San Idelfonso, Catalina añade que la pandemia obligó a muchas a reflexionar sobre la importancia de reconectar con la Madre Tierra, “porque ésta provee todo lo necesario para garantizar el buen vivir, como hortalizas, frutas, verduras y plantas medicinales tales como el jengibre, el eucalipto, el llantén, limón y la cebolla entre muchas otras”. También explica que, debido a la falta de dinero, en algunos municipios, se realizaron intercambios de productos como el güisquil y la zanahoria, “para sobrellevar los pendientes del día a día en la casa”, dice la lideresa. Estas iniciativas apuestan por la promoción de la soberanía alimentaria y el consumo consciente que potencie las condiciones de vida de las familias.

Otra de las propuestas comunitarias con la que se controló en buena medida la transmisión del virus en los municipios de Huehuetenango, fue la implementación de protocolos sanitarios, además del uso de temazcales, que contribuye a la desintoxicación de los cuerpos y promueve una relación en armonía con los bienes naturales.

Este modelo que muchas comunidades han adaptado en el contexto de la pandemia, ha permitido que las mujeres se acuerpen y acompañen sin importar la distancia, desde la confianza y la sanación física, mental y emocional. Las entrevistadas coinciden en que la crisis tuvo un menor impacto en lugares donde se le da mayor valor a la naturaleza y que las mujeres se han empoderado tanto que, pese a las condiciones, han resistido frente a la problemática y revolucionado a través de sus propias voces y miradas.

La Madre Tierra y ellas

Mientras la Organización Mundial de la Salud (OMS), desde la lógica capitalista e industrial, ha difundido que no existe ningún medicamento autorizado para la prevención o tratamiento de la Covid-19, las comunidades han asumido los conocimientos de las abuelas y abuelos y han utilizado plantas medicinales para fortalecer el sistema inmunológico, logrando reducir los riesgos de contagio.

Evidencia de ello es que entre el 14 de marzo y el 30 de junio 2020, en Huehuetenango únicamente se reportaron 129 casos (0.64 por ciento del total en el país), de acuerdo con las cifras reflejadas en el tablero de alertas del Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social (MSPAS). Empero, es necesario visibilizar que pese a ser pocos los casos positivos de Covid-19 en las comunidades de aquel departamento, existe un sub-registro dado que muchas personas prefieren curarse en casa con métodos alternativos ancestrales y no trasladarse a los hospitales de Quetzaltenango o la ciudad capital, “porque en ellos no existen las condiciones necesarias para una atención digna”.

Otras formas de organización

Juana y Catalina coincidieron al mencionar que la pandemia, más allá del miedo que generó al inicio, ha suscitado consideraciones importantes que podrán potenciar la organización social e instarán a que más mujeres se sumen a los movimientos o redes de cuidado que hoy han ofrecido un importante soporte en las comunidades.

Apuntan que, acuerpadas entre sí, son capaces de hacer transformaciones profundas, procurando el bienestar común en los territorios y buscando las garantías necesarias para generar proyectos sostenibles que contribuyan al desarrollo equitativo de los pueblos originarios, más allá de la pandemia, coadyuvando a la construcción de vidas dignas para todas las personas.